Alba Campillo Romo
La población siria continúa con su vida a pesar de la guerra y según la zona, de mejor o peor forma. Hoy por hoy el territorio sirio se encuentra ocupado por cuatro actores principales: las fuerzas rebeldes contrarias al Gobierno, las fuerzas aliadas de Bashar al Assad, las milicias kurdas y el Daesh.
Las ciudades bajo control del Gobierno sirio, como es el caso de Damasco y localidades cercanas, se podría decir que son las que gozan de una mayor tranquilidad y más desde que el pasado 30 de septiembre militares rusos ocuparan diversos núcleos poblacionales.
En la ciudad de Damasco, una de las más antiguas del mundo, las explosiones se escuchan con menos frecuencia que hace dos años. A pesar de que siga habiendo presencia de minas, la destrucción y los daños en el patrimonio histórico han sido mínimos. La población siria se ha acostumbrado a vivir cerca de la guerra y trata de seguir con sus actividades cotidianas, como ir a la mezquita a rezar, y busca, al mismo tiempo, tranquilidad. Así, los habitantes de la capital siria le demuestran al mundo que es posible acostumbrarse a un conflicto bélico y que las ganas de vivir son superiores a la guerra.
Como prueba, la parte de la ciudad antigua de Damasco, en la que la vida nocturna se ha revitalizado enormemente. Muchos consideran que los habitantes buscan en la fiesta una manera de desconectar de la guerra y de los constantes ataques aéreos a insurgentes. De esta forma, y a pesar de que la ciudad se encuentre atestada de barricadas y soldados con fusiles de asalto, los damascenos tratan de normalizar su vida.
En la ciudad de Jaramana, dentro de la zona metropolitana de Damasco, los habitantes tienen la esperanza de que los soldados rusos les liberen de los mercenarios que ahora campan por estos territorios. El suministro de energía eléctrica de la ciudad se encuentra dividido en tres sectores que se turnan de manera que funcionan dos horas pero que se encuentran cortadas cuatro. De igual forma ocurre en Damasco, cuyos habitantes tienen tres horas de luz y otras tres en las que cada persona debe arreglárselas como pueda. Los generadores eléctricos particulares en estos días de guerra son un artículo de primera necesidad pues las redes de energía eléctrica o las plantas potabilizadoras son objetivos principales de guerra como método para presionar a la población civil.
Es difícil de entender cómo puede ser la vida en una ciudad inmersa en una guerra, pero los habitantes cercanos a la ciudad de Damasco explican que para vivir es necesario acostumbrarse y aprender a esquivar proyectiles, bombas y, sobre todo, tratar de tapar las ventanas que dan a la calle y, a falta de sótano, situarse en el centro de la en caso de bombardeo.
Con este complejo escenario, el miedo y la incertidumbre son constantes en estas ciudades. Situaciones como la práctica desaparición de una red de consulados extranjeros, en la que a excepción del argentino (que permanece abierto a pesar de la guerra) todos se encuentran cerrados, dificulta poder pedir asilo político. Un motivo por el cual los sirios se ven obligados a cruzar la frontera hasta Líbano para poder tramitar allí los visados.
Otras actividades más lúdicas, como ver la televisión, se puede hacer en el caso de que se disponga de un satélite. El canal Syrian Drama TV sigue con su programación habitual, aunque con una pantalla pequeña en uno de los laterales que muestra el seguimiento del conflicto por todo el territorio sirio. Además, también se pueden sintonizar canales de otros países árabes como antaño.
Aunque muchas veces pueda dar la impresión de que Siria es un país desolado, lo cierto es que aún sigue habiendo muchas personas que se niegan a abandonar su vida para viajar a un país desconocido en el que, por desgracia, van a tener que afrontar muchas dificultades. Los damascenos y los habitantes de ciudades colindantes tratan de sobrellevar el conflicto de la mejor manera posible tratando de mantener cierta cotidianeidad; pero en el caso de otras ciudades como son Alepo y Raqqa, los ciudadanos han sido sometidos a la violencia extrema del Daesh y de las últimas ofensivas europeas sucedidas a raíz de los atentados de Francia o Bélgica, teniendo que cambiar de vida completamente.