La geopolítica del Ártico (II)

Como vimos la semana pasada, la invasión de Ucrania por Rusia en 2022 ha alterado drásticamente la relación con Occidente, y esta nueva situación tiene un impacto evidente en la región del Ártico, planteando interrogantes sobre lo que significa la postura “neutral” de China en el eje Occidente-Rusia y la rivalidad entre Estados Unidos y China. Además, otros actores como la UE e India muestran cada vez más interés por la región debido a la importancia que cobrará a futuro. Todo el mundo quiere posicionarse y nadie quiere quedarse atrás. La tensión en el norte se atribuye principalmente a los efectos indirectos de las luchas de poder que las diferentes potencias libran en otras zonas del mundo y a acontecimientos que tienen lugar fuera del Ártico, pero que siguen influyendo en la dinámica regional.
El enfoque de los actores hacia el Ártico parece estar influido no sólo por los cambios geopolíticos derivados de la agresión rusa, sino también por la creciente importancia mundial de China, que inevitablemente lleva aparejadas repercusiones regionales en el Ártico.
Lo que podemos denominar “las relaciones árticas”, se basan en una dinámica más amplia entre Rusia y “Occidente”. La invasión rusa de Ucrania en 2022 ha alterado drásticamente la relación con Occidente, lo cual ha llevado entre otras cosas al ingreso de Finlandia y Suecia en la OTAN, ampliando así la Alianza a siete de los ocho países árticos.

No obstante, no puede negarse que esta ruptura entre Rusia y Occidente ya era evidente antes de 2022, manifestándose regionalmente a través de la presencia y ejercicios militares una retórica tajante y casos de provocaciones y presuntos sabotajes. Además, se plantean interrogantes sobre lo que significa para el Ártico la postura “neutral” de China en el eje Occidente-Rusia y su rivalidad con Estados Unidos, mientras que otros actores, como la UE y también India, especialmente con su política ártica a partir de 2022, muestran cada vez más interés no sólo por las dimensiones científicas y económicas del desarrollo del Ártico, sino también por las geopolíticas.
El tráfico internacional que discurre por la “Northern Sea Route” (NSR), siempre ha tenido un carácter marginal, pero, en 2022, debido a la incertidumbre causada por las sanciones impuestas a Rusia, se detuvo casi por completo. En 2023 también fue extremadamente insignificante, pero saltó a escena una nueva empresa china que inició una ruta de contenedores a pequeña escala. El volumen total en 2023 fue aproximadamente de unos treinta y siete millones de toneladas, compuesto principalmente por envíos de GNL y petróleo. No obstante, muy lejos aún de lo que eran las aspiraciones rusas antes de la guerra.
La mayor dependencia del NSR para el transporte de petróleo puede considerarse resultado de la nueva realidad geopolítica. El petróleo que antes se destinaba a los mercados occidentales desde yacimientos árticos como Novy Port, Varandey y Prirazlomnoye se ha desviado a Asia a través del NSR. Rusia también ha enviado petroleros con crudo procedente de terminales del mar Báltico a través del NSR. Según el diario Kommersant, en 2023 se enviaron 1,5 millones de toneladas de petróleo a China por esta vía.

El transporte de petróleo está sujeto a las normas del Código Polar de la OMI. El uso por Rusia de buques sin la adecuada preparación para navegar entre el hielo para parte de este transporte, que se ha convertido en una actividad esencial para sostener el esfuerzo de guerra, se está incrementando notablemente, y eso está causando especial preocupación entre los grupos ecologistas.
China se ve cada vez más como la solución a los problemas derivados del alejamiento de Rusia de los mercados occidentales. La asociación de Rusia con China ya ocupaba un lugar destacado en la agenda tras el “giro hacia el Este” que siguió a la anexión de Crimea en 2014. Aquí es importante señalar que la actual situación no es algo gestado en dos o tres años. La evolución de Rusia y los pasos que fue dando desde 2014 indicaban claramente un rumbo de colisión con Occidente, pero, a pesar de ese acercamiento a China, Rusia continuó mostrándose en gran medida escéptica ante las intenciones chinas en el Ártico, una región que siempre ha considerado dentro de su esfera exclusiva de influencia. Tras febrero de 2022, Rusia, necesitada de buscar una manera de suplir las carencias provocadas por las sanciones, puso más énfasis aún en reforzar su relación con Pekín, manifestando su deseo de intensificar la cooperación con China mediante iniciativas como la creación de un “órgano de trabajo conjunto para la Ruta Marítima Septentrional”. Esto, que aparentemente podría no tener demasiada relevancia, representa un cambio geopolítico significativo para Rusia, que tradicionalmente define el control de la Ruta Marítima Septentrional como su prerrogativa nacional, y el cambio refleja la creciente confianza de Rusia en China como su socio estratégico también en la región ártica; una confianza, todo hay que decirlo, en gran parte impuesta por la realidad de la situación.

A pesar de la falta de reconocimiento oficial de los cambios en el entorno geopolítico de Rusia como consecuencia de su guerra contra Ucrania, la estrategia rusa en el Ártico ha experimentado importantes ajustes. En primer lugar, las exportaciones rusas de hidrocarburos se han desviado parcialmente hacia los mercados asiáticos. En segundo lugar, la necesidad de mantener y aumentar el flujo de crudo, que es lo que junto con el gas está sufragando el coste de la guerra, ha llevado a la realización de proyectos más arriesgados desde el punto de vista medioambiental en el Ártico ruso. En tercer lugar, Rusia se ha visto obligada a permitir que China desempeñe un papel más importante en el Ártico, algo que a medio plazo tendrá un impacto muy importante en la geopolítica mundial. Una vez más constatamos el valor que tiene para China una Rusia debilitad por la guerra, lo cual no es lo mismo que derrotada.
A largo plazo, los avances en el desarrollo del Ártico por parte de Rusia dependen de la cooperación, o con los países occidentales, o con China. Es una realidad, tanto desde el punto de vista tecnológico como financiero, que condiciona las aspiraciones rusas. Tras el comienzo de la guerra, se especuló con la posibilidad de que Rusia se retirara del Consejo Ártico tras la suspensión de la cooperación con Rusia por parte de los miembros occidentales en marzo de 2022. La posibilidad de crear foros alternativos estuvo sobre la mesa, pero finalmente Rusia decidió quedarse, aunque aún no están claros los nuevos acuerdos para su participación. De cara a sus intereses, hoy en día Rusia no tiene nada que perder y quizá algo que ganar con su participación en los foros multilaterales. Sin embargo, aunque con consecuencias más bien simbólicas, Rusia se retiró formalmente del Consejo de Barents, poniendo el último clavo en el ataúd de una iniciativa de cooperación promovida por Noruega desde su creación a principios de los años noventa.

Mientras que las tensiones entre Rusia y la OTAN en Europa son muy elevadas, paradójicamente la actividad militar de Rusia en el Ártico se ha reducido, en gran medida debido a que una parte importante de las fuerzas terrestres de la península de Kola se desplegaron en Ucrania. Pero esto no debe llevarnos a engaño, a pesar de las enormes pérdidas de personal y material que está obligando a Rusia a detraer recursos de otras regiones, lo que no significa que deje de tener su mirada puesta en el norte, sino que es consciente de que la partida en esa zona se dirimirá a medio plazo. También es necesario mencionar que tanto las operaciones navales rusas como las occidentales en el Ártico europeo han sido más comedidas, pero esto debe entenderse como una maniobra similar a las implementadas en otras zonas por ambas partes, cuya principal finalidad es evitar incidentes. Nadie quiere iniciar una escalada por culpa de un error de cálculo. En el plano estratégico, Rusia se ha visto obligada a reevaluar su posición con Finlandia y Suecia en la OTAN y la posibilidad de una presencia militar estadounidense cerca de sus fronteras, algo por cierto paradójico, dados los objetivos marcados al inicio de la invasión de Ucrania (alejar las fronteras de la OTAN de territorio ruso).

Pero ahondando más en el papel de China, es importante señalar el acuerdo de cooperación entre guardacostas rusos y chinos firmado en Murmansk, el cual, si bien no tiene ningún significado militar inmediato, probablemente pretende señalar que no se descarta la cooperación militar en el Ártico entre ambos países, lo que no deja de ser un mensaje muy potente a la comunidad internacional y un elemento de preocupación y, casi con toda seguridad, de aumento de la tensión entre China y EE. UU., más allá de la región del Pacífico.
En su Libro Blanco del Ártico de 2018, China se considera a sí misma como un “Estado cercano al Ártico”, cuyos objetivos políticos en la región son “comprender, proteger, desarrollar y participar en la gobernanza del Ártico, a fin de salvaguardar los intereses comunes de todos los países y de la comunidad internacional en la región y promover el desarrollo sostenible de ésta”. Las actividades del país asiático en el Ártico están impulsadas principalmente por intereses de investigación sobre el cambio climático, intereses económicos, la importación de petróleo y productos energéticos, y el uso de los recursos naturales y las rutas marítimas del Ártico.

El documento que recoge la estrategia china para el Ártico explicita claramente que la NSR es un objetivo prioritario para Pekín: “China espera trabajar con todas las partes para construir una ‘Ruta de la Seda Polar’ mediante el desarrollo de las rutas marítimas del Ártico. Anima a sus empresas a participar en la construcción de infraestructuras para estas rutas y a realizar viajes comerciales de prueba de acuerdo con la ley para allanar el camino a su explotación comercial y regularizada. China concede gran importancia a la seguridad de la navegación en las rutas marítimas del Ártico. [...] China pide una mayor cooperación internacional en la construcción de infraestructuras y la explotación de las rutas árticas”.

Resulta claro a tenor de lo expuesto que la región del Ártico está llamada a ser escenario de nuevas tensiones geopolíticas, pues en ella convergen intereses económicos, energéticos y comerciales de las principales potencias mundiales. Del mismo modo podemos identificarlo como el escaparate donde mejor se pueden observar los movimientos y el posicionamiento de China para con Rusia, una relación que cada vez es menos “de igual a igual” y donde la balanza cada vez se inclina más a favor del gigante asiático.