Dos meses de crisis y uno largo de encierro han alumbrado una sociedad desconocida, unos comportamientos cívicos inéditos en la historia reciente y un ecosistema social que augura numerosos cambios en nuestro bienestar occidental. En los distintos países se han acuñado y validado términos creados para favorecer la comprensión de esta nueva realidad, como estrategia de comunicación de los gobiernos e instituciones o popularizados por su difusión en las redes sociales y los medios de comunicación. En España han polarizado las publicaciones en todos los soportes estas palabras, ordenadas alfabéticamente, la mayoría de las cuales eran de escaso uso, o directamente inexistentes, antes de estallar la pandemia de la COVID-19.
Los grandes pagadores de la crisis y la depresión económica que sobrevivirá al coronavirus. Las medidas que ha anunciado el gobierno español son insuficientes y no terminan de llegar por la burocracia de un sistema anquilosado y poco efectivo en momentos de necesidad. Al cabo de un mes han comenzado a percibir unos subsidios exiguos, que tras descontar la cuota que se ven obligados a pagar no llegarán ni a la mitad del salario mínimo. Las asociaciones de autónomos ya intentan calcular cuantos autónomos podrán mantenerse activos a finales de año.
La palabra mágica para el gobierno español, en la que se ha enredado desde el inicio de la crisis y que ha terminado por estallarle al reconocer uno de sus técnicos, por error o no, que se trabaja para minimizar las críticas contra la gestión. Al tratar de hacer pasar por bulos o fake news la crítica y el derecho a la libertad de expresión, el debate se ha politizado como ya ocurriera en países como Estados Unidos en la campaña de las presidenciales de 2016.
Numerosos juristas empiezan a cuestionar que España esté sometida a un estado de alarma, y hablan de estado de excepción o de sitio para definir mejor jurídicamente la obligatoriedad de mantenerse en el domicilio sin permiso para abandonarlo salvo en escasísimos supuestos. En cualquier caso, se trata de una realidad nueva que han tenido que experimentar los habitantes del país, apoyándola de forma mayoritaria en las encuestas que se han publicado. La medida se ha aplicado en la mayor parte de los países occidentales en mayor o menor grado.
Se ha denominado así el proceso de reversión de las prohibiciones establecidas en el Real Decreto del estado de alarma. En ésta fase que no termina de llegar la sociedad irá reincorporándose a la normalidad, pero de forma gradual según todas las aclaraciones que han hecho los miembros del gobierno. Es un término acuñado en La Moncloa, que la Real Academia de la Lengua ha desaconsejado pero que sirve a los intereses de comunicación e impacto en la opinión pública: es la cuesta abajo que dejará atrás el duro ascenso del confinamiento.
Otra frase estratégica. Es empleada por el vicepresidente segundo del gobierno para definir el conjunto de medidas que intentan paliar el hundimiento de las clases medias y bajas como consecuencia de la crisis. Su presentación y su implementación han provocado grietas en el ejecutivo de coalición, según algunas fuentes fracturas difícilmente reconciliables. Pablo Iglesias trató de acaparar las medidas sociales situándose en frente de los ministerios de Economía y de Seguridad Social, que han intentado frenar sus planes. Las dificultades para que las ayudas anunciadas lleguen a todos están marcando también este escudo social, como los salarios sustitutivos para trabajadores de empresas acogidas a ERTE, que no han sido aún percibidos en la mayoría de los casos.
Las previsiones del Fondo Monetario Internacional para España han supuesto un duro vaticinio de la realidad económica que espera al país tras el virus. Sufrirá el mayor recorte del crecimiento que se conoce, un 8%, y un déficit desbocado. El Gobierno de Sánchez ha propuesto a la UE que comparta las cargas de esta situación terrible, creando un gran fondo que permita “deuda perpetua” que no tenga fecha de devolución. La cumbre de esta semana en Bruselas será decisiva y el grupo de países más afectados como España, Italia y Francia buscarán hacer frente común.
La mayor preocupación en las semanas que llevamos de incidencia de la enfermedad es la evolución de la gráfica de casos contagiados y de muertes. Ha llegado a sacralizarse, convirtiéndose en un tótem que parece tener la varita mágica del final de la fase peor de la pandemia. En España hablamos con naturalidad del pico, en los medios y en las conversaciones a pie de redes sociales, pero no termina de llegar. Más bien es una degradación de la cura ascendente durante muchos días hasta que consiga ser descendente.
El término creado por la comunicación oficial definió, en un momento del estado de alerta, el cierre total de la economía salvo los servicios esenciales. Fiel a su lenguaje encriptado, la ministra portavoz lo asoció con una “economía basal” que nadie entendió. La intención fue dormir los sectores productivos como si fuera un fin de semana (aunque en realidad España es uno de los países del mundo con mayor actividad en sábado y domingo), y endosando a las empresas el coste inmediato al pagar el mismo salario a sus empleados, que devolverían las horas no cubiertas durante los próximos meses. Está por ver cómo se articula ese acuerdo entre empresarios y trabajadores.
Los héroes de la lucha contra el virus, el personal sanitario, han escrito páginas emocionantes por su valor y su dedicación hacia los demás. En España se habilitó un hospital de campaña de grandes dimensiones en los recintos feriales del Campo de las Naciones, donde cada año se celebran decenas de eventos y meetings profesionales. El ejército y las instituciones públicas colaboraron demostrando la efectividad que se consigue cuando hay voluntad de entendimiento, al margen de la politización que se intentó hacer en los primeros días de su funcionamiento y que quedó desbordada por la realidad. Con el hospital de Wuhan como modelo, IFEMA se ha convertido en uno de los símbolos de los españoles en este desafío sin precedentes.
Las grandes estrellas del deporte, encerradas y entrenando en sus domicilios. Lo nunca visto ni esperado. El dinero de sus multimillonarios contratos no ha impedido que las reglas comunes les afecten como a todos los demás. La polémica por la forma en que los clubes de fútbol debían aplicar los ERTES ha distraído la realidad de este mundillo en el que el tipo de contratación no es laboral sino mercantil, y los acuerdos para modificar esos contratos temporalmente son fruto del consenso del contratador y el empleado. La disposición de todos ellos a reducir sus ingresos ha sido casi total.
El epicentro de las decisiones del poder político en España ha sido noticia por cuestiones muy diversas. La censura de las preguntas de los medios de comunicación derivó en una crisis de relaciones entre el gobierno y los medios. Después de ello aún se han censurado preguntas de los periodistas a los comparecientes. El complejo presidencial dio nombre hace más de cuarenta años de los Pactos de la Moncloa que ha intentado reeditar a su manera el presidente del gobierno Pedro Sánchez. Su iniciativa de un gran acuerdo para la reconstrucción se ha convertido en una comisión parlamentaria cuyos resultados son una incógnita.
El bien más preciado para los profesionales sanitarios y para la población en general. La imprevisión las ha convertido en el elemento más buscado y demandado, un artículo sencillo en su fabricación y para el que no habría mayor dificultad en fabricar ni conseguir, está escaseando aún cuarenta días después de declararse la alarma en España, pese a que muchas grandes empresas de sectores como el textil iniciaron su confección masiva.
Desde el Gobierno se ha bautizado a la etapa que llegará tras el confinamiento como “nueva normalidad”, dentro de la estrategia de crear un lenguaje paralelo que se adelante a la creatividad popular. No hay una sola comparecencia del ejecutivo español desde hace diez días en la que no se mencione repetidamente, pese a que los detalles en los que podrá moverse la ciudadanía dentro de la “nueva nornalidad” no los conozca aun nadie en España, aunque sí en países de su entorno como Alemania, Italia y Francia.
La fecha fatídica que pudo contribuir a extender la enfermedad a través de las concentraciones humanas que en ella se permitieron: manifestaciones del día de la mujer, partidos de fútbol en grandes estadios, mítines políticos... El gobierno español vive atormentado por las consecuencias que, primero para la salud pública y después para sus intereses partidistas, puede tener en el futuro la decisión política de no suspender todos esos actos multitudinarios para no perjudicar la celebración de la fecha feminista más señalada del calendario.
Las pruebas para confirmar los contagios, tanto los PCR como los test rápidos, son la herramienta más eficaz para combatir la extensión de la enfermedad. La adquisición de estos elementos convirtió el mercado mundial de productos sanitarios en un gran bazar con ofertas y demandas, regateos, pillerías y perjudicados. Quien más presionó, quien mejor previno la enfermedad, quien supo ver que los test eran la clave para mantener a raya el coronavirus, logró que en su país las cifras fueran mucho menos graves que en España o Italia. Todavía hoy, cuatro meses después de iniciarse la propagación, escasean.
El foco más peligroso de contagios en España y el más letal. Superan los diez mil ancianos muertos, y se ven abocados a una situación caótica en la que ha tenido que intervenir el ejército para desinfectar y ayudar en la gestión. Es uno de los sectores en los que con más razón se puede concluir que habrá un antes y un después del virus, que las reglas por las que funcionarán serán muy diferentes tras esta pandemia.
El médico que ha puesto rostro a la respuesta gubernamental a la enfermedad, que ya lo hizo con el ejecutivo anterior durante el único contagio por el ébola en 2014. Su rostro se ha hecho popular en los hogares confinados de los españoles, pero siempre le perseguirá la afirmación que hizo al inicio de la llegada del coronavirus a España: no habría más que algún caso diagnosticado. Tras cinco semanas y media de estado de alarma, resiste como cabeza visible del comité técnico que ha tenido que superar en sus carnes la enfermedad y los traspiés en la comunicación de la gestión del gobierno.
El recurso más empleado en la España del coronavirus. Muchos lo han descubierto ahora a la fuerza, otros muchos ya sabían las ventajas e inconvenientes que tiene trabajar a distancia desde el propio domicilio. La euforia inicial de los primeros se ha ido convirtiendo en pesimismo por la disponibilidad total durante las 24 horas que supone tener la oficina de campaña en la salita de estar. La intención de extenderlo más allá del estado de alarma confirma que para muchos trabajadores empieza una nieva era en la que trabajar desde casa será lo habitual.
Las unidades de cuidados intensivos de los hospitales españoles han sufrido la mayor tensión que recuerdan en décadas, desde que fuera creado al actual Sistema Nacional de Salud. Pero han resistido gracias al empeño profesional del personal sanitario y a las garantías de un sistema que tiene sus defectos pero es modelo en todo el mundo. El alivio que ya experimentan confirma que la extensión de la enfermedad se va controlando.
La España del Resistiré ha demostrado que la solidaridad y el apoyo a los más esforzados está a prueba de cualquier crisis. Las ocho de la tarde es una hora ya simbólica para todos, en la que el agradecimiento colectivo a los héroes siempre será recordado. Las banderas con crespones negros y el himno del país han vuelto a dejarse ver y escuchar, a pesar de la reticencia oficial a que se guarde luto nacional. La corriente ciudadana de expresión de un sentimiento todos los días a la misma hora con la misma música en el ambiente ha superado con mucho a la opinión de que los balcones y las ventanas son un síntoma de derrota.
Pocos conocían su existencia en el mapa de la potencia china, pero nadie la olvidará desde ahora. La ciudad convertida en zona cero del virus ha sabido mutar el desastre que supone exportar una enfermedad al mundo entero y convertirlo en ejemplo de resistencia y acierto en las medidas.