La paradoja iraní: entre la apertura y el statuo quo

Alexandra Dumitrascu

Pie de foto: El presidente de Irán, Hasán Rouhaní, haciendo la señal de victoria tras haber depositado su voto.

Los resultados de la segunda vuelta a las elecciones legislativas en Irán, del pasado 29 de abril, sin duda, han supuesto una apuesta más contundente por los reformistas y moderados, rama a la que pertenece el presidente Hasán Rouhaní. Tras las primeras elecciones celebradas el 26 de febrero, ya se respiraba un aire de cambio dentro del Parlamento iraní, y en esta ocasión, compitieron cerca de 136 candidatos. Así, tal como informaron medios locales, los reformistas se han consolidado con 122 escaños, tras haber ganado 34 de los 68 que quedaron sin asignar de la primera vuelta, y aunque no tendrán mayoría absoluta, si gozarán por primera vez de una mayoría bastante sólida (40% de los escaños) que les va a dar margen de negociación para las futuras políticas aperturistas. El resto de asientos en el Parlamento, hasta completarse los 290 disponibles, 84 corresponderían a los conservadores, y 82 a los independientes.

Una de las principales novedades de estos comicios ha sido el hecho de que por primera vez desde la Revolución de 1979 el Parlamento va incluir 17 bancadas ocupadas por mujeres, lo que contrasta con los asientos asignados a los líderes religiosos, que únicamente han obtenido 16.

Los resultados de abril reflejan por una parte el apoyo de la mayor parte de la población a las políticas del Gobierno de Rouhaní, orientadas hacia Occidente, con una clara voluntad de apertura y reinserción en el seno de la Sociedad Internacional, a la vez que se desvincula del conservadurismo más duro que, por primera vez desde 2004, han perdido su mayoría en el Parlamento. El éxito de las negociaciones del programa nuclear, que llevó a alcanzar un acuerdo con Estados Unidos, principalmente, permitió un alivio en las sanciones que ahogaron la economía iraní durante el Gobierno del ex presidente Mahmud Ahmadineyad. Y eso fue principalmente lo que impulsó el apoyo de la sociedad, especialmente de las capas más jóvenes. El 60% de los cerca de 80 millones de habitantes tiene por debajo de los 30 años, y es cada vez  más exigente y activa desde el punto de vista político. A pesar de la estricta regulación religiosa que rige en las escuelas, los  jóvenes desafían cada vez más la educación religiosa, y la sociedad se ha vuelto mucho más secular en los últimos años.

Sin embargo, a pesar de que estos resultados pueden infundir un cierto optimismo, sobre todo a nivel internacional, el panorama está lejos de ser fácil. La mayoría obtenida por los reformistas, si bien supone un avance muy relevante – en el Parlamento anterior había únicamente nueve reformistas – esta no es suficiente para que el presidente lleve a cabo su programa político, especialmente en el plano nacional. Para que sea relativamente posible, va a tener que recibir el apoyo de los independientes, algo harto difícil por la inclinación tradicional de estos hacía el conservadurismo. Además, la corrupción es un problema inherente en el país. Transparencia Internacional, situaba a Irán en su índice de 2015 en el puesto 130 de 168.

No obstante, antes de embriagarse bajo el soplo reformista habrá que tomar en consideración varios aspectos de la política de Irán.

Poco margen de maniobra

Irán en la actualidad es una autocracia, en donde, independientemente de la orientación ideológica del Gobierno, el que tiene la última palabra es el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei, que interviene directamente en los asuntos más sensibles o cuando sus intereses puedan estar amenazados. A pesar del respaldo concedido al presidente Rouhaní para negociar los términos del acuerdo nuclear, es más que conocida su visión antioccidental, y especialmente antiestadounidense, así como su tendencia a favor de conductas conservadoras a nivel doméstico. Una de las principales razones por la que la administración Rouhaní recibió el apoyo del ayatolá estaría relacionada con la difícil coyuntura económica en la que estuvo inmerso Irán durante la presidencia del conservador Ahmadineyad, en el cargo hasta julio de 2013.

Su agresiva política nuclear se ganó estrictas sanciones por parte de Estados Unidos y la Unión Europea que llevó al país a sus niveles más bajos desde 1979, con tasas de inflación y de desempleos elevadas, y crecimiento económico débil. Durante los últimos dos años del mandato de Ahmadineyad, la economía de Irán se contrajo un 5.8% y un 1.3%, respectivamente, y la inflación alcanzó el pico de 42% en el 2013. Asimismo, las fuertes sanciones tuvieron un efecto devastador en la exportación del petróleo de esta economía fuertemente dependiente de los ingresos de esta partida, además del gas. Irán es el cuarto país con mayores reservas de petróleo - posee el 11% de las reservas mundiales-, y el segundo en lo que tiene que ver con las reservas de gas. Por tanto, en este sentido, no es de extrañar que los ingresos de las exportaciones de petróleo y gas representen el 60% del presupuesto iraní, y el 85% de la totalidad de las exportaciones del país.

El deterioro económico de la última década ha sido tal, que en la actualidad Irán ocupa los últimos puestos de los principales índices internacionales. El Índice de Transformación de la fundación alemana Bertelsmann Stifung (BTI 2016) que mide transformación democrática, la economía de mercado y la calidad de la gestión política de 129 países del mundo, sitúa al país en el puesto 117 con una economía pobremente funcional, con una caída de 14 posiciones en los últimos diez años.

Las actividades económicas y los negocios de alto nivel están reservados a una élite poderosa, fundamentalmente a miembros de los Cuerpos de la Guardia Revolucionaria (CGRI). Durante la presidencia de Ahmadineyad, este corpus, cuya función básica consiste en asegurar la seguridad y estabilidad internas, se volvió en la entidad económica más poderosa, después del Estado, tal como se asegura en el índice BTI. Las Bases de Construcción Khatam al-Anbiya en manos de CGRI que monopoliza el sector de la construcción y desarrollo, con nula capacidad del Gobierno de impulsar la inversión privada en esta aérea.

El sector privado únicamente representa un 20% de la economía iraní y es demasiado débil para competir con las empresas públicas o semi-públicas que dominan la productividad del país. El Índice de Libertad Económica 2015 de la Fundación Heritage ubicaba a Irán en el puesto 171 de un total de 177 países, debido a las estrictas regulaciones que el Estado impone sobre las inversiones y el comercio.

El director del Centro de Comercio Mundial de Irán, Mohammad Reza Sabzalipour, aseguró a poco de que Rouhaní asumiera la presidencia, que uno de los objetivos de su Gobierno es minimizar el papel del sector público para favorecer las inversiones y el sector privado, aunque para cambios mayores necesitará en todo momento la aprobación del líder supremo, a pesar de los nuevos cambios introducidos en el Parlamento tras las elecciones legislativas.

Una de las mayores aspiraciones del presidente Rouhaní es situar a Irán entre las 12 mayores economías mundiales, un objetivo que es previsible que se alcance en un periodo a corto plazo tras el levantamiento de las sanciones, dado que en 2014 este país ya ocupaba el puesto 18, de acuerdo con datos del Fondo Monetario Internacional  (FMI).

No obstante, uno de los mayores obstáculos a la recuperación del país lo representa el bajo precio del petróleo, en caída libre desde hace meses, lo que va a significar que el Gobierno se deba manejar con prácticamente la mitad de las entradas de la exportación del petróleo, que va a ser escaso para mantener bajo control a una sociedad altamente decepcionada que prefiere emigrar en busca de mejores oportunidades tanto sociales como económicas. De acuerdo con declaraciones del ministro de Ciencia y Tecnologíam Reza Faraji Dana, de 2014, cada año, unos 150.000 iraníes bien formados prefieren salir del país, lo que supone una pérdida  de 150 billones de dólares para la economía.

Situación interna

Aunque en el plano externo las cosas parecen ser favorables al presidente, a nivel doméstico las cosas son diferentes, en donde los asuntos internos se han dejado en manos de los oponentes políticos conservadores que hasta ahora han dominado en el Parlamento, y por tanto han bloqueado todo intento de reforma que pudiera llevar a mayor apertura a nivel nacional. Además, a estos se han unido el poder judicial y los omnipresentes CGRI, apoyados también por el ayatolá, fuertemente a favor de mantener el statuo quo.

Es más, desde el cambio de Gobierno, paradójicamente, la situación no sólo que no mejoró, sino que cada vez ha ido a niveles más altos de represión de la población.

Los CGRI y la policía tienen libertad a la hora de reprimir cualquier intento de protesta social, y de vigilar el cumplimiento de los estándares morales por las calles.

En el informe sobre la pena de muerte en el mundo, Amnistía Internacional destaca a Irán como segundo país con más ejecuciones, sólo detrás de China. De acuerdo con el organismo, en el 2015 en el país se llevaron a cabo más de 977 ejecuciones, una cifra que casi triplica a la de 2013 cuando se registraron 369 penas de muerte.

Asimismo, tal como se asegura desde Periodistas sin Fronteras, Irán es uno de los países más represivos para con los profesionales de los medios, con 37 periodistas y bloggers en prisión. Plataformas como Youtube, whatssapp, y Facebook, están bloqueados para los ciudadanos de a píe, aunque millones de personas se las ingenian para esquivar la medida, a base de softwares anti filtro.

En cuanto a la población civil, hace poco el poder judicial y la policía ha ordenado el emplazamiento en las calles de cerca de 7.000 agentes encubiertos para velar que los iraníes vistan de acuerdo con los códigos islámicos. Aunque el presidente Rouhaní se ha opuesto a esta medida, éste hasta ahora no ha gozado de poder político alguno para impedir que se llevara a cabo.

La victoria del bloque reformista en el Parlamento asegura mayor margen de maniobra y también allana el camino hacia una posible reelección del actual presidente en las elecciones de 2017, lo que supondría continuidad sobre todo a nivel internacional, y un posible cambio a nivel nacional, en caso en que va a recibir el respaldo de los independientes para llevar a cabo sus reformas. No obstante, para  poder presentarse como candidato tendrá que recibir el visto bueno del Consejo de Guardianes, y seguir contando con apoyo del líder supremo. La tarea no va a ser fácil, pero la sociedad civil también tendrá mucho peso a la hora de determinar el rumbo del país.

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