El personal militar del Centro de Operaciones de Vigilancia Espacial (COVE) del Ejército del Aire sigue segundo a segundo la trayectoria de reentrada en la atmosfera terrestre de la etapa central del cohete chino Larga Marcha 5B, una estructura cilíndrica metálica de entre 17 y 20 toneladas de unos 31 metros de longitud y 5 de diámetro.
Organización militar que tiene asignada la misión de vigilar el espacio ultraterrestre, el COVE se encuentra situado en la base aérea de Torrejón. Desde allí, los técnicos militares españoles reciben información del radar de vigilancia del entorno espacial instalado en la base aérea de Morón.

También intercambian información con los telescopios de largo alcance emplazados en España que integran el Sistema Nacional de Vigilancia y Seguimiento Espacial y con sus equivalentes del consorcio europeo que conforma la Red de Vigilancia y Seguimiento Espacial de la Unión Europea.
Con los datos que obran en su poder y la supervisión continuada de la trayectoria del pesado objeto, el COVE estima que las previsiones son “bajas” respecto a que el impacto se produzca en España, y mucho menos en áreas pobladas y produzca de daños en bienes o en personas respecto.
En cambio, confían en que se desintegre, sus fragmentos ardan en su mayor parte durante su rozamiento con las capas altas de la atmosfera y sus restos se hundan en los océanos que cubren nuestro planeta, lo que está previsto que tenga lugar entre el 8 y el 9 de mayo.

Lo que suele ocurrir en estos casos es solo una pequeña parte de la gran estructura cilíndrica o algunas de sus partes lleguen intactas o deformadas a la superficie terrestre. De ocurrir lo anterior, las actuales estimaciones son que sus restos caigan en los océanos Atlántico o Pacífico, en el noreste de África, en Sur de Europa o en alguna parte de Rusia.
Como es evidente, el descenso de manera incontrolada y a escasa velocidad sobre la Tierra de la enorme etapa superior del enorme lanzador Larga Marcha 5B ha generado incertidumbre y temores en aquellos países y lugares sobre los existe alguna posibilidad que se produzca su impacto, aunque sea remota.
El lanzamiento el 29 de abril desde el Centro Espacial de Wenchang del cohete pesado Larga Marcha 5B ha generado dos objetos en órbita. En primer lugar el módulo central Tianhe de 22,5 toneladas, que es el primer eslabón de la estación espacial de China. En segundo término, la etapa central del cohete, que han sido por Naciones Unidas con designaciones COSPAR 2021-035A y B, respectivamente.

Tras colocar a Tianhe en órbita, la etapa debía haber reentrado en la atmosfera con su descenso supervisado por un sistema automático de control que lo hiciera caer sobre el llamado punto Nemo, una zona al Sur del océano Pacífico muy alejada de cualquier costa. Sin embargo, la etapa que ahora cae sin control no dispone de tal sistema automático para guiar su caída, ni tampoco los técnicos de la Agencia espacial china disponen de instrumentos para hacerlo.
China es parte del Convenio de Responsabilidad. Se trata de un acuerdo internacional que estipula y asegura que los daños causados en la superficie de la Tierra por un objeto proveniente del espacio y fabricada por una de las naciones signatarias del convenio serán de su absoluta responsabilidad, lo que supone el pago de indemnizaciones en caso de daños.

El vuelo inaugural del Larga Marcha 5 se remonta a noviembre de 2016. Es un lanzador de dos etapas impulsado por cuatro grandes aceleradores montados alrededor de una gran etapa central de 21 toneladas. Eso supone que es siete veces más pesada que la segunda etapa del cohete norteamericano Falcón 9 y tres veces la de una segunda etapa del ruso Soyuz.
Por lo que respecta al COVE, fue inaugurado el mes de febrero pasado y se encuentra en pleno proceso de activación de todas sus capacidades, lo que se alcanzará previsiblemente en junio de 2023.