La República Democrática del Congo vive en el este del país una de esas situaciones de violencia casi crónica en el continente africano. Los alrededores de las localidades de Goma y Buyumbura, en plena frontera con Ruanda y Burundi, respectivamente, son el epicentro de la actividad de los grupos armados presentes en esta región, donde se mezcla la violencia étnica y política de milicias que, en algunos casos, proceden de los países vecinos de esta región de los Grandes Lagos.
En esta ocasión, el ataque a un convoy de Naciones Unidas, que se dirigía a visitar un programa de alimentación del Programa Mundial de Alimentos en Rutshuru, se ha saldado con la muerte de tres personas, una de ellas el embajador italiano en el país, Luca Attasiano. Los otros dos fallecidos han sido un carabinero italiano de la escolta del embajador y el conductor del vehículo en el que viajaban.

Según han comunicado fuentes del Gobierno italiano y de la RDC, el ataque se ha producido en las inmediaciones de la ciudad de Goma, en concreto en el Parque Nacional de Virunga, al norte de la localidad fronteriza. El embajador italiano fue traslado al hospital de Goma con heridas de bala en el abdomen, donde finalmente falleció.
La muerte del embajador italiano solo da notoriedad a una situación que en esta región se ha convertido en la norma, y que en ocasiones trasciende las cifras habituales por la notoriedad o la procedencia de las muertes. En 2018, varios turistas británicos fueron secuestrados en esta misma zona, por lo que se apunta a que, en esta ocasión, el objetivo era el mismo.

Son múltiples los grupos armados que actúan en esta zona de la RDC, en concreto en tres de las provincias: Kivu del Norte, Kivu del Sur e Ituri, que limitan con Uganda, Ruanda y Burundi, donde algunos de los grupos armados tienen su origen, aunque su actividad se haya centrado en el territorio congoleño durante los últimos años. Varias de las milicias tienen, incluso, vínculos políticos en los países vecinos, donde ciertos movimientos políticos han contado hasta hace relativamente con brazos armados. El resto, provienen de conflictos anteriores en la región, que han visto en el robo y el asalto una forma de subsistencia.
Toda esta amalgama de milicias y grupos armados han sumido la región en una serie de enfrentamientos con las fuerzas de seguridad, las fuerzas congoleñas y las tropas de la MONUSCO, la misión de Naciones Unidas en el país. Una violencia que ha dejado, según ACNUR, más de 2.000 civiles muertos en 2020.

A la violencia en la región se le suma, también, la que ejerce el terrorismo debido a la creciente presencia del ISCA, la rama del Daesh en la región de África Central, y la situación que se vive con el ébola, que a pesar de que a principios del verano pasado parecía erradicado, han surgido nuevos brotes.
Hace apenas unos días, el presidente del país, Félix Tshisekedi, nombraba un nuevo primer ministro: Sama Lukonde, tras la caída de su predecesor en una moción de censura a principios de este año. No es por tanto una situación política estable, lo que dificulta que la estabilidad fructifique en un área tan convulsa como la que vive el este del país.
A pesar de la presencia de los 15.000 efectivos de la MONUSCO, con una fuerte presencia en el este del país, Kinhasa no ha conseguido reducir la violencia. Se ha tratado de llegar a acuerdos de paz con algunas milicias, además de importantes campañas militares contra otras, pero los ataques continúan sucediéndose, agravando la inestabilidad no sólo de la región y del país, sino también de países vecinos, debido a los vínculos y los orígenes de algunas de estas milicias.