La crisis ucraniana, una perspectiva desde Túnez

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Ante la peligrosa escalada del conflicto en Ucrania y el alarmante empeoramiento que ha experimentado, así como la histérica campaña belicista que lo acompaña, he considerado útil aportar algunas aclaraciones y puntos de vista personales sobre este conflicto, además de los frecuentes artículos sobre el tema en las páginas del Instituto Internacional IFIMES. 

Durante varios años fui embajador de Túnez tanto en Rusia como en Ucrania. De ahí que tenga en gran estima a los pueblos de ambos países. Por ello, mi punto de vista pretende ser objetivo y me inclino a pedir encarecidamente una rápida solución diplomática de este conflicto de consecuencias trascendentales e inconmensurables, si no se contiene rápidamente. 

En primer lugar, cabe señalar que este conflicto, que tiene lugar en Ucrania, cuyo pueblo es rehén, enfrenta, por un lado, a Rusia, que lo considera una respuesta necesaria a una amenaza existencial y el preludio del surgimiento de un nuevo orden mundial multipolar, y, por otro, a Occidente, bajo el liderazgo de Estados Unidos. Para este último, más allá del objetivo declarado de defender Ucrania contra la invasión rusa, lo que está en juego en este conflicto es estratégico y decisivo para el mantenimiento de su supremacía y de sus intereses, en un orden mundial posterior a la Guerra Fría que debe seguir siendo unipolar. 

La narrativa cuidadosamente difundida en Estados Unidos y en Europa (oficialmente y en los medios de comunicación) presenta a Rusia como un país agresor que pretende reconstituir su imperio anexionándose primero Ucrania antes de invadir otros países europeos. De ahí la necesidad de frenar las intenciones que se atribuyen a Rusia y de contenerla por todos los medios... 

Estas afirmaciones, obviamente infundadas, ocultan realidades que pueden resumirse así: 

El presidente Vladimir Putin ha declarado en repetidas ocasiones que Rusia respeta la soberanía de Ucrania, pero que no tolerará que su territorio se convierta en baluarte o trampolín de una posible agresión occidental contra el territorio de su país. Desde la caída del Muro de Berlín a principios de la década de 1990, Moscú no ha dejado de proclamar alto y claro su oposición a cualquier extensión de la OTAN hacia el este, en dirección a sus fronteras, así como a la adhesión de Ucrania a esta Organización, considerada como una línea roja existencial. 

Sin embargo, a pesar de su compromiso (no escrito) de respetar esta petición, la OTAN no ha cumplido su promesa continuando su expansión hacia los países de Europa del Este para incluir, entre otros, a Polonia, Hungría, la República Checa (1999), los países bálticos (2004) y pasar de 17 a 30 países miembros en su seno, en la actualidad. 

En 2008, la OTAN anunció en su cumbre de Bucarest su intención de integrar a Ucrania en esta organización, mientras Estados Unidos hacía oídos sordos a las justificadas preocupaciones y protestas rusas. Tal adhesión permitiría, en efecto, la instalación en territorio ucraniano de un sistema antimisiles de la OTAN, así como de sus misiles, incluidos los nucleares, en la frontera con Rusia. ¿Aceptaría Estados Unidos bases militares rusas con misiles convencionales o nucleares en sus fronteras de México o Cuba? La doctrina Monroe, aún vigente en EEUU, prohíbe terminantemente cualquier despliegue de armas por parte de las grandes potencias en el hemisferio occidental (todo el continente americano). 

En 2015, se celebraron entre Rusia y Ucrania los acuerdos de alto el fuego patrocinados por Francia y Alemania denominados "Minsk 1 y Minsk 2". En ellos se prevé, en particular, un estatuto de autonomía para las regiones con gran población rusa y controladas por los separatistas prorrusos en Donbás y el compromiso de abstenerse de integrar a Ucrania en la OTAN. Esta última condición fue rápidamente rechazada por Estados Unidos y la OTAN. Más tarde, en 2021, el presidente de Ucrania, Volodimir Zelensky, fue recibido en Washington por el recién elegido presidente Joe Biden para asegurarle el interés de Estados Unidos en que Ucrania se integrara en la OTAN, a pesar de las reticencias de Francia y Alemania. 

La anexión de Crimea, que siempre ha albergado la principal base naval rusa, que formaba parte de Rusia antes de ser anexionada a Ucrania por el expresidente ruso Nikita Kruschev y cuya población es mayoritariamente rusa, se produjo en 2014 en respuesta al golpe de Estado de los nacionalistas ucranianos ayudados por Occidente, que derrocaron al presidente prorruso elegido democráticamente Víktor Yanukóvich. La anexión de esta península tras un referéndum tenía como objetivo proteger a la población rusa y preservar los intereses estratégicos de Rusia. 

Los abusos cometidos desde entonces contra la población rusa en el Donbás por las milicias ultranacionalistas ucranianas son algunas de las razones que han empujado a Rusia, una de cuyas doctrinas es el deber de proteger a los rusos allí donde se encuentren en el mundo, a anexionarse esta región. 

Las nuevas realidades geopolíticas 

Este conflicto, alimentado por el masivo apoyo militar de Occidente a Ucrania, se produce en el contexto de una rivalidad geopolítica en torno a un nuevo orden mundial en ciernes. 

El nuevo orden mundial propugnado por Rusia y sus aliados (los BRICS: Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), exaltado por todo el planeta y ferozmente rechazado por Occidente, podría ser, según algunos analistas, multipolar (con varios sistemas de valores, políticos, culturales y de civilización, económicos y financieros) o tripolar (Estados Unidos - Rusia - China con sus respectivos aliados) o de nuevo bipolar (Estados Unidos y sus aliados occidentales por un lado, Rusia y China con sus aliados de Oriente, por otro). Sea cual sea la forma del nuevo orden, sus sistemas deberían, desde la perspectiva de Rusia y con la aprobación de sus aliados, incluida China, coexistir pacíficamente y en armonía, suplantando al actual orden mundial unipolar, considerado injusto y coercitivo. 

En resumen, Rusia está a favor de un orden mundial multipolar westfaliano en el marco de lo que le gusta llamar "democracia soberana". El modelo de democracia de Occidente, que sólo representa el 12,5% de la humanidad y el 45% del PIB mundial, se considera intransferible y aplicable a toda la Humanidad. 

¿Cuál podría ser el desenlace de este complicadísimo embrollo geopolítico cuyas víctimas directas e indirectas incluyen al pueblo ucraniano en primer lugar, luego a los pueblos europeo y ruso, así como a todo el planeta amenazado por los más diversos peligros? 

Lo más probable es que la solución del conflicto no pueda ser ni militar ni mediante sanciones. La OTAN no tiene capacidad militar suficiente y no tiene intención de entrar directamente en una confrontación armada con Rusia, que dispone de un fuerte ejército convencional y, sobre todo, del mayor arsenal nuclear del mundo. 

Además, un fracaso militar reconocido es inconcebible para ambas partes, ya que sus consecuencias geopolíticas son extremadamente graves y de gran alcance. 

Las sanciones económicas no tendrán el impacto buscado por Occidente, dadas las múltiples bazas que posee Rusia gracias a su inmensa superficie (1/8 de la superficie del planeta) repleta de minerales y recursos naturales (más del 25% de las riquezas naturales del planeta), su autosuficiencia alimentaria, así como en los sectores industrial, de defensa, médico, tecnológico... 

Así pues, sólo unas negociaciones que tengan en cuenta las preocupaciones y reivindicaciones de Rusia (incluido el estatus neutral de Ucrania) e impliquen garantías de soberanía y seguridad exigidas por Ucrania podrían poner fin a este conflicto y evitar a los pueblos de la región y a la humanidad dificultades y sufrimientos indecibles. 

Mientras tanto, y a menos que "la sabiduría de Mandela" entable negociaciones, tal vez por iniciativa y bajo la égida de China o de la ONU (Estados Unidos intenta decididamente debilitar a Rusia e impedir su regreso como principal rival geoestratégico), el mundo tendrá que seguir conteniendo la respiración y esperar que este enfrentamiento no degenere en un devastador conflicto nuclear o en una guerra mundial total... 

El embajador Ali Goutali, fue embajador de Túnez durante más de 20 años en países de cuatro continentes, incluidos Rusia y Ucrania. Ocupó altos cargos en Túnez, en particular como consejero diplomático del presidente de la República y director general del Instituto Diplomático.  

IFIMES - Instituto Internacional de Estudios sobre Oriente Medio y los Balcanes, con sede en Liubliana, Eslovenia, tiene estatus consultivo especial en ECOSOC/ONU, Nueva York, desde 2018.