La geopolítica helada: un tablero de ajedrez en expansión en el Ártico (II)

El creciente interés en el Ártico ha exacerbado una serie de disputas y tensiones entre los actores involucrados
<p>Miembros del ejército sueco conducen un vehículo de combate de infantería como parte del ejercicio militar llamado Cold Response 2022 - REUTERS/ YVES HERMAN&nbsp;</p>
Miembros del Ejército sueco conducen un vehículo de combate de infantería como parte del ejercicio militar llamado Cold Response 2022 - REUTERS/ YVES HERMAN

La semana pasada, abrimos nuestro trabajo describiendo el concepto “High North” y explicando porqué es el más acertado cuando queremos hacer referencia a la región ártica.  

De hecho, es el que emplea la Alianza Atlántica, pues engloba zonas adyacentes a lo que conocemos tradicionalmente como “el Ártico” que desde un punto de vista geopolítico y estratégico no pueden obviarse. Del mismo modo, finalizamos haciendo un breve repaso a los principales actores con intereses en la región y sus motivaciones, dejando claro el protagonismo que va a tomar esta zona en un futuro próximo. 

<p>Escuadrón de tanques del Ejército noruego durante unas maniobras - REUTERS/STOYAN NENOV </p>
Escuadrón de tanques del Ejército noruego durante unas maniobras - REUTERS/STOYAN NENOV 

Esta semana continuaremos bajo el frío polar tratando de dilucidar las dinámicas de la región. El creciente interés en el Ártico ha exacerbado una serie de disputas y tensiones entre los actores involucrados; por ello es importante repasar cuáles son los principales motivos de disputa y tensión actualmente. 

Disputas territoriales y marítimas: si bien las fronteras terrestres en el Ártico están en gran medida definidas, existen desacuerdos sobre la delimitación de las zonas económicas exclusivas (ZEE) y la plataforma continental extendida en el océano Ártico. Varios países han presentado reclamaciones ante la Comisión de Límites de la Plataforma Continental de las Naciones Unidas para extender sus derechos sobre el lecho marino más allá de sus ZEE de 200 millas náuticas.  

Las reclamaciones superpuestas, particularmente en la cresta de Lomonosov, una cordillera submarina que se extiende a través del Polo Norte, son una fuente potencial de conflicto. Rusia, Canadá y Dinamarca (a través de Groenlandia) han presentado reclamaciones sobre esta área. El motivo de este interés por ampliar la ZEE no es otro que aumentar las posibilidades de acceso a los recursos que se encuentran bajo el lecho marino.  

<p>Entorno de la frontera entre Noruega y Rusia, en el condado de Finnmark - REUTERS/MAXIM SHEMETOV </p>
Entorno de la frontera entre Noruega y Rusia, en el condado de Finnmark - REUTERS/MAXIM SHEMETOV 

Soberanía sobre las rutas marítimas: la cuestión del estatus legal de las nuevas rutas marítimas árticas es otro punto de contención. Canadá insiste en que el Paso del Noroeste son aguas internas bajo su soberanía, mientras que Estados Unidos y otros actores lo consideran una vía marítima internacional. Rusia también busca un control significativo sobre el tránsito a través de la Ruta del Mar del Norte. No en vano es la nación con más kilómetros de costa ártica. La falta de un marco legal claro para la navegación en estas rutas podría generar tensiones a medida que aumente el tráfico marítimo. 

Competencia por los recursos naturales: el punto anterior es consecuencia directa de éste. La perspectiva de acceder a vastas reservas de hidrocarburos, minerales y tierras raras ha intensificado la competencia entre las naciones circumpolares. Si bien la explotación de estos recursos podría generar beneficios económicos, es necesario poseer una tecnología, que en algunos casos no está completamente desarrollada, que haga rentable el aprovechamiento de estos. Del mismo modo, también se plantean riesgos ambientales significativos que podrían exacerbar las tensiones geopolíticas si no se gestiona de manera cooperativa. 

Militarización del Ártico: de nuevo, este epígrafe deriva de los dos anteriores. El aumento de la actividad militar ha sido especialmente relevante por parte de Rusia, incluyendo la reapertura de bases y la realización de ejercicios, lo cual ha generado preocupación entre otros actores que temen una militarización de la región, y mucho más en el escenario actual, con una guerra en Ucrania que está consumiendo enormes recursos económicos y que convierte a esta región, en cierto modo, en una posible tabla de salvación para Moscú. Si bien las naciones circumpolares insisten en que sus actividades militares son defensivas, la acumulación de fuerzas aumenta indudablemente el riesgo de malentendidos y escaladas. 

Depósitos de gas en la península de Yamal, en el círculo polar ártico PHOTO/ ARCHIVO
Depósitos de gas en la península de Yamal, en el círculo polar ártico PHOTO/ ARCHIVO

Influencia de actores extrarregionales: la creciente presencia e influencia de actores extrarregionales como China genera inquietud entre las naciones del High North que buscan mantener el control exclusivo sobre la región. La inversión china en infraestructura y su creciente interés estratégico son vistos con recelo por algunos, pues nadie duda ya de la intención del país asiático en buscar una mayor influencia política y militar en un futuro próximo. 

El enfoque chino de la seguridad en el Ártico es muy diferente a lo conocido hasta el momento, y acciones como la proclamación de “Estado casi ártico” en 2018 provocó una reacción diplomática que obligó al país a lo que podemos considerar como una retirada táctica. Su posición, como mencionamos la semana pasada, está directamente vinculada a la diversificación del acceso a los recursos energéticos, las tierras raras, el tránsito y control de las rutas marítimas y las zonas pesqueras. Pekín, de naturaleza paciente, ha esperado al momento propicio que permita normas de gobernanza más favorables a sus intereses, y el contexto geopolítico actual parece cumplir sus expectativas. 

Las actividades chinas en el Ártico deben entenderse con un doble propósito. Su presencia militar en el Ártico ha sido hasta ahora limitada, pero se sospecha que la presencia de proyectos de investigación científica tiene como verdadera finalidad alimentar la inteligencia y el conocimiento de toda la región, sobre todo para salvar la curva de aprendizaje de China en operaciones en climas fríos. Pekín también gestiona una flota de satélites específicos polares como parte del sistema BeiDou. Así mismo, se conoce que tiene previsto desplegar una red a gran escala de dispositivos de escucha de doble uso en el océano Ártico como parte de lo que se ha venido a denominar la Gran Muralla Submarina, y todo esto es susceptible de ser utilizado con fines militares. También abundan las sospechas del interés de China por aumentar su presencia militar en el Ártico para apoyar y proteger sus ambiciones estratégicas y su presencia comercial con la Ruta Marítima Transpolar. 

<p>Una torre de observación domina la frontera entre Noruega y Rusia desde el lado escandinavo en el valle de Pasvik - REUTERS/MAXIM  SHEMETOV </p>
Una torre de observación domina la frontera entre Noruega y Rusia desde el lado escandinavo en el valle de Pasvik - REUTERS/MAXIM  SHEMETOV 

En este contexto se enmarcan los intentos simbólicos entre Rusia y China de estrechar la cooperación en el Ártico, como la firma en abril de 2023 de un memorando de entendimiento con el fin de reforzar la cooperación entre el Servicio Fronterizo del Servicio Federal de Seguridad ruso (FSB) y la Guardia Costera china, aunque el acuerdo no es específico para el Ártico, pero también se aplica en la zona. 

Protección del medio ambiente: hasta ahora ha existido un consenso general sobre la importancia de proteger el frágil ecosistema ártico, pero persisten diferencias sobre cómo equilibrar la conservación con el desarrollo económico. Las preocupaciones sobre la contaminación, los derrames de petróleo y el impacto de la actividad humana en la vida silvestre son temas importantes en el debate geopolítico de la zona, y no todas las naciones mantienen el mismo punto de vista. 

Derechos de los pueblos indígenas: los derechos y las perspectivas de los pueblos indígenas de la región son una consideración crucial en la geopolítica del territorio. Sus conocimientos tradicionales y su conexión con la tierra deben tenerse en cuenta en cualquier plan de desarrollo o gestión de recursos. Las tensiones pueden surgir cuando los intereses de los Estados chocan con los derechos y las aspiraciones de estas comunidades. 

Hasta el momento, y a pesar de las tensiones y disputas, el Ártico cuenta con un importante marco de cooperación multilateral: el Consejo Ártico. Establecido en 1996, es un foro de alto nivel que reúne a las ocho naciones árticas (Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Rusia, Suecia y Estados Unidos), así como a seis organizaciones de pueblos indígenas permanentes. 

<p>Pilares fronterizos de Finlandia, Noruega y Rusia junto al aeropuerto de Kirkenes - REUTERS/MAXIM  SHEMETOV </p>
Pilares fronterizos de Finlandia, Noruega y Rusia junto al aeropuerto de Kirkenes - REUTERS/MAXIM  SHEMETOV 

El Consejo Ártico opera por consenso y se centra en cuestiones de desarrollo sostenible y protección ambiental. Si bien no aborda directamente asuntos de seguridad militar, ha sido un espacio importante para el diálogo y la cooperación en áreas clave. Sin embargo, la creciente polarización geopolítica global ha comenzado a afectar al funcionamiento del Consejo, con suspensiones de reuniones y desafíos a la participación rusa, especialmente tras la invasión de Ucrania. 

Esa polarización y la pérdida de fuerza del Consejo del Ártico nos obliga de nuevo a hacer referencia a un asunto traído a la actualidad por la administración Trump y que es de vital significancia para el futuro del High North. 

La invasión de Ucrania por Rusia en 2022 rompió sus relaciones con los otros siete Estados árticos (Canadá, Reino de Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y Estados Unidos) y llevó a Finlandia y Suecia a ingresar en la OTAN en 2023 y 2024, respectivamente. Como resultado, todos los Estados árticos excepto Rusia son miembros de la OTAN. Este cambio ha aumentado la importancia global del High North que, como ya vimos, incluye a Groenlandia, que forma parte por defecto de la alianza a través del Reino de Dinamarca. 

<p>Soldado ruso hace guardia en el archipiélago de las Nuevas Islas Siberianas, entre los mares de Laptev y de Siberia Oriental - AP/VLADIMIR ISACHENKOV </p>
Soldado ruso hace guardia en el archipiélago de las Nuevas Islas Siberianas, entre los mares de Laptev y de Siberia Oriental - AP/VLADIMIR ISACHENKOV 

Groenlandia alberga la Base Espacial de Pituffik, antigua Base Aérea de Thule, una instalación militar estadounidense clave para la alerta temprana de misiles y la vigilancia espacial. 

Además, también forma parte de la brecha GIUK (Groenlandia-Islandia-Reino Unido), un punto de estrangulamiento de la guerra antisubmarina en el Atlántico Norte durante la Guerra Fría, que hoy sigue siendo importante para vigilar y potencialmente restringir los movimientos navales rusos en el Atlántico Norte y el océano Ártico. Sin embargo, el valor militar estratégico de la isla para Estados Unidos disminuyó tras el final de la Guerra Fría debido a la evolución de la tecnología militar, llevando a que las inversiones en la base espacial de Pituffik hayan sido esporádicas a lo largo de los años. Sin embargo, el escenario actual ha cambiado la percepción sobre la importancia de este territorio. 

<p>Marines estadounidenses en un simulacro militar en la localidad noruega de  Setermoen - REUTERS/STOYAN NENOV </p>
Marines estadounidenses en un simulacro militar en la localidad noruega de  Setermoen - REUTERS/STOYAN NENOV 

Groenlandia ocupa una posición clave en dos rutas marítimas a través del Ártico: el Paso del Noroeste, a lo largo de la costa norte de Norteamérica, y la Ruta Marítima Transpolar, a través del centro del océano Ártico. Al derretirse el hielo marino del Ártico, estas rutas podrían reducir los tiempos de navegación y evitar puntos de estrangulamiento tradicionales como los canales de Suez y Panamá. En la actualidad, estos trayectos son inviables desde el punto de vista comercial, y es probable que lo sigan siendo durante muchos años debido a las traicioneras condiciones meteorológicas y al hielo flotante. Pero, a medio o largo plazo, a medida que aumente el tráfico de buques en el océano Ártico, Groenlandia se convertirá probablemente en un actor clave en la gestión eficaz del Océano, incluida la gestión, prevención y respuesta ante emergencias. 

La viabilidad de estos nuevos itinerarios y de otras actividades marítimas en la región dependerá, entre otras cosas, de las inversiones en infraestructuras náuticas integrales, y Groenlandia está estratégicamente situada para beneficiarse de esas inversiones y ayudar a gestionarlas. El país es también una fuente potencial de muchos minerales fundamentales para la transición energética. En particular, su territorio posee grandes yacimientos de elementos de tierras raras (ETR) necesarios para la fabricación de baterías, tecnologías eólica y solar y equipos militares avanzados.  

Los países occidentales ven en los recursos minerales de Groenlandia una oportunidad para reducir su dependencia de China, que domina las cadenas de suministro de minerales críticos, y que también ha manifestado su interés por la riqueza mineral de Groenlandia, pero un proyecto de REE respaldado por el país asiático se estancó después de que Groenlandia prohibiera la extracción de uranio. Además, persisten serias dudas sobre la viabilidad económica de la extracción de recursos minerales debido a la dureza del entorno, la lejanía, la falta de infraestructuras y los elevados costes de explotación de Groenlandia. En 2023, ésta sólo contaba con dos minas activas y un puñado de proyectos en desarrollo. La minería es vista por aquellos partidarios de la independencia del Reino de Dinamarca como un activo fundamental para sus propósitos; sin embargo, aquellos más preocupados por el posible daño medioambiental se resisten a avanzar por esa senda. 

<p>Médicos del Ejército noruego y sueco simulan la evacuación de un hospital de campaña como parte del ejercicio militar Cold Response - REUTERS/ YVES HERMAN</p>
Médicos del Ejército noruego y sueco simulan la evacuación de un hospital de campaña como parte del ejercicio militar Cold Response - REUTERS/ YVES HERMAN

Todo lo expuesto nos acerca a la realidad de una región clave y arroja luz sobre los verdaderos motivos que hay detrás del desmedido interés mostrado por Trump por Groenlandia.  

Sin embargo, corresponde a los groenlandeses decidir su futuro y, viéndolo desde un punto de vista objetivo y más sosegado, Estados Unidos no necesita poseer Groenlandia para lograr sus intereses económicos y de seguridad. El enfoque actual del presidente americano puede llegar a ser incluso contraproducente para esos réditos y sus amenazas pueden tener las consecuencias no deseadas de alienar a Groenlandia, al Reino de Dinamarca y a otros aliados de Estados Unidos y socavar tanto una larga tradición de gobernanza cooperativa en el High North como las normas existentes del sistema internacional actual, y todo ello en un contexto de máxima tensión con Rusia y con una potencia como China pugnando por lograr al menos un control parcial de la región. Si se persiste en esa línea, puede que se le esté facilitando a Pekín la consecución de sus objetivos, al mismo tiempo que se le da oxígeno a Moscú.