El Mediterráneo, la apuesta de Macron

Diego Urteaga

El interés del Elíseo, y en particular de Macron, por revitalizar el tantas veces fallido diálogo Mediterráneo se enmarca dentro de una agenda exterior que está renovando las relaciones de Francia con el continente africano, de la que hemos hablado aquí. Francia no sólo ha sido el impulsor de esta nueva iniciativa, lanzada en Túnez en febrero de 2018, cuando promovió la cumbre entre las dos orillas, que se ha celebrado en estas fechas, sino que también ha sido el único cuya representación ha estado encabezada por el jefe de Estado. Este hecho evidencia la fuerte apuesta de Macron por este proyecto, e incluso, el mismo se encargó de clausurar un acto en el que se ha querido poner el acento sobre la sociedad civil.

Para Francia, el desarrollo africano y, en particular, el de los países del norte de África como son Túnez, Argelia, Mauritania y Marruecos, es de vital importancia. El reciente avance democrático de Túnez (con las tensiones y presiones internas que reflejan los atentados cometidos mientras se escriben estas líneas en ese país), el descontento social que puede propiciar una transición política en Argelia (elecciones aplazadas y renuncia de Bouteflika a una nueva reelección) y el contexto marroquí de una relativa mayor apertura, arrojan un escenario para este nuevo formato que invita al optimismo. Por eso, el objetivo de la Cumbre de las Dos Orillas es dar relevancia a la sociedad civil, con un papel protagonista, muy reciente, en estos países, como motor de cambio en las relaciones norte-sur, aportando un mayor dinamismo que el de la diplomacia tradicional. ‘

Marruecos, Argelia y Túnez representan un 25% de los estudiantes extranjeros en Francia. Además, Marruecos es el país dónde más centros de enseñanza superior franceses se ubican, con un total de 75. El 70% de los turistas que visitan Francia, desde el continente vecino, provienen del norte de África. En definitiva, con una inseguridad mucho menor que la del África subsahariana – a excepción de Libia – y con una relación tanto comercial, como política y social muy importante para el país galo, la orilla sur mediterránea presenta una zona propensa a concentrar esfuerzos diplomáticos y económicos). 

La creciente sociedad civil norteafricana ha tenido la oportunidad, además, de estar presente en los foros que se han realizado durante este año y que han servido para desarrollar los proyectos que se han acabado presentando en Marsella, entre los que destacan propuestas como la creación de una serie de escuelas enfocadas a profesiones relacionadas con el mar, un programa de empleo o un medio de comunicación multilingüe que se centre en cuestiones mediterráneas. Esta última propuesta es otro ejemplo del beneficio que puede sacar Francia de esta mayor relación. Se estima que la población francófona se triplique para 2050 gracias al aumento de la escolarización y de la natalidad de muchos países africanos. Sin embargo, depende también de que estos países africanos continúen con su uso y enseñanza y que no sigan el rumbo de Ruanda, que cambió la lengua de la enseñanza y la administración al inglés en 2008. Este tipo de iniciativas permiten a París mantener e impulsar los vínculos culturales y lingüísticos con la región a través del soft power

Este nuevo impulso a la mejora y profundización de las relaciones mediterráneas que ha iniciado Francia se integra perfectamente en el plan de Macron para retomar su papel predominante al menos, en la región francófona africana. Con un tamaño más reducido que la Unión por el Mediterráneo de Sarkozy, que fue enterrada en 2008, la Cumbre de las dos Orillas puede haber encontrado un equilibrio entre la diplomacia, la economía y los aspectos sociales y culturales, de los que Francia, sin duda, saldrá muy beneficiada.

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