El papa Francisco regresa al Vaticano. Concluye así un viaje de casi una semana que lo ha llevado a Mozambique, Madagascar y Mauricio. En las dos islas del índico, el pontífice ha realizado sendas visitas de cortesía a las máximas autoridades de los dos países. Además, ha asistido a una gran cantidad de actos con la juventud y rendido homenaje a los lugares más representativos del catolicismo. Su popularidad ha quedado plasmada en las misas que ha oficiado como colofón a su viaje apostólico, a las que han acudido cientos de miles de personas.
Durante sus intervenciones públicas, el papa Francisco ha tratado diferentes temas. En el curso de las homilías, ha invitado a malgaches y mauricianos a no perder de vista la diversidad de sus sociedades, fruto de siglos de inmigración. El Papa ha lanzado mensajes de convivencia, pero también ha instado a tomar conciencia de problemas como la pobreza estructural de ciertos sectores sociales y el desempleo de los jóvenes. Ante las autoridades, ha insistido en el discurso de la riqueza social que proporciona la tolerancia interreligiosa. Además, no ha querido dejar pasar la ocasión de sacar a relucir el asunto de la sobreexplotación de recursos naturales, que afecta, especialmente, a Madagascar.

Es en este territorio y en Antananarivo, su capital, donde el Papa ha pasado más tiempo. En total, dos días enteros con una agenda cargada de actos y reuniones. Las ceremonias más formales tuvieron lugar el primer día de la visita, cuando el sumo pontífice mantuvo encuentros con los máximos depositarios del poder público y de la Iglesia católica. Por la mañana, conversó con Andry Rajoelina, presidente de la República, en el palacio presidencial de Iavaloha. Acto seguido, Francisco y el jefe de Estado presidieron una recepción donde también estuvieron presentes los miembros del Gobierno de la nación, así como diplomáticos y otras autoridades civiles.
En su discurso, el Papa cargó las tintas contra la corrupción política. Contrapuso a la especulación los valores de la cultura malgache como el espíritu de comunidad y la ayuda mutua. Igualmente, hizo referencia a la biodiversidad que atesora la isla y animó a proteger la flora y la fauna autóctonas de los peligros de la deforestación masiva. El pontífice reconoció el reto que supone garantizar el crecimiento económico del país y conjugarlo, al mismo tiempo, con la protección de la naturaleza: “No puede haber un enfoque ecológico verdadero, ni esfuerzos efectivos para salvaguardar el medio ambiente sin la consecución de una justicia social capaz de respetar el destino común de los bienes de la Tierra”. Para reforzar su punto de vista, Francisco citó la encíclica ‘Laudato Si´’, que versa sobre el cuidado del planeta.

Ese mismo día, el Papa se reunió con la cúpula episcopal malgache en la catedral de la Inmaculada Concepción de Antananarivo y visitó la tumba de Victoire Rasoamanarivo, beatificada por Juan Pablo II. Sin embargo, el principal acto religioso de su estancia tuvo lugar al día siguiente. En el campo diocesano de Soamandrakizay, en la propia capital, Francisco ofició una misa que, se estima, presenció en directo cerca de un millón de personas. Fuentes de la BBC hablan de la mayor reunión pública en la historia del país.

El mensaje ofrecido por el Papa, en línea con su prédica habitual, fue de rechazo hacia las mentalidades cerradas en sí mismas, así como a los privilegios y la riqueza desmesurada. En su lugar, realizó un llamamiento a corregir las desigualdades económicas a través de la solidaridad y la consolidación de un sistema efectivo que asegure la justicia social. “¡Con qué urgencia reclama Jesús que extingamos nuestro egocentrismo, nuestro individualismo y nuestro orgullo! De esta manera, permitimos el triunfo del espíritu de fraternidad”, pregonó el Papa, que decidió basar su homilía en el evangelio de san Lucas. Después de la misa, tuvo un encuentro con seminaristas y ha visitado la ‘ciudad de la amistad’ de Akamasoa, un proyecto autogestionado para trabajar con las comunidades más pobres.

Desde Antananarivo, Francisco ha llevado a cabo un viaje de un día a Port Louis, la capital de la cercana isla de Mauricio. El país tiene, aproximadamente, 1,4 millones de habitantes. Cerca de una cuarta parte de la población es católica. La misa oficiada a sus seguidores ha sido, de nuevo, la ceremonia más destacada de la breve visita. Unos 100.000 fieles, tanto oriundos de Mauricio como procedentes de islas aledañas más pequeñas, han asistido al servicio, celebrado ante el monumento de la Virgen María, Reina de la Paz.

Francisco ha centrado su sermón en la necesidad de fomentar el espíritu misionero en la población para revitalizar a la población más joven. Ha alabado el ejemplo del Padre Laval, que, en el siglo XIX, expandió el catolicismo por la isla. En 1979, fue, igualmente, beatificado por Juan Pablo II.

Por la tarde, turno para lo civil en los últimos actos oficiales del viaje. El Papa ha mantenido reuniones separadas con el presidente Barlen Vyapoory y el jefe de Gobierno Pravind Jugnauth. En la conferencia posterior con otras autoridades civiles, Francisco ha enfatizado la armoniosa diversidad de la sociedad de Mauricio, resultado de décadas de inmigración.

“El ADN de su pueblo preserva la memoria de estos movimientos migratorios que trajeron a sus ancestros a esta isla y los condujo a ser abiertos a la diferencia”, ha declarado el pontífice ante los representantes. “Por esta razón, les conmino, en fidelidad a sus raíces, a aceptar el desafío de acoger y proteger a aquellos migrantes que hoy vienen en busca de trabajo y mejores condiciones de vida para sus familias”, ha apostillado.

Francisco ha partido esta mañana, hora local, del aeropuerto de Antananarivo con destino al aeropuerto romano de Ciampino. Su visita ha sido la primera de un papa a Madagascar y Mauricio en tres décadas. La última vez que un pontífice visitó estos países fue en 1989, en la época de Juan Pablo II.