África no siempre ha sido un continente modesto en comparación con el resto del mundo. Desde el glorioso Antiguo Egipto hasta el imperio de Mali, el continente africano siempre ha sido lugar de prosperidad y desarrollo de grandes civilizaciones. No deja de ser una de las paradojas más grandes de la humanidad, cómo un continente con tantos recursos hoy es considerado el más pobre.

África es uno de los lugares más diversos del mundo donde existen más de 1.700 lenguas y donde, pese a la percepción que tenemos desde Occidente, existen decenas de formas de entender la política económica y social.
En África hay 10 países en el top 40 de productores de petróleo; 4 en top 15 de productores de oro a nivel mundial; Sudáfrica produce el 75% de todo el platino del mundo; el Congo el 70% del cobalto (esencial para la elaboración de baterías recargables); Botsuana es el mayor productor de diamantes; Costa de Marfil y Ghana producen más de la mitad del cacao del mundo; y más del 75% de fosfatos a nivel mundial están en Marruecos. Pero ninguno de estos países es rico.

La paradoja de los recursos
Entre los motivos por los que África no es una región adinerada es por la falta de diversificación económica. Las economías africanas dependen de la explotación y exportación de sus recursos naturales lo que les hace vulnerables a los precios e inestabilidad del valor de las materias primas, por ejemplo, la caída del precio del petróleo en 2014 que causó recesiones económicas en 8 de los 10 mayores productores de petróleo del continente como Nigeria, Argelia, Angola o Libia, llegando a perder el 30% del valor de su PIB (Producto Interior Bruto).
Otro factor clave es la falta de infraestructura y capital humano que sirve para el desarrollo de las materias primas. La inversión en infraestructuras permitiría a los países exportar el producto final en vez de las materias primas cuyo valor siempre es mayor. Esto provoca la escasez de generación de empleo y un techo de cristal de crecimiento pues no se puede alcanzar mayor ingreso que el del valor de la materia prima.

La corrupción y la mala gestión gubernamental desempeñan un papel crucial en la pobreza de África. En Angola desaparecieron, en 2011, ingresos por hidrocarburos equivalentes al 25% del PIB de ese año, cuya respuesta por parte del Gobierno ante el Fondo Monetario Internacional fue que se dio “un error contable”. La alta tasa de natalidad, la falta de acceso a anticonceptivo y, la baja educación de la población genera una gran presión sobre el consumo de los recursos como la sanidad, educación y vivienda. Las 25 tasas de natalidad más altas del mundo son de países africanos y del top 40 lo son 37.
Primeros brotes verdes
Dada la dependencia potencial y concurrente de esta región de los mercados internacionales, las conclusiones para África son cualquier cosa menos obvias y difíciles de mantener. África es compleja. Los legados pasados de algunas naciones continúan impidiendo el crecimiento, que, si bien es real, es frágil porque no crea suficientes puestos de trabajo para su población joven, la más joven de la historia. Debido a este crecimiento, se debe mejorar la planificación futura. Sin embargo, varias naciones africanas se han acelerado con políticas diseñadas de forma más lógica para liberalizar aún más sus economías, con instituciones más sólidas y una mejor gobernanza.

Etiopía es un caso de éxito. Entre 2000-2002 tenía 120 dólares de renta media anual, mientras que en 20 años han logrado multiplicar la cantidad hasta 9 veces en 2021, siendo ahora de casi 1.000 dólares anuales. Botsuana, en cambio, logró en 50 años aumentar su renta anual de 59 a 6.805 dólares, siendo mayor que el de países como Perú o Albania. Mali pasó de un 19% de escolarización en 1990 a un 78% en 2010.
África es una potencia demográfica. Por el momento, es el continente con la segunda población más alta de la Tierra. A diferencia de lo que ocurrirá en la otra gran potencia demográfica, Asia, se prevé que tenga más de 1.500 millones de habitantes en 2025 y que su población crezca a buen ritmo hasta el año 2100. Se prevé que cinco de las diez naciones más pobladas del mundo sean africanas para el año 2100. Por ejemplo, Nigeria superará a los EE. UU. en términos de población.

Como se dijo anteriormente, es crucial realizar un análisis detallado de cada nación debido a la heterogeneidad del continente africano. La clasificación de riesgo de país de la OCDE, que va de 0 a 7, donde 0 representa el riesgo más bajo posible y 7 representa el riesgo más alto, es útil para lograr esto. España recibió una puntuación de 0 para darnos cierta perspectiva. Hay 20 naciones en África con clasificaciones inferiores a 7 en el caso del continente. Las naciones con mayor puntaje son Marruecos, Mauricio y Botsuana (los tres recibieron un 3), seguidos de Sudáfrica (4), Argelia, Costa de Marfil y Senegal (los cinco recibieron un 5), y Angola, Benín, Cabo Verde, Camerún, Egipto, Suazilandia, Gabón, Lesoto, Namibia, Nigeria, Tanzania, Togo y Uganda (los seis recibieron un 6).

Las tasas se alfabetización no paran de crecer, lo que supone un avance de una importancia incalculable. La tasa de desarrollo afectará al crecimiento de la población africana. En función del desarrollo la población para finales del siglo XXI puede variar entre los 1.700 millones, si el desarrollo es alto y África y todos sus socios cumplen con sus expectativas, o de 4.800 millones si el desarrollo fracasa.

Aparte del hecho de que la población de África se está expandiendo, también lo está haciendo en sus ciudades. Según estimaciones, las áreas urbanas albergarán el 80% de la población adicional durante los próximos 20 años. De lograr un desarrollo constante África podría abandonar la situación de pobreza extrema en dos décadas. Para cuando eso suceda la población africana será la más abundante del mundo en los rangos de 20 a 40 años por lo que uno de sus puntos fuertes será la numerosa mano de obra que para entonces tendrá grandes capacidades.
África tiene la oportunidad de desempeñar un papel más importante que la “fábrica del mundo” como resultado del aumento del costo de la mano de obra en China.
Mirando a África en el siglo XXI y en este momento, se aprecia su auge por sus múltiples fortalezas, entre ellas su abundancia de recursos energéticos, su rico subsuelo, su numerosa población o sus mejoras en la gobernanza. Todavía tiene que lidiar con muchas dificultades, aunque está lejos de ser la única realidad del continente.

El modelo Made in China
China, la segunda potencia más grande del mundo, lleva más de 10 años buscando la solución al problema económico del continente. Desde las reformas de 1978, China ha demostrado un crecimiento económico y una transformación significativos. Logró sacar de la pobreza a 750 millones de personas y aumentar su PIB en treinta, convirtiéndose en el principal protagonista de los registros históricos, al producir el 2% de la producción manufacturera al 25% en tan solo 25 años.
La industrialización y la designación de China como la “fábrica del mundo” fueron dos de los factores que más impactaron en el inicio de esta transformación. África, sin embargo, ofrece algo más que una región con una fuerza laboral considerable y abundantes bienes de consumo. En realidad, África alberga una enorme variedad de recursos naturales y es el segundo continente más grande después de Asia. Es más grande que los Estados Unidos, la mayor parte de Europa, China, India y Japón juntos.

El modelo Made in China, que se basa en la posición de China como la fábrica del mundo y está respaldado por programas de estímulo estatales (como el programa de 586.000 millones de dólares lanzado en 2009 o la intervención del Gobierno después del “Lunes Negro” en 2015), es prueba de ello. Este cambio de modelo económico dio lugar, en ocasiones, a referencias al “milagro económico chino”. Este modelo se reflejó en el PIB de la nación, donde más del 40% del PIB se destinaba típicamente a la inversión, y dentro de este porcentaje, la producción industrial representaba el 50% mientras que los servicios no llegaban al 40%.

El gigante asiático recordemos que a mediados del siglo XX era uno de los países más pobres del mundo. Conocedores de cómo lograr la prosperidad, desde Pekín se está tratando de impulsar a África, con un estilo nunca visto por la población africana: la inversión a cambio de nada. De los 10 descensos de población en pobreza extrema más acentuados por un país, 5 son países africanos, lo que significa que este tipo de objetivos son más que posibles en el continente.
Debido a que el punto de partida no es el mismo en África, en la actualidad aun 40 de los 50 países con mayor población en situación de pobreza extrema son africanos. De los 30 países con menos PIB per cápita, 26 son africanos. Así como China se unió al carro del desarrollo y la industrialización al asumir este papel, África podría seguir su ejemplo y fortalecer sus instituciones y su economía y mejorar el nivel de vida de su población.

China ha producido más de lo que ha consumido, y gracias a un tipo de cambio favorable para ellos, han podido destinar sus excedentes de producción a la exportación, como resultado, recientemente han producido una tasa de crecimiento promedio anual del 10%, se transformó de ser una nación agrícola con fronteras cerradas y un retroceso hacia adentro para convertirse en una economía global.
¿Qué pasaría si Moscú estuviera a cargo de las monedas de 14 naciones africanas?
Muestra de ello es el deterioro de los lazos diplomáticos entre Mali y Francia a raíz del contrato de defensa entre la nación africana y la firma rusa Wagner. La presencia rusa en África fue equiparada por los medios de comunicación en Europa con el liderazgo corrupto e inmaduro que permitió a Rusia robarle a África sus recursos naturales. Aunque estos conceptos puedan ser acertados, los medios no adoptan el mismo tono cuando los Estados europeos son los protagonistas. Según Bloomberg, mientras Draghi, el ex primer ministro de Italia, “aseguraba el abastecimiento del país”, Putin, que intenta aumentar su influencia en África, quiere tener su propio “jardín africano”.

No importa si lo que ocurrió en Mali fue el resultado del apoyo popular o de la oposición a la presencia francesa. La junta militar en Mali es la institución que más valoran la mayoría de los malienses, lo que explica por qué la mayoría de los malienses ven favorablemente la presencia rusa si ayuda a su Ejército, según la encuesta de 2020 de Afrobarómetro. Muchas otras naciones africanas, incluido Senegal, tienen fuertes sentimientos públicos contra Francia, y muchos jóvenes en Mali ven al Ejército maliense con un cierto sentido de orgullo africano.

Todo esto es ridiculizado como un error y como resultado de la propaganda a la que los africanos están sujetos al ver Russia Today o leer información falsa en Facebook. Ante esto, la pregunta que cabe hacerse es: ¿qué diría la prensa europea si 14 países africanos utilizaran una moneda ligada a Moscú?, ¿qué dirían si la mayoría de los sectores estratégicos de esos países estuvieran controlados por empresas rusas?, ¿cómo explicarían que Rusia empezara a apoyar golpes de Estado en esos países para instalar presidentes afines a sus intereses?, y ¿cómo explicarían que antes de que todo esto pasara, Europa pidiera intervenciones militares para detener a los agresores?
Es importante tener en cuenta que esta situación existe, pero Francia, no Rusia, es el actor principal en este control. Y todo esto ocurre en ausencia de argumentos convincentes a favor o en contra del derecho de los países a defenderse de los intereses de las superpotencias o del imperialismo. Los africanos que se ven obligados a lidiar con los efectos de esta situación no tienen en alta estima a Europa, quienes ya tenían esa postura política sin ninguna ayuda de los medios de comunicación rusos de por medio.

África no tolera la hipocresía
Europa, el socio africano por antonomasia, no se queda atrás ni se desaloja ante este nuevo actor que es China. Dada su importante interdependencia, intereses y desafíos compartidos, la UE (Unión Europea) ha tenido, tendrá y necesita mantener una presencia en el continente. El hecho de que se envíen misiones militares y civiles al continente para mantener la paz, la estabilidad y la gobernabilidad democrática es una prueba de que lo que sucede en África afecta a Europa. El desarrollo de nuevas políticas y estrategias con las que seguir construyendo las relaciones euroafricanas es un reto que Europa debe afrontar ante los nuevos retos, como la transición verde, la digitalización o la creación de crecimiento y empleo sostenible.
Las dos guerras mundiales que provocó Europa son la mejor ilustración de ellas. Ambos tenían motivos para actuar más allá de las fronteras del continente, como demuestra el hecho de que Alemania perdiera su hegemonía sobre África tras perder la Primera Guerra Mundial. Las potencias vencedoras en ambas guerras afirmaban luchar por la democracia y los derechos humanos, pero lo hicieron manteniendo jerarquías raciales en sus sociedades y en sus colonias.

Este doble rasero fue un problema importante en ambos conflictos y ha persistido hasta el día de hoy. El mismo día que Francia celebraba el fin del régimen nazi, Sétif fue escenario de un asesinato masivo de miles de argelinos que apoyaban la independencia. Normalizaron parcialmente la categorización de las personas en función del color de su piel, que sigue siendo el caso en Europa a la hora de decidir quién califica como refugiado y debe ser bienvenido, como fue el caso de los ucranianos, y quién representa una amenaza para la civilización: negros y árabes. Además, se sorprende cuando en ocasiones decide no escuchar su discurso porque el discurso sobre los derechos humanos excluye a la gran mayoría de las personas de la toma de decisiones.
Según la doctrina occidental de derechos humanos, es aceptable matar personas en nombre de una “guerra justa” para proteger a los demás, como ha ocurrido en Irak, Pakistán, Somalia o Yemen. Además, las fronteras pueden cerrarse para los civiles que huyen del conflicto y para los rebeldes que reciben las armas y pueden entregarse a una facción rebelde. Todo es justificable a la luz de la separación del mundo occidental de sus víctimas, según esta carga doctrinal.

La invasión de Ucrania por parte de Rusia ha servido como evidencia de que este binomio de dominación y humanitarismo continúa teniendo un impacto en nuestro presente; mientras que, al mismo tiempo, libera a la población y a los Gobiernos africanos de las condiciones burocráticas impuestas por la Europa colonial y las balas disparadas por Estados Unidos en nombre de la paz, con el fin de poder ser ellos quienes prosperen, se desarrollen y sean, con una probabilidad bastante alta, el motor del nuevo mundo tal y como afirmó Mimi Kalinda, CEO y cofundadora de Africa Communications Media Group Marco de Sudáfrica, en la Spain-Africa Cooperation Summit.