La ya casi permanente “crisis migratoria” con que se asocian las “fronteras sur” (la de Europa incluida), se localiza estas semanas en el muelle de Arguineguín (en el municipio grancanario de Mogán). Lo que allí está ocurriendo sirve para poner de manifiesto dos carencias de nuestra política migratoria (la previsión, la coordinación) y una propiedad de la comunicación sobre las migraciones: la que podríamos llamar tentativamente “distorsión informativa” de su verdadera naturaleza.
En cuanto a la falta de previsión, la situación actual no debería haber sorprendido al Ejecutivo, pues se trata de una crisis anunciada, al menos, desde el pasado verano. Como los informes del propio Gobierno ya constataban, era previsible que los flujos migratorios se desplazaran del Mediterráneo al Atlántico, a consecuencia del control que Marruecos comenzó a ejercer en las vías de migración del norte de ese país (control, hay que recordar, financiado por España y por la Unión Europea). Asimismo, los medios de comunicación vienen dando noticia de llegadas reiteradas de migrantes al sur de Gran Canaria desde finales del pasado mes de mayo. Por tanto, la situación era previsible desde hace meses, la hemos visto crecer paulatinamente a lo largo del verano, y solo cuando ya se convirtió en un “problema” difícil de gestionar (que mereció el desplazamiento a la zona del ministro Grande-Marlaska y de la comisaria europea Johansson el viernes 6 de noviembre), el Gobierno decidió hacer público un plan con medidas de emergencia (el viernes 13 de noviembre).

Por otro lado, como ya hemos señalado en textos anteriores, a lo largo del pasado verano se ha puesto de manifiesto la falta de sintonía entre los Ministerios implicados directamente en la gestión migratoria – que coordina la vicepresidenta Carmen Calvo. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, responsable de acoger a los migrantes que arriban a las Canarias, es partidario de su traslado a la península, donde la red de acogida existente puede responder con más solvencia a las necesidades de los recién llegados. Este planteamiento no es compartido con Interior, que prefiere reducir al máximo los traslados a la península – para no transmitir un mensaje positivo a las personas que esperan cruzar el Atlántico desde las costas africanas. En lugar del desplazamiento a la península, Interior aboga por reanudar las expulsiones de los migrantes (suspendidas en marzo por el cierre de fronteras causado por la crisis sanitaria). El Ministerio de Defensa, por su parte, es reticente a la cesión de infraestructuras militares de las islas para alojar a los migrantes. Tras diferentes desencuentros entre Migraciones y Defensa, parece ser que la solución para acomodar a los migrantes en Gran Canaria puede estar en la habilitación de un antiguo polvorín, Barranco Seco, cercano a Las Palmas.

En tercer lugar, situaciones como la de Arguineguín nos colocan a quienes seguimos los asuntos migratorios en el compromiso de dar cuenta de ellas, dando una vez más preeminencia informativa al control de las fronteras, en detrimento de otras cuestiones migratorias (interculturalidad, integración sociocultural, etc.). Se trata de lo que podemos llamar “efecto sinécdoque”, mediante el cual identificamos un todo (las migraciones) con una de sus partes (el control de las fronteras), soslayando las demás y restándoles presencia en los medios. Quienes comentamos lo que sucede en Arguineguín contribuimos (voluntaria o involuntariamente) a consolidar esa sinécdoque, reforzando la asociación entre migraciones y medidas de control, por ejemplo, y realimentando así una ligazón que nos gustaría sustituir (o, al menos, contribuir a desenlazar). La propuesta de plan migratorio que la Unión Europea presentó el pasado mes de septiembre no dejaba de ser, en cierto sentido, otro refuerzo de esta asociación, al dedicar gran parte de su contenido al control fronterizo.

Lo que comentamos hoy tiene, pues, mucho en común con otros sucesos (llegadas por mar, islas o costas bajo presión, tensión en las fronteras); adquiere la misma importancia informativa que ellos y, al reforzar la asociación migración-seguridad, continúa relegando a un segundo plano otros aspectos migratorios que merece la pena describir con extensión y en profundidad.
Luis Guerra, catedrático de Lengua Española en la Universidad Europea de Madrid, es uno de los investigadores principales del proyecto INMIGRA3-CM, financiado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo