El clérigo ultraconservador Ebrahim Raisí, jefe del Poder Judicial, logró una aplastante victoria en las elecciones presidenciales de Irán, sin mucha sorpresa, según los resultados preliminares. En unas elecciones marcadas por la baja participación, o eso indican los sondeos, como consecuencia de la desilusión política y los graves problemas económicos que atraviesa el país.
El inicio de la carrera electoral no estuvo exento de polémica debido a que el Consejo de Guardianes, el órgano encargado de aprobar las candidaturas, rechazó a varios aspirantes destacados de los sectores reformista y moderado, como el expresidente del Parlamento Alí Lariyaní.
El conservador Raisí, un cercano del líder supremo Alí Jamenei, y que se había presentado en 2017 contra el presidente Rohani. Raisí es el más conocido de los aspirantes y los sondeos de opinión han mostrado que los iraníes fueron receptivos a su campaña anticorrupción. Como religioso, tiene un gran poder e influencia dentro del país, no obstante, el pasado de este clérigo crea controversia por estar involucrado en un sistema de justicia en Irán que no es bien visto entre los activistas.

Durante la campaña electoral, ha abogado por "un Irán fuerte" y por "una gestión eficiente" de los recursos y capacidades internas para lograr "un auge de la producción". También ha prometido luchar contra la corrupción y apoyar a los jóvenes para mejorar su situación económica con medidas como la construcción de cuatro millones de viviendas, con las que pretende disminuir los altos precios. Es el candidato que más mítines electorales ha realizado, aunque han sido muy limitados debido a las restricciones por la COVID-19, y su imagen está más presente en los carteles de propaganda diseminados por Teherán.
En las presidenciales celebradas ayer estaba clara la victoria de Raisí debido a la debilidad de sus contrincantes, y lo que generaba más incertidumbre era la participación, muy importante para legitimar el sistema teocrático iraní. El actual mandatario, Hasan Rohaní, felicitó asimismo al presidente electo, aunque sin nombrarlo debido a que por ley se debe esperar al anuncio oficial de los resultados.
Desde hace varios meses, los opositores en el exilio llevan a cabo una campaña en las redes sociales para boicotear las elecciones, utilizando el lema "No a la República Islámica", entre otras consignas. Tras la violenta represión de las oleadas de protestas del invierno de 2017-2018 y de noviembre de 2019, se expresa cada vez más abiertamente una clara desconfianza hacia el Gobierno.

Dentro de Irán, existen candidatos en un espectro político que incluye ampliamente a los de línea dura que quieren expandir el programa nuclear de Irán, los moderados que se aferran al ‘status quo’ y los reformistas que quieren cambiar la teocracia desde adentro.
Solo 3 personas de las 592 que se registraron lograron superar el filtro del poderoso Consejo de Guardianes, que rechazó la candidatura de figuras de peso como el expresidente del Parlamento, Alí Lariyaní, el actual primer vicepresidente, Eshaq Yahanguirí, uno de los pocos reformistas que quedan en activo y el expresidente ultraconservador Mahmud Ahmadineyad, cuya candidatura también fue rechazada y no votará en las elecciones.
Los otros tres candidatos más destacados eran Mohsen Rezaí, que obtuvo 3,3 millones de votos; Abdolnaser Hematí, que logró 2,4; y Amirhosein Qazizadeh Hashemí, un millón. Se entiende que el resto de sufragios han sido en blanco o inválidos, según Efe.
Las elecciones iraníes llegan en un momento difícil para un país golpeado por una crisis económica agravada por la pandemia y por las sanciones económicas impuestas por los Estados Unidos. Para los reformistas y moderados que gobiernan con Rohaní desde 2013, la solución a los problemas del país pasa por las conversaciones que se están llevando a cabo en Viena para intentar reactivar el acuerdo nuclear de 2015.
La vuelta al pacto nuclear es uno de los aspectos claves en las presidenciales iraníes, el país persa ya ha adelantado que su política nuclear no cambiará tras los comicios, pero las potencias occidentales no se llegan a fiar y temen que la llegada de un conservador al poder dificulte las negociaciones para restablecer el acuerdo nuclear de 2015
En unos comicios marcados por la pandemia, la fuerte crisis económica y por las tensiones inherentes que existen en la región. Más de 59 millones de iraníes estaban llamados a las urnas, pero solo 28,6 millones acudieron a votar, aunque no es el total definitivo, debido a la desilusión pública por la política y los graves problemas económicos. No obstante, la comunidad internacional estará muy pendiente de lo que ocurra en Irán, ya que puede suponer un cambio en la situación de la región.