Los largometrajes ‘Cartas mojadas’ y ‘Vitalina Varela’ muestran el drama de la migración

Mirar las migraciones

photo_camera La directora de ‘Cartas mojadas’, Paula Palacios

El artista audiovisual tiene la posibilidad de recrear fuera de su mente las imágenes que esta concibe, de registrarlas (dejando testimonio de su mirada sobre las cosas), de secuenciarlas para componer con ellas un relato, de enriquecerlas con el lenguaje y la música, de ofrecernos, en fin, un mundo que es una elaboración propia a partir de su imaginación, de su manera personal y única de mirar. Lo real, eso que llamamos la “realidad”, está siempre ahí, como trasfondo de esa mirada, pero a la vez no existe sin ella, y es diferente dependiendo de ella. 

Coinciden en las pantallas españolas estos días los estrenos de dos modos de acercarse a las migraciones muy diferentes: el que nace de la mirada de Paula Palacios en ‘Cartas mojadas’, y el que genera Pedro Costa en ‘Vitalina Varela’. Dos aproximaciones audiovisuales que nos hablan de nuevo de la presencia y el vigor de las migraciones como dinamizadoras de los planteamientos artísticos contemporáneos.

Paula Palacios ha creado con ‘Cartas mojadas’ un documental que nos traslada en imágenes la tragedia de los migrantes que atraviesan el Mediterráneo por diferentes rutas (de Turquía a Lesbos; de Libia a Sicilia) en busca del sueño europeo. 

Cartas mojadas documental

La voz narrativa es la de una niña que, precisamente, no ha podido hacer realidad ese sueño, una voz que surge desde el fondo del mar para que tengamos ocasión de escuchar a aquellos que ni siquiera figuran en las estadísticas, que nunca sabremos si embarcaron y que no echaremos de menos si el rescate se produce. El contraste entre unas imágenes que hacen todo lo posible por capturar lo real y ajustarse a ello, y esa voz fantasmal que surge de un ser imaginario (que podría ser, pero no es) para acompañarnos en la travesía aumenta la eficacia de la narración al enriquecer la experiencia del espectador, permitiéndole no solo asistir como un testigo privilegiado a unos hechos documentados que necesita conocer, sino provocando además su compromiso e implicación. 

Estamos pues ante un documental que acude a elementos retóricos de ficción (pero solo de forma muy contenida) para fortalecer estéticamente su eficacia comunicativa. 

Si Paula Palacios es una creadora joven, dedicada prioritariamente al género documental, Pedro Costa es un autor portugués de ya amplia trayectoria que ha ido plasmando su visión de los emigrados caboverdianos a Portugal en una serie de películas muy personales. En la última de ellas, ‘Vitalina Varela’, cuenta la historia de una campesina de Cabo Verde, que llega a Lisboa para asistir al funeral de su marido, que emigró a Portugal 25 años antes en busca de un futuro mejor. La película nos cuenta el duelo que vive Vitalina una vez llegada a Lisboa, tres días después del entierro de su marido. La actriz que la encarna interpreta su propia experiencia de vida, pues la película se basa en los hechos reales que a ella le ocurrieron. 

Pedro Costa

Al igual que Paula Palacios en su documental, Pedro Costa elige también un personaje femenino como eje de su relato. Estéticamente, la propuesta audiovisual de ambos autores es muy diferente. Pedro Costa construye su historia con imágenes que surgen de la oscuridad, recreándose en el claroscuro: la luz de esta película nos traslada a los barrios de infraviviendas donde residen estas comunidades de migrantes, envolviendo al espectador de una atmósfera agobiante y deprimente. 

La narración que construye Pedro Costa es muy exigente con el espectador, sobre todo porque la progresión del relato se desvía siguiendo la deriva de los pensamientos de Vitalina. Acostumbrados a las narraciones audiovisuales imperantes – convencionales, sencillas y eficaces – la película de Costa demanda un esfuerzo de atención que nos incomoda, pues no encontramos una recompensa inmediata en él. La pérdida de capacidad comunicativa que conlleva esta exigencia se compensa con el universo formal que crean las imágenes, capaces de transmitir por otros medios las duras condiciones de vida de los migrantes caboverdianos, de evocar la desolación, la falta de esperanzas e ilusiones que convierten esas vidas en proyectos fallidos. La forma y el fondo, la expresión y el contenido, son indisociables en la propuesta estética (que es a la vez política) de Pedro Costa, alejada radicalmente de todo planteamiento comercial (lo que la hace si cabe más valiosa, desde luego más atrevida, en los tiempos en que vivimos).

Cartel Vitalina Varela

Estamos, pues, ante dos formas de denunciar la realidad migratoria de la Europa de nuestro tiempo, construidas a partir de unas premisas estéticas muy diferentes, de unas miradas muy personales que buscan la comunicación con los espectadores por caminos distintos. 

Luis Guerra, catedrático de Lengua Española en la Universidad Europea de Madrid, es uno de los investigadores principales del proyecto INMIGRA3-CM, financiado por la Comunidad de Madrid y el Fondo Social Europeo
 

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