La escapada de Mali de la coalición G5 Sahel y el acuerdo militar entre Moscú y Nuakchot despiertan las alarmas en la Alianza

La OTAN refuerza la cooperación con Mauritania para limitar su acercamiento a Rusia

PHOTO/NATO - El secretario general de la Alianza, Jens Stoltenberg, busca mejorar las capacidades de Mauritania en la lucha contra el terrorismo, la seguridad fronteriza y la gestión de crisis en el Sahel. En la imagen, con el presidente Mohamed Ould El Ghazwani en enero de 2021

Situada en el extremo noroeste de África, la república islámica de Mauritania acapara desde hace más de un año y de manera creciente la atención de la OTAN, de varios países europeos ‒entre ellos España‒ y también del Kremlin.

Sin embargo, por mucho que sea el interés de Moscú, la Alianza Atlántica juega con ventaja. Mauritania es socio de la OTAN desde 1995, año en que se unió al Dialogo del Mediterráneo, un foro de cooperación nacido en 1994 del que también forman parte Argelia, Egipto, Israel, Jordania, Marruecos y Túnez. Marco multilateral de carácter flexible asentado sobre los pilares del diálogo político y la colaboración práctica, su finalidad es propiciar el entendimiento mutuo y contribuir a la seguridad y estabilidad de la región.

Juan Pons

Mauritania ha tomado mayor importancia estratégica a raíz de que uno de sus vecinos, la República de Malí, decidió el 15 de mayo pasado autoexcluirse del G5 Sahel. Coalición creada en 2014, a ella también pertenecen Burkina Faso, Chad, Níger y Mauritania, que han constituido una Fuerza Conjunta para luchar contra los grupos terroristas yihadistas que imperan en el Sahel.

La salida de Mali de la coalición es una consecuencia del golpe de Estado del 24 mayo de 2021 que, al parecer auspiciado por Rusia, protagonizó el coronel Assimi Goïta, vicepresidente del gobierno, que por segunda vez se ha constituido en presidente de la república. Para intentar reequilibrar la situación en la región, una de las reacciones del secretario general de la OTAN, el noruego Jens Stoltenberg, ha sido enviar a Mauritania a su subsecretario general adjunto para Asuntos Políticos y de Seguridad, el español Javier Colomina.

Juan Pons

Con la finalidad de incrementar la cooperación con Mauritania y paliar en la medida de lo posible la influencia del Kremlin y la degradación de la seguridad regional, el diplomático español al servicio de la Alianza ha permanecido en Nuakchot del 31 de mayo al 2 de junio. Recibido por el presidente de la república, el general Mohamed Ould El Ghazwani, de 65 años, también se ha reunido con sus más directos colaboradores, el director de gabinete presidencial, Ismail Ould Cheikh Ahmed ‒diplomático con amplia experiencia en misiones de la ONU‒ y el Jefe de su Estado Mayor, el almirante Isselkou Ould Cheikh El Weli. 

Incrementar la cooperación en formación y adiestramiento militar

El país africano es un actor “clave” en el Sahel y un interlocutor “esencial” en temas de seguridad regional, recalca el diplomático español. Así es que Javier Colomina también ha mantenido conversaciones con los ministros de Exteriores y Defensa Nacional, Mohamed Salem Ould Merzoug y el general Hanana Ould Sidi, respectivamente, y con el Jefe de las Fuerzas Especiales, general Mohamed Cheikh Beida.

Juan Pons

Las prioridades del plan de cooperación en vigor que la OTAN aspira a fortalecer con Mauritania se centran en la lucha contra el terrorismo, la seguridad marítima y fronteriza, la gestión de crisis y las operaciones de mantenimiento de la paz. Un Fondo suscrito por varias naciones aliadas ‒entre ellas España‒, sirve para canalizar la ayuda económica y técnica, que ha permitido eliminar más de 1.300 toneladas de armas y municiones obsoletas y construir depósitos de municiones protegidos. 

Tal y como está la situación, la Alianza está dispuesta a aumentar el grado de su implicación con el Gobierno mauritano y ampliar el campo de actividades con sus reducidas fuerzas militares terrestres, navales y áreas, que suman del orden de los 15.000 efectivos. De manera especial en la formación de cuadros de mando, el adiestramiento de unidades y el desarrollo de capacidades para fortalecer las estructuras e instituciones de seguridad y defensa nacional. Motivos los hay, y muchos.

Juan Pons

Hace años que Moscú ha puesto sus ojos en el país semidesértico, que cuenta solo con 4,6 millones de habitantes ‒un tercio en la capital, Nuakchot‒, que es el doble de grande de España, pero que tiene una fachada marítima de 754 kilómetros enclavada en la zona suroeste del océano Atlántico. Es precisamente la localización geográfica de Mauritania lo que condiciona el interés del Kremlin, que busca con ahínco establecer una base naval en esa parte de la costa africana.

Descartada la posibilidad de independencia del antiguo Sahara español y la eventualidad de una concesión territorial costera por parte de Marruecos, la apuesta de Moscú pasa por estrechar relaciones con el Gobierno del presidente Mohamed Ould El Ghazwani, en el poder desde agosto de 2019. El país cuenta con una pequeña estación naval en Nouadhibou, la segunda ciudad del país e importante centro comercial al norte del país y a muy pocos kilómetros de la frontera con Marruecos. 

Rusia se esfuerza por aumentar su presencia en África

Mauritania y Rusia suscribieron a finales de junio de 2021 un importante acuerdo de cooperación militar, y no resulta extraño que las alertas de la OTAN se hayan disparado. El pacto bilateral se venía gestando desde al menos 2019 y fue sellado en la capital moscovita entre el ministro de Defensa mauritano, el ya citado general Hanana Ould Sidi, y el viceministro de Defensa de Rusia, Alexander Fomin, que aprovecharon la asistencia de ambos a la IX Conferencia de Moscú sobre Seguridad Internacional para sellar el compromiso.

Juan Pons

Putin es consciente que el papel de África en la arena internacional está creciendo, como lo atestigua el desembarco continuado de China y sus empresas. Es por ello que el volumen de negocios ruso con el continente negro “va en aumento” y apuesta por “desarrollar aún más las relaciones con los países africanos”. Es lo que le ha dicho el líder ruso al presidente de Senegal, Macky Sall, que durante 2022 compagina su cargo con el de presidente de la Unión Africana y que estos días está de visita oficial en Rusia.

La presencia en Moscú del mandatario senegalés coincide con el periplo africano de la presidenta del Consejo de la Federación de Rusia ‒equivalente en España al Senado ‒, Valentina Matviyenko, que durante la presente semana ha estado en Mozambique, país con el que mantiene estrechas relaciones incluso antes de su independencia de Portugal en 1975. En Maputo se ha reunido con el presidente Filipe Nyusi, con vistas a sentar las bases para aumentar las inversiones rusas en el campo de las explotaciones mineras, las extracciones de petróleo y gas, así como en el ámbito de las comunicaciones vía satélite.

Juan Pons

El Kremlin se está volcando a fondo en la organización para noviembre próximo de la segunda cumbre Rusia-África de jefes de Estado y de Gobierno, un foro encaminado a estrechar las transacciones económicas y aumentar la cooperación en materia de defensa y de todo tipo con las naciones del continente negro. 

La primera edición de la cumbre tuvo lugar a finales de octubre de 2019 en la ciudad balneario de Sochi, a orillas del mar Negro. Copresidida por los presidentes de Rusia y Egipto, Vladimir Putin y Abdul Fattah al-Sisi, contó con la asistencia de los altos mandatarios de 43 de las 54 naciones de África. Entre los ausentes, el rey de Marruecos,  Mohamed VI. La cumbre prevista para dentro de 6 meses es todo un reto para Vladímir Putin a causa de la guerra de Ucrania. El Kremlin está desplegando toda su influencia para evitar en la medida de lo posible que las ausencias de líderes africanos sean significativas.

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