Las cordiales relaciones entre el Reino de España y la República francesa son tan estrechas que hasta los satélites de uno y otro país viajan al espacio de la mano. Así lo han acordado el ministro español de Ciencia e Innovación Pedro Duque, y la ministra francesa de Educación Superior, Investigación e Innovación, Frédérique Vidal, que han decidido poner en órbita de forma simultánea sus dos últimas plataformas espaciales de propiedad estatal, lo que ocurrirá a finales del próximo mes de agosto.
El español es el satélite de observación electroóptica Ingenio, propiedad del Centro para el Desarrollo Tecnológico e Industrial (CDTI), entidad pública empresarial responsable de representar y gestionar los intereses de España en la Agencia Espacial Europea (ESA) y en los principales foros y programas internacionales del sector.

El francés se llama Taranis y es una pequeña plataforma científica desarrollada por el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES), el organismo público galo responsable de las actividades espaciales del país, tanto civiles como militares. Mientras que la razón de ser de Ingenio es tomar alrededor de 270 imágenes diarias y cubrir más de 2,5 millones de kilómetros cuadrados cada 24 horas, la de Taranis es puramente científica.
Las cámaras y sensores embarcados en la pequeña plataforma francesa van a la caza y captura de datos e imágenes de los fenómenos eléctricos muy violentos que observan los astronautas desde la Estación Espacial Internacional y son imperceptibles a simple vista desde la Tierra. El hecho de que ambas naves despeguen y sean colocadas en sus respectivos emplazamientos alrededor de la Tierra por el mismo lanzador, el mismo día y casi a la misma hora obedece a una serie de circunstancias, unas técnicas y otras fortuitas.

En primer lugar, ambos acumulan serios retrasos y requieren ser puestos en órbita cuánto antes. El último contratiempo fue debido al coronavirus, que dejó a ambos en tierra cuando su lanzamiento ya estaba fijado para junio. A las prisas se añade que Ingenio pesa 800 kilos y el lanzador europeo Vega, que lo tiene que transportar hasta el espacio, tiene una capacidad de carga de hasta 1,5 toneladas. Aquí es donde entra en juego Taranis.
Al ser de reducidas dimensiones y pesar tan solo 200 kilos, puede alojarse en el cohete Vega sin problema alguno. Además, viajar en un mismo vuelo espacial permite compartir los costes de lanzamiento, que son del orden de los 38 millones de euros, lo que beneficia tanto a las arcas españolas como a las francesas.

Y, por si fuera poco, uno va a ser emplazado a 670 kilómetros de altura (Ingenio) y el otro a 700 (Taranis), en una órbita que en ambos casos pasa por los polos terrestres. La compatibilidad es idónea para hermanar los intereses hispano-franceses del CDTI que dirige Javier Ponce y el CNES que preside Jean-Yves Le Gall.
Ingenio ya ha superado todas las pruebas y ensayos para ser poder colocado en el espacio, con la seguridad que aportan los técnicos de que funcionará de forma correcta. El visto bueno definitivo lo recibió el 23 de abril, cuando un equipo independiente de ingenieros de la ESA estampó su firma y dio por aprobados los exhaustivos exámenes que se le han practicado para autorizar su despegue.
A la espera de ser enviado a Sudamérica para que en la última semana de agosto despegue desde la base espacial de Kurú, en la Guayana francesa, Ingenio se encuentra en la sede madrileña de Airbus Space Systems España, la empresa responsable de su desarrollo y fabricación. Está protegido por tres barreras anti contaminación y aislado en una sala bajo condiciones de temperatura y presión constantes, al tiempo que es supervisado en remoto por el equipo de técnicos liderado por el jefe del proyecto, Oriol Álvarez.

Una vez en órbita y superadas todas las validaciones previas a su entrada en servicio, el CDTI transferirá su propiedad al Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), el organismo público de investigación del ministerio de Defensa que capitanea el teniente general del Aire José María Salom, que se va a encargar de su control y seguimiento durante sus previstos 5 años de vida operativa.
Considerado como “el mayor proyecto espacial de la industria española”, sus cámaras y sensores van a aportar a las instituciones españolas y extranjeras imágenes en color y blanco y negro que servirán para mejorar la gestión urbanística, la vigilancia medioambiental y las ayudas en situaciones de catástrofes, incendios e inundaciones. En su vertiente de seguridad y defensa se empleará en la vigilancia de fronteras terrestres y marítimas y en facilitar imágenes al Estado Mayor de la Defensa para garantizar la seguridad de las unidades militares españolas en operaciones en el exterior.

Mientras que Ingenio aguarda en Madrid el momento de viajar a Sudamérica, los ingenieros franceses se afanan por concluir en la ciudad de Toulouse los últimos detalles en torno a Taranis, una vez terminadas las pruebas y ensayos que se le han practicado en los últimos meses.
Bautizado con el nombre del dios celta de los truenos, Taranis va a estudiar, los gigantescos, misteriosos y muy violentos “efectos luminosos transitorios”, un conjunto de fenómenos de descargas eléctricas que se producen por encima de las grandes nubes de tormenta. Bajo la forma de explosiones de color rojo y azul, se proyectan un centenar de kilómetros hacia el espacio, pero, a diferencia de los relámpagos que caen sobre la superficie de la Tierra, no son visibles para el ojo humano.
Taranis va a ser el primer satélite dedicado a la observación y caracterización de los citados extraños fenómenos de luz radiactivos, que generan rayos gamma, emisiones ultravioleta y pulsos electromagnéticos y que en el Laboratorio de Procesamiento de Imágenes de la Universidad de Valencia estudia el profesor Víctor Reglero y su equipo.