El ministro de Exteriores, Yair Lapid, asume la jefatura del Gobierno en funciones hasta las elecciones del próximo 1 de noviembre

La Knéset aprueba su disolución y conduce a Israel hacia las quintas elecciones en menos de cuatro años

PHOTO/KNESSET - El proyecto de ley para la disolución de la 24ª Knéset se aprueba en las últimas lecturas

Israel se sumió hace poco más de un año en un impasse cuando ocho formaciones sellaron un Gobierno de coalición inédito para apear del poder a Benjamín ‘Bibi’ Netanyahu, el político más influyente del país envuelto en numerosos casos de corrupción. Ahora, la acuciante crisis política ha vuelto a salir a flote para conducir a la nación hebrea a sus quintos comicios en menos de cuatro años. Desde 1996, Israel ha celebrado elecciones cada dos años y medio.

La Knéset, el Parlamento israelí, ha celebrado este jueves la tercera y definitiva sesión requerida para aprobar su disolución y la convocatoria inmediata de nuevas elecciones. La oposición, encabezada por Netanyahu, exploró hasta el último minuto las fórmulas para sortear los comicios y formar un Gobierno alternativo que estuviera liderado por el ministro de Defensa, Benny Gantz, pero el exgeneral de las Fuerzas de Defensa israelíes rechazó la propuesta por su nula confianza con ‘Bibi’.

En virtud del artículo 34 de las Leyes Fundamentales, y con 92 votos a favor y cero en contra, el legislativo hebreo tumbó definitivamente el tándem de Gobierno conformado por el hasta ahora primer ministro Naftali Bennet, y el líder centrista Yair Lapid, hombre fuerte del Ejecutivo y artífice de un acuerdo histórico que contó por primera vez con una formación árabe islamista, Ra’am, para tejer una mayoría y entrar en las instituciones.

La decisión de disolver la Cámara estaba tomada desde la semana pasada, cuando Bennett y Lapid hicieron oficial la propuesta, pero el procedimiento legislativo se pospuso por las negociaciones entre Gobierno y oposición sobre la aprobación de leyes pendientes y la fijación definitiva de la fecha de los comicios. No hubo unanimidad y la fecha elegida, sometida a votación, resultó el 1 de noviembre.

Benjamin Netanyahu

El Gobierno saliente se mantendrá en funciones hasta la composición de un nuevo gabinete con los resultados electorales en la mano. Podrá en adelante nombrar nuevos ministros sin la aprobación de la Knéset, pero tendrá ciertas limitaciones para sacar adelante propuestas. Lo único seguro es que no tendrá al frente a Bennett, que pasa a ser primer ministro suplente. El líder de Yamina cedió el liderazgo de su formación a su número dos, Ayelet Shaked, y anunció que no se presentará a los próximos comicios.

El exsoldado de operaciones especiales de origen estadounidense convertido en acaudalado empresario en el sector de la ciberseguridad y después en líder colono, que ha sido el primer jefe de Gobierno nacido después de la Guerra de los Seis Días de 1967, abandona la arena política después de un año complicado, dejando tras de sí un Ejecutivo fallido y un partido escindido, desgarrado por las luchas intestinas tras la formación de Gobierno.

Yair Lapid tomará los mandos a partir de la medianoche del viernes en sustitución de su socio Bennett, a quien cedió el poder a pesar de cuadriplicar en número de escaños en la Knéset en virtud de un acuerdo de Gobierno de coalición que contemplaba que, de caer el Ejecutivo por las divisiones en la derecha, sería él el encargado de liderar el gabinete. La cabeza visible del centrista Yesh Atid (Hay futuro, en español) combinará hasta noviembre los cargos de primer ministro y ministro de Asuntos Exteriores.

“Gracias, Naftalí, mi hermano”, tuiteó Lapid tras la votación. Una vez aprobada la disolución de la Cámara, uno y otro se intercambiaron los puestos para que fuera Lapid quien ocupara el asiento reservado para el primer ministro, un gesto para la posteridad que refleja la buena sintonía que ambos han mantenido a lo largo de los últimos meses. El resto del Gobierno, por su parte, conservará sus cargos y los diputados se concentrarán en la campaña electoral.

Atrás queda la histórica coalición firmada en junio de 2021 por hasta ocho formaciones políticas de distinto signo. Lapid consiguió sumar en un impensable ejercicio de equilibrismo los apoyos de la derecha sionista, de los liberales, de los laboristas e izquierdistas y, como colofón, de los árabes islamistas capitaneados por el político de origen palestino Mansour Abbas, cuya plataforma buscaba conseguir mejores servicios y más gasto público para la minoría árabe de Israel, que representa alrededor del 20% de la población.

Abbas reconoció desde la tribuna de la Knéset que “es posible trabajar juntos”. “No nos pareció que hubiera una [brecha] tan grande entre todos los partidos”, insistió el islamista, que se posicionó a favor de reeditar la gesta: “Yo daría a esta coalición otro mandato en el futuro para continuar”.

El hilo vertebrador del Ejecutivo fue la divisiva figura de Benjamín Netanyahu, el primer ministro más longevo del Estado de Israel, que está siendo juzgado por aceptación de sobornos, casos de fraude y abuso de confianza. La coalición anti-Bibi, que consiguió devolverle a la oposición, resistió a sus embistes durante los últimos meses, pero encajó el golpe definitivo a principios de junio, cuando no obtuvo la mayoría necesaria para prorrogar la ley de emergencia que preserva el estatus legal especial de los colonos judíos en la Cisjordania ocupada.

Yair Lapid, el decimocuarto primer ministro de Israel

El popular escritor, columnista y presentador del programa nocturno más visto del país, que dio el salto a la política en 2012 con la creación del centrista Yesh Atid para contrarrestar la influencia del movimiento ultraortodoxo en la política nacional, se convirtió en la revelación un año después tras obtener los mejores resultados electorales por detrás del Likud, la formación de Netanyahu. Aquel segundo puesto le aseguró un puesto clave en el efímero Ejecutivo de coalición bajo el liderazgo de ‘Bibi’, del que pasó a ocupar la cartera de Economía.

Yair Lapid

Desde entonces, Lapid y Netanyahu se han medido en siete ocasiones, con un balance favorable para el líder conservador. En la primera convocatoria de 2019, el primer ministro interino pactó con el militar centrista Benny Gantz la formación del partido Azul y Blanco, y cedió el liderazgo a Gantz. Pero cuando este rompió su compromiso electoral y se unió a la coalición con Netanyahu en mitad de la crisis de la COVID-19, Lapid tomó distancias advirtiendo a su socio de la poca credibilidad de ‘Bibi’ en una estrategia que se vio acertada tras la ruptura de la coalición siete meses después.

En este nuevo lance en las urnas, los sondeos apuntan hacia una nueva victoria de Netanyahu, cuya formación, Likud, sería la más votada y lideraría el ya consolidado bloque en la Knéset integrado por los partidos ultraortodoxos, religiosos y de extrema derecha favorables a los colonos, entre los que se solía encontrar Bennett. Entre todos sumarían entre 58 y 60 diputados, según las primeras encuestas. La mayoría se sitúa en 61, por eso Netanyahu ha intentado seducir al islamista Ra’am para asegurarse el poder, a pesar del rechazo de sus socios habituales.

Hijo de Yosef ‘Tommy’ Lapid, un superviviente del Holocausto de origen húngaro que sería ministro a principios de la década, el centrista de 58 años tratará de mantenerse al frente del Gobierno valiéndose de su perfil de estadista. Principal promotor de la solución de los dos Estados y punta de lanza en la “cruzada” política contra los privilegios de los ultraortodoxos, Lapid ha sabido marcar sus diferencias con ‘Bibi’ en cuestión de principios y en la defensa de los preceptos democráticos.

El primer ministro interino ocupará el número 9 de la calle Smolenski y tendrá tres meses para relanzar su candidatura en su enésimo envite contra Netanyahu, un duro rival con más de 15 años en el cargo. Por de pronto, Lapid será el encargado de recibir al presidente de Estados Unidos, Joe Biden, en su próxima gira por Oriente Medio. Empieza la cuenta atrás.

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