Camille Lepage representa la necesidad del fotoperiodismo sobre el terreno y el peligro que conlleva desarrollarlo

Una testigo de lo peor del conflicto centroafricano

AFP/FLORENT VERGNES - La actriz francesa Nina Meurisse (dcha.), que interpreta el papel de la fotoperiodista Camille Lepage, actúa en Bangui el 21 de octubre de 2018

Ella era una más de tantos periodistas, reporteros y fotógrafos que se adentran en lo inhóspito de los conflictos para acercarnos el lado más humano y, por tanto, el más salvaje de la guerra. Porque en palabras de Walzer: “lo que por convención denominamos inhumanidad, resulta no ser más que la humanidad bajo presión”. Apenas había empezado ella a escribir su historia mientras contaba la de otros en el corazón del continente africano. Su pasión por el fotoperiodismo la llevó, en 2012, al recién independizado Sudán del Sur, el país más joven del planeta y de ahí saltó a la vecina República Centroafricana (RCA), donde quiso cubrir el comienzo del conflicto que estalló en 2012. La película que narra esos meses que estuvo en RCA entre 2013 y 2014, ha sido estrenada esta semana en Francia. Su trabajo ha sido desde entonces publicado en el New York Times, Washington Post, Le Monde, BBC, The Guardian o Al Jazeera. Camille Lepage estaba cubriendo el papel de los recursos en el conflicto civil cerca de Bouar, al oeste de la República Centroafricana. Tenía 26 años cuando, en mayo de 2014, las milicias Seleka acabaron con su vida de un disparo en la cabeza.

Ocho años separan los dos levantamientos que sufrió François Bozizé estando al frente de la República Centroafricana. En ambos, el que comenzó en 2004 y que se extendió hasta 2007 y en el posterior de 2012, Michel Djotodia tendría un papel protagonista. En ambos lideró las milicias que se rebelaron al norte del país contra el gobierno central. Djotodia pretendía replicar entonces, el formato que había llevado al poder a Bozizé principios de las década de los 2000. Aunque no tuvo éxito la primera vez, la concurrencia del descontento con el no cumplimiento de los acuerdos de paz posteriores al primer conflicto, dio lugar a la coalición Seleka. Una alianza, traducción del sango, de milicias perdedoras de ese conflicto anterior, que tenía un marcado acento religioso de corte musulmán, religión minoritaria en la RCA. A mediados de 2013, esta coalición consigue llegar hasta Bangui, la capital centroafricana, y tomarla. Se produce entonces la huida de Bozizé y la llegada al poder, esta vez sí, de Michel Djotodia.

Camille Lepage_Periodismo_Republica Centroafricana

Camille llegó al país centroafricano en octubre de 2013, poco después de este golpe de estado, en el que empezaba a ser, con diferencia, el punto álgido del conflicto. El recién nombrado presidente, había perdido por completo el poder sobre la amalgama de milicias que se lo habían dado en bandeja, lo que le obligo a disolver la coalición Séléka apenas un mes antes de la llegada de la fotoperiodista. La disolución de la milicia no supuso, evidentemente, el fin de sus actividades. A la misma velocidad con la que se habían agrupado bajo el liderazgo de Djotodia, se disgregaron en diferentes facciones y milicias que pasaban, ahora también, a combatir entre ellas. Sin embargo, el papel de las entonces Séléka hasta su llegada a Bangui y la crueldad de sus actuaciones, habían provocado el surgimiento de su contrapartida: los anti-Balakas.

Aunque consideradas en su momento como milicias de corte cristiano, con el paso del tiempo los anti-Balakas demostraron tener un trasfondo con una mayor heterogeneidad que las ex Séléka. Su fin, no obstante, era combatir todo aquello que tuviera relación no sólo con las facciones armadas que había liderado Djotodia, sino también contra todo aquello que guardase relación con el mundo musulmán. Era finales de 2013, las atrocidades entre ex Selekas y anti-Balakas empezaban a disparar las cifras de víctimas mortales, de desplazados internos y de refugiados. Los niveles de violencia, extendidos también a la propia capital centroafricana, alertaban a la comunidad internacional que se decidiría, por fin, a actuar. La cámara de la fotoperiodista francesa estaría allí para capturarlo.

Desde entonces han pasado algo más de cinco años y seis misiones internacionales. Tres bajo bandera de la Unión Europea – la EUFOR RCA, la EUMAM RCA y la EUTM RCA –, una de Naciones Unidas – MINUSCA –, que sustituyó la misión de la Unión Africana – MISCA – y, por último, la operación Sangaris, que Francia desplegó en paralelo a las internacionales. A éstas se debería sumar, además, las misiones que ya fueron desplegadas a raíz del conflicto que comenzó en 2004, desde regionales a internacionales. También durante este lustro, la RCA ha vivido dos presidentes, además del huido Bozizé, un Consejo Nacional de Transición y dos elecciones presidenciales; en ella se han producido 580.000 desplazados internos, 600.000 refugiados, principalmente en Camerún pero también en la RDC y el Congo según cifras de Naciones Unidas y, hasta finales de 2016, ya con Faustin Touadéra en el poder, se habían reportado alrededor de 8.000 víctimas mortales. 

Camille Lepage_Fotoperiodista

Sin embargo, la elección de Touadéra a principios de 2016 no supuso el apaciguamiento esperado. Precisamente por eso, en 2017 se lanzó un proyecto conjunto entre Naciones Unidas y la Unión Africana cuya base se centraba en el desarme, la desmovilización, la reintegración y la repatriación (DDRR). Con un relativo éxito, este proyecto no impidió, no obstante, que algunas de las milicias no firmantes, la mayoría con presencia en la zona sur de la RCA – prefecturas de Ouaka y Basse-Koto –, retomaran la lucha armada, volviendo a elevar el número de desplazados y sobre todo, de víctimas mortales. Algunos de esos enfrentamientos se produjeron también en Bangui, donde las tropas centroafricanas con apoyo de la MINUSCA, se vieron obligadas a llevar a cabo varias operaciones en el distrito PK5, el distrito musulmán de la ciudad. A un 2017 convulsó le siguió un 2018 donde el gobierno de Bangui sí fue capaz de intensificar el diálogo con los grupos armados, llevar a cabo medidas para alcanzar una mayor inclusividad de las sensibilidades centroafricanas en el gobierno central y, a pesar de varios incidentes violentos de excesiva gravedad, se encaminó el país hacia los acuerdos de paz. Este acuerdo, fue firmado entre el gobierno de la RCA y catorce grupos armados en Jartum, la capital sudanesa a principios de 2019. Durante este proceso de pacificación de la República Centroafricana, aún lejos de concluir, el papel de Rusia ha sido y sigue siendo esencial. No solo por el acuerdo de cooperación militar firmado en 2018 sino por el papel de mediación y asesoramiento con el que ha estado apoyando la gestión de Faustin Touadéra al frente del gobierno.

Desde la firma del acuerdo, el gobierno centroafricano ha tenido que ceder en varias ocasiones ante el relevante, pero escaso, papel que los grupos armados habían conseguido en el gobierno. A pesar de que la evidente reducción del número e intensidad de los enfrentamientos se ha reducido notablemente invitando al optimismo, diferentes organismos presentes en RCA alertan de que más allá de las principales ciudades, la violencia sigue siendo habitual.

La muerte de Camille no ha sido, por desgracia, la única de este tipo en los conflictos actuales. La suya en concreto, avivó la polémica sobre las condiciones de trabajo de estos periodistas, las exigencias a las que se ven sometidos y la escasa remuneración que obtienen pese a los riesgos que corren. Su trabajo – el de Camille se mantiene publicado en su portfolio – sigue siendo esencial para llevar a la opinión pública las duras situaciones que se viven en un conflicto y la película de Boris Lojkine lo refleja a la perfección en varias ocasiones.

Por suerte, la República Centroafricana es ahora un mejor país que el que conoció Camille Lepage pero es todavía necesario que, tal y como hacen la fundación que lleva su nombre y la película que se acaba de estrenar, se siga dando a conocer su trabajo para mostrar a que punto la República Centroafricana no debe volver. 

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