Las comunidades serbia y albanesa viven divididas

Ser serbio en Kosovo

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“Los habitantes de Belgrado estiman que los serbios de Kosovo han vivido demasiado tiempo en compañía de musulmanes". En una conversación con un terrateniente serbio, un profesor inglés que a la sazón trabajaba en Pristina preguntó por el problema de los serbios que abandonan Kosovo.

El terrateniente dice que son medio negros porque vienen de Kosovo. Aducen que son sucios y los llaman musulmanes. Muchos de ellos regresan a Kosovo. Son kosovares.” Escribía Miranda Vickers en su libro ‘Between Serb and Albanian. A History of Kosovo’ (Entre Serbia y Albania. Una historia de Kosovo) donde analiza este conflicto que lleva presente en los Balcanes desde antes, incluso, de la formación de Yugoslavia.

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Kosovo declaró su independencia hace más de trece años. Algo que Serbia se niega a aceptar a pesar de las peticiones de la Comunidad Internacional. Sin embargo, ambas partes se han estado reuniendo en los últimos años con el fin de responder a los intereses de ambos, y ciertos asuntos les mantienen aún enfrentados; la independencia es el más importante, pero no el único. La influencia de Serbia sobre las comunidades serbias de Kosovo es otro tema polémico. De esta manera, las zonas de mayoría serbia del país continúan estando solo parcialmente integradas y son un posible foco de violencia. Los serbios elegidos para el parlamento de Kosovo y designados para puestos gubernamentales siguen las órdenes de Belgrado abiertamente.

Kosovo supone un territorio de confluencia de comunidades, aunque todas ellas quedan en el centro del conflicto entre albaneses y serbios, las mayores comunidades del país. De acuerdo con el último censo registrado en el territorio, realizado en 2011, todos los posteriores han sido saboteados por la comunidad albanesa, y que excluye el norte del país, los principales grupos minoritarios son bosnios (1,6%), serbios (1,5%), turcos (1,1%), askhali (0,9%), egipcios (0,7%), gorani (0,6%) y romaníes (0,5%). Sin embargo, y puesto que este censo no cuenta la población al norte del país, de mayoría serbia, estimaciones basadas en datos de la OSCE de 2010 y 2013, consideran que había 146.128 serbios viviendo en Kosovo, lo que representaba el 7,8% de la población total: de ellos, 70.430 estaban en norte de Kosovo y 75.698 en el sur de Kosovo, con un total de 10 municipios donde los serbios son mayoría.

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De esta manera, las comunidades serbia y albanesa viven divididas. Las relaciones entre ambas etnias rara vez se dan, y mucho menos en un contexto social. Los serbokosovares no hablan albanés o salen de sus respectivos municipios, y es raro el albanés que sepa serbio. Los jóvenes serbios acuden a escuelas diferentes donde estudian en su respectivo idioma y los contenidos son decididos desde Belgrado. En cuando a puestos de trabajo, es cierto que la mayoría de los puestos públicos son dados a albaneses, aunque debido al idioma. Es al contrario en los municipios serbios, aquí los puestos oficiales son ocupados por serbios.

Todos estos hechos hacen que la división entre comunidades rija la realidad del país. No solo eso, sino que esta separación de comunidades hace que los serbios vivan en una especie de limbo, donde parecen no pertenecer a ninguna parte.

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Marko se trasladó desde Belgrado a Gracanica, municipio a tan solo 9 kilómetros de Pristina donde el 67,7% de su población es serbia, con seis años, al joven al igual que la mayoría de los locales no le importan las tensiones entre los dos países sino “tener todos los mismos derechos como aquellos serbios que viven en otras partes, en lugar de estar limitados”. Se refiere a que a los serbios residentes en Kosovo no se les concede el pasaporte serbio. Para poder conseguirlo necesitan residir en Serbia durante más de un año, algo que la misma policía se encarga de certificar cada poco tiempo. “Si al menos nos proporcionara [Serbia] lo que necesitamos, aunque fuera para agradar a los serbios de Kosovo, podría decir que no es exactamente independiente”, explica el joven sobre la independencia del país balcánico.

No solo esto, sino que el Gobierno de Pristina no tiene control sobre las zonas norte del país, en su mayoría serbias, ya que estas responden abiertamente ante Belgrado. Esto hace que, por ejemplo, la electricidad en estas áreas sea suministrada gratuitamente por el Gobierno de Pristina, puesto que no existe una empresa serbia acreditada para realizar la distribución y conexión con las autoridades de Kosovo en materia energética en estas áreas, por lo que los serbios afirman que "no saben dónde realizar el pago”. Este hecho ha propiciado que muchos albaneses se hayan trasladado a estas zonas, aumentando aún más los choques entre ambas comunidades.

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Marko admite que él no ha tenido ningún altercado por ser serbio en Kosovo, pero “sí que me llegan experiencias de otros a los que parece que le han pegado o insultado por hablar en serbio”. Por su parte, el joven admite que cuando va a Pristina siempre habla inglés y que no imagina a su madre en la capital, “ella no sale de Gracanica”.

Esta puede ser la principal diferencia entre las generaciones, el estudiante de filosofía admite que “existe un gran salto general” con respecto a la interacción entre ambas comunidades. “La gente joven es más abierta en lo que una perspectiva occidental se refiere, a esas ideas que trae el progreso, como es la interacción con todos”, reflexiona Marko. No está de acuerdo con esto Rita (nombre ficticio a petición de la fuente) albanesa de Presheva, municipio al este de Pristina donde conviven ambas comunidades, ella no ve diferencia con sus mayores en cuanto a la interacción con la comunidad serbia y admite que no se relaciona con los serbios, “en el colegio, por ejemplo, había un grupo, pero siempre estaban separados del resto y nosotros, la verdad, tampoco hacíamos por socializar con ellos”, recuerda la joven.

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Y es que la independencia de Kosovo puede ser el gran foco de conflicto entre Pristina y Belgrado, pero para las comunidades albanesa y serbia, son más bien aquellos recuerdos de la guerra, “nos hicieron daño. Por eso ni la generación joven quiere relacionarse alegremente con ellos. Hay tantas familias sin papá, tío, abuelo por ellos…”, se lamenta Rita.

La comunicación entre ambas comunidades es prácticamente nula. Tan solo en Mitrovica, donde un puente separa ambas comunidades, se puede apreciar cierto acercamiento, en el resto de zonas donde conviven albaneses y serbios, el trato entre ambas es inexistente. Incluso en la misma capital.

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Tomas es de Belgrado, aunque hace meses que se trasladó a Pristina, el joven es traductor de serbio y bromea diciendo que es “un serbio traidor”. Él mismo reconoce que su propio país “no admite hechos”, cuando se le pregunta sobre el genocidio. El joven explica que no tiene muchos conocidos serbios es Kosovo, “se podría decir que mi perspectiva es mucho más albanesa con respecto a Kosovo. Recuerdo que tenía diecisiete años cuando se independizó y automáticamente pensé que era lo lógico”.

Tomas está especializado en estudios eslavos y lleva años inmerso en la cultura albanesa y su idioma. Por ello, él entiende las diferentes visiones de Marko y Rita, “los albaneses tienen el recuerdo de lo que pasó y siguen lidiando con ello, los serbios no”. Es, por ende, lógico que para los segundos la interacción sea posible, no es lo mismo para los primeros. Rita admite que no sabe si tendría amigos serbios, “sería complicado”. Marko, por el contrario, cuenta alegremente que su mejor amigo es albanés. “Si los serbios viniesen, se parasen hablar con albaneses y viesen que no hay nadie que no haya perdido a alguien por la guerra empezarían a reconocer las cosas”, sentencia el joven de Belgrado.

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En los últimos días las tensiones entre Belgrado y Pristina parecen haberse reavivado debido a las nuevas medidas para el tránsito de vehículos, que obligan a los coches serbios a cambiar su matrícula para entrar en Kosovo. Así como lleva haciendo Kosovo más de diez años. Sin embargo, esto poco importa a las poblaciones. Ellas siguen lidiando con las consecuencias de la guerra, la crisis económica o el incremento del desempleo juvenil que ya supera el 40%. Los expertos en la región hace días que califican todo lo que ocurre en la frontera como ‘teatro’, para Tomas es más bien “un circo” que “al Gobierno de Serbia le gusta crear cada cierto tiempo”. Aunque, estas medidas, lo que sí hacen es remarcar aún más el limbo en el que viven los serbios en Kosovo. No se sienten parte de Kosovo, pero Serbia les hace ver que tampoco son parte de su territorio. Como bien explica Marko, “lo que hacen es limitarnos; nuestros propios países nos limitan”.

Sea un problema artificial o un nuevo capítulo en el principal conflicto de los Balcanes, las tensiones entre Serbia y Kosovo lejos están de acabarse. Al igual que la situación de Kosovo, lejos está de estabilizarse; su reconocimiento y aceptación depende de que estos conflictos lleguen a su fin, y nadie se imagina un gobierno serbio que acepte las peticiones de la que todavía considera su provincia. Y lo que es más importante, mucho queda para que estas dos comunidades olviden el pasado y decidan convivir con su vecino de al lado, lo que impide a todas miras el reconocimiento de Kosovo. Y es que, como asegura Tomas, “este es un movimiento que tiene que venir de la gente. Cuando todos los kosovares lo reconozcan, Serbia no tendrá más remedio que hacerlo”.

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