Conocida por su clima árido y su escasa pluviosidad, la aceleración de las temperaturas extremas, la intensificación de las tormentas de arena y el declive de las economías basadas en el petróleo a medida que el mundo se orienta hacia las energías renovables están complicando la situación climática de Oriente Medio, clasificada como "zona de riesgo por el cambio climático" por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
Entre las regiones más vulnerables del mundo, Oriente Medio, al igual que el norte de África, se caracteriza por la paradoja de que es y seguirá siendo la más afectada por el cambio climático, aunque no haya contribuido mucho a él.
Mientras que algunas regiones del mundo -sobre todo las más desarrolladas- experimentan efectos más moderados, los trastornos climáticos se viven con violencia en Oriente Medio, como en Irak, donde las tormentas de arena se han duplicado en la última década, provocando el cierre de empresas y enviando a miles de personas al hospital. También Afganistán sufre una de las peores sequías de la región, lo que obliga a los jóvenes de las zonas rurales a emigrar a las ciudades en busca de trabajo. "Muchos de los que han perdido los medios de vida que antes ganaban en la agricultura o el turismo se trasladarán a las ciudades en busca de trabajo", afirma Karim El Gendy, investigador asociado de medio ambiente del Royal Institute of International Affairs del Reino Unido.

La región de Oriente Medio, que carece de agua, está experimentando un aumento de la temperatura dos veces superior a la media mundial, con una subida media de 0,45 grados centígrados por década desde la década de 1980, según los expertos en clima.
Con una población de unos 500 millones de habitantes, Oriente Medio también se enfrenta a una crisis del agua, ya que la tierra se desertiza, la nieve de las montañas escasea y los recursos hídricos se agotan.
Con veranos cada vez más calurosos y temperaturas que superan los 50 grados en varios países -Irán, Emiratos Árabes Unidos, Kuwait-, el economista estadounidense Jeffrey Sachs advierte que se trata de "una región que ya está seca y seguirá secándose", lo que hace temer la inseguridad del agua y los desplazamientos. "Vemos los impactos justo delante de nosotros", dice el exconsultor medioambiental del Banco Mundial Lama Al-Hato.

Según el último informe publicado en marzo por el Fondo Monetario Internacional (FMI), la escasa capacidad de adaptación de la región, en términos de economías e infraestructuras, correlacionada con una normativa que con demasiada frecuencia no se aplica, son las razones por las que la región no consigue atajar este problema. Además, la no ratificación de los Acuerdos de París -destinados a mantener el calentamiento global por debajo de los 2°C o incluso de los 1,5°C respecto a los niveles preindustriales- por parte de un gran número de países de la región, como Yemen, Libia, Irak e Irán, no favorece la puesta en marcha de acciones de mitigación y adaptación al cambio climático. El químico atmosférico holandés Jos Levieveld predice que, si no se toman medidas en la región, las temperaturas podrían aumentar hasta 6°C por encima de los niveles preindustriales, y las ciudades rondarían los 60°C en verano.
Además, el cambio climático tendría consecuencias geopolíticas y diplomáticas, sobre todo en lo que respecta a la gestión de los recursos hídricos de los ríos Jordán, Éufrates, Nilo y Tigris. Estas consecuencias climáticas podrían constituir así "las raíces de futuros conflictos", en palabras de Laurent Fabius, entonces presidente de la COP21, en 2015 en París.

Ante estos riesgos, el cambio climático amenaza la estabilidad de la región de Oriente Medio y el norte de África y lleva a los países de estas regiones a actuar para reducir las peligrosas repercusiones. En este contexto, Marruecos y Egipto multiplican las iniciativas de energía limpia, ya que Rabat ha anunciado un programa energético basado en el despliegue de hidrógeno verde. Sin embargo, la adaptación de las infraestructuras y las economías es costosa y supondría un 3,3% del PIB de la región cada año durante 10 años, según el FMI. De hecho, más que la mitigación, hay que poner en marcha verdaderas políticas públicas de adaptación al cambio climático, como la construcción de protecciones costeras, la creación de un sistema de uso más eficiente del agua o el refuerzo y mejora de las campañas de sensibilización.

La 27ª Conferencia sobre el Cambio Climático, más conocida como COP 27, prevista para noviembre en Sharm-el-Sheikh, en la costa egipcia del mar Rojo, será una oportunidad para que Oriente Medio presione a los países desarrollados para que reciban un mayor apoyo financiero -a través de la financiación internacional- que les ayude a combatir los riesgos climáticos de los que son las principales víctimas.
Sin embargo, a pesar de la promesa de 500.000 millones de dólares en ayuda a los países en desarrollo durante cinco años para hacer frente al cambio climático, los propios países desarrollados pueden estar enfrentándose a un desafío a su credibilidad, ya que los países europeos han reactivado la producción de carbón para hacer frente al aumento de los precios mundiales de la energía tras la invasión rusa de Ucrania.