El temblor de la tierra lastra a una región ya de por sí castigada por las bajas temperaturas, un brote de cólera y los continuos enfrentamientos armados

Los seísmos agudizan la crisis crónica del noroeste de Siria

photo_camera AFP/ BULENT KILIC - Un residente local, cuyos seres queridos aún están bajo los escombros, frente a los edificios derrumbados en Hatay el 15 de febrero de 2023, nueve días después de que un terremoto de magnitud 7,8 azotara partes de Turquía y Siria

Las agónicas labores de rescate enfilan su recta final en Turquía y Siria. El número de víctimas mortales asciende hasta los 41.000, pero los equipos de emergencias no tiran la toalla en las ciudades turcas de Malatya, Kahramanmaras o Antioquía, reducidas a escombros. Tampoco en los enclaves sirios de Jindires, Afrín o Alepo, donde la tragedia es el último clavo en el ataúd para un país desgarrado por las heridas de la guerra civil. En Siria han perdido la vida hasta el momento casi 6.000 personas, la mayoría sin ni siquiera recibir asistencia. 

El temblor de la tierra ha afectado de gravedad a otras ciudades sirias, como Latakia o Hama. Pero la zona más golpeada ha sido el noroeste del país, donde una miríada de grupos opositores al régimen de Bashar al-Ásad combate por imponer su mando. Este área escapa de los tentáculos del debilitado Gobierno sirio desde que diera comienzo la guerra civil en 2011, y ha sufrido en todo este tiempo los bombardeos de las fuerzas de Damasco con el respaldo aéreo de Rusia, su principal aliado. Tanto es así que el 60% de las infraestructuras ya habían sido dañadas o destruidas antes del seísmo, especialmente los centros médicos, recoge el Middle East Institute.

Cascos Blancos

La capacidad de hacer frente a la catástrofe es mínima. El norte de Siria ha tenido que afrontar las consecuencias de los seísmos prácticamente en solitario como resultado del aislamiento al que se ha visto sometido por el Gobierno sirio y su vecino turco. Las labores de rescate dependen de los voluntarios de los Cascos Blancos, que saltaron a la fama durante la guerra tras asistir a la población civil en los intensos bombardeos del régimen de al-Ásad. Pero, en comparación con los equipos internacionales desplegados en Turquía, han sido pocos los que han prestado su apoyo a una región en la que residen unas 4 millones y medio de personas desplazadas, que huyen de los bombardeos, el reclutamiento, los combates o la persecución sistemática. 

Las crisis se solapan en el norte de Siria. La guerra no ha acabado, a pesar de haber entrado en un impasse. De hecho, apenas una semana antes de los terremotos, las fuerzas de Damasco bombardearon con artillería pesada en las afueras de la gobernación de Idlib. Y solo dos días antes, la organización Hayat Tahrir al-Sham (HTS), una red de milicias de corte salafista afiliadas a Al Qaeda, que controla gran parte de la región, se enfrentó a las tropas de al-Ásad. A los combates se han sumado las temperaturas gélidas y un inédito brote de cólera que comenzó en agosto.

Bashar al Asad

La guerra civil ha fragmentado Siria en tres partes: la zona mayoritaria en manos del régimen, el noreste gestionado por los kurdos de la Administración Autónoma del Noreste y Este de Siria (AANES), más conocido como Rojava o el Kurdistán sirio, y el noroeste, donde operan varios grupos opositores de al-Ásad que se enfrentan entre sí por establecer su poder, como el Ejército Nacional Sirio (ENS) o el mencionado Hayat Tahrir al-Sham. En este escenario, Turquía busca impedir a toda costa que los kurdosirios creen un Estado autónomo. 

“Turquía tiene interés en estabilizar el norte para evitar una posible afluencia de refugiados sirios a su territorio y devolver a los que ya están en Turquía. Sin embargo, este deseo se ha visto a menudo obstaculizado por el constante deterioro de la situación de seguridad, resultado principalmente, pero no exclusivamente, de las luchas internas entre las facciones del Ejército Nacional Sirio”, explica el analista Orwa Ajjoub en Middle East Institute. Ankara respalda a este actor, pero ha permitido hasta cierto punto el avance de los salafistas del HTS.

Abu Mohammad al-Jolani

Hayat Tahrir al-Sham, designado en 2013 como “organización terrorista” por Estados Unidos, administra precisamente el paso fronterizo de Bab al-Hawa, el que era el único corredor operativo para la entrada de ayuda humanitaria al norte de Siria hasta que el régimen de al-Ásad permitió el lunes la apertura de otros dos nuevos cruces. Bab al-Hawa resulta determinante para asistir a las víctimas del seísmo en suelo sirio, aunque los sucesivos terremotos y sus réplicas dañaron el recorrido, por lo que no pudo ser traspasado durante tres días. Ahora, con el camino transitable, su funcionamiento vuelve a ser vital para las labores de rescate y asistencia. 

El líder de la organización, Abu Mohammad al-Jolani, que encabezó en el pasado el Frente al Nusra, intenta presentar ahora su lado más pragmático y moderado para granjearse un respaldo algo más explícito por parte de Turquía y la aceptación de los países occidentales. Pero eso no le impidió bloquear el acceso del convoy humanitario de la ONU días después de los seísmos, acusando al organismo de intentar acceder desde una zona controlada por Damasco. Aunque en una entrevista con el diario londinense The Guardian, al-Jolani aseguró que los pasos fronterizos estaban habilitados y denunció la inacción de Naciones Unidas. Además, cargó contra al-Ásad y sus aliados rusos: “Han convertido este lugar en un terremoto durante los últimos 12 años. Aun así, hemos construido un Gobierno que satisface las necesidades de nuestro pueblo. Tenemos que ser capaces de construir gobernanza y sostener a la gente. Pero este lugar aún necesita mucho más”.

Recep Tayyip Erdogan
El terremoto golpea el PIB de Turquía 

Turquía, que acoge a más de 3 millones y medio de sirios, asume la mayor parte de las víctimas que han dejado los terremotos registrados hace 10 días en Gaziantep. Al menos 36.187 personas han perdido la vida hasta la fecha en un país que deberá hacer frente, además, a los adversos efectos económicos causados. El Banco Europeo de Reconstrucción y Desarrollo (BERD) ha contabilizado en un informe publicado este jueves que Turquía perderá el 1% del PIB. Un día antes, la lira turca alcanzaba su nuevo mínimo histórico.

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