La geopolítica del terrorismo

Kamel Gomez El Cheij / webislam.com/
Pie de foto: Mapa de población musulmana en el mundo
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El terrorismo, ahora, es exclusivo del islam. El islam es el ISIS, y todos los musulmanes son terroristas. Ya no importa, todo suceso realizado por musulmanes, o con apenas nombre árabe, es terrorismo. Si en Japón matan a discapacitados con cuchillos, es conmoción internacional. Si el japonés en vez de recurrir a los psiquiatras terminaba en alguna mezquita, el mismo suceso era terrorismo islámico, y reivindicado por el ISIS.
Los medios masivos tienen el libreto. Un simple accidente de tránsito puede ser un atentado si el que conducía tiene algo de islámico. Y sin ningún tipo de pruebas, el ISIS estará implicado.
Repitamos hasta el hartazgo. El islam tiene un serio problema con el wahabismo, doctrina fundamentalista. Origen del extremismo. Justificación del terrorismo. El wahabismo se expande gracias a los petrodólares del reino saudí, con la mirada condescendiente de Occidente: al final de cuentas, son sus mercenarios. Los entrenan, les dan armamento. La mano de obra barata, los peones, que poco valen en el tablero de intereses de la OTAN.
Los musulmanes, principales víctimas del terrorismo –siempre en bueno recordarlo-, tienen una tarea en el lugar donde se encuentren: denunciar el wahabismo. Hay que recuperar las mezquitas, nuestros centros de formación, y desentendernos de los buenos modales saudíes (en dólares, por supuesto).
Cuidado. Del fundamentalista al terrorista hay mucho recorrido. No podemos caer en la trampa de ver a los musulmanes como células dormidas a punto de inmolarse. Además, la inmensa mayoría de los musulmanes nos desentendemos de la perspectiva fundamentalista.
Sin ignorancia, no hay posibilidad para los mensajes infantiles del fundamentalismo. Con masacre, miseria, países devastados, arruinados por bombardeos de la democracia y la libertad, la cosa se complica. Afganistán, Iraq, Somalia…la lista sigue.
Sucede que la reiterada imagen de los musulmanes como terroristas, es un reduccionismo propiciado por los otros fundamentalistas, quienes quieren utilizar terrorismo para luchar, supuestamente, contra los terroristas.
Y acá viene la otra ecuación. Occidente también es una doctrina fundamentalista para algunos. Origen del extremismo que ha masacrado millones de seres humanos.
Justificación del terrorismo, y del peor. Los mercenarios, que van a luchar al “estado islámico” y juran lealtad al “califa”, pintan un relato ad hoc para aquellos que confunden a los otros mercenarios, los de la OTAN, con las espadas de los templarios.
Por desgracia, estúpidos hay en todas las latitudes. Los salafistas occidentales, quienes miran un pasado que no se encuentra en ningún lado, son las marionetas del mismo relato que ya ni siquiera habla de choque de civilizaciones, sino de choque de religiones. Peligroso intento de cerrar cualquier posibilidad de dialogo y convivencia.
Inmigrantes, refugiados, mueren abandonados por una Europa indiferente. Las cosas como son: en los corazones de los europeos late más Hitler que el Papa Francisco. A los cruzados de la modernidad se le suma Israel, campeón del terrorismo internacional, pero no por su lucha, sino por su ejecución. El sionismo, desde la llegada de la “primavera árabe”, paso a paso borra a Palestina del mapa. Colonos, fundamentalistas judíos armados con la mejor tecnología moderna, se suman a la racional tarea de robarle al palestino todo: tierra, agua, casa… hasta sus vidas. El ejército, si hace falta, les da una ayudita. A veces, la modernidad y la tradición se llevan muy bien.
Siria resiste. A punto está de recuperar todo su territorio. En el país árabe, cristianos y musulmanes entienden bien lo que está en disputa. Hasta los jóvenes adolescentes saben que no hay “guerra civil”, ni mucho menos “confesional”, ya sea de musulmanes contra cristianos, ni mucho menos de musulmanes entre sí.
La ayuda del Hezbollah libanés, del Irán Shiíta y principalmente de la Rusia cristiana (dato poco mencionado por aquellos que analizan religiones para explicarlo todo) cambió la balanza militar del conflicto.
La resistencia siria obligó a cambios estratégicos. Turquía para no aislarse, cerró con Israel -gesto muy “islamista” de Erdogán, si se me permite la ironía- y relanzó sus relaciones con Rusia. Cerró la frontera al ISIS -recordemos que los terroristas que hoy vuelven a Europa entraban a Siria e Iraq gracias al apoyo de la OTAN- y entre atentados e intento de golpe de estado, se propuso cerrar filas en lo interno.
Además de disputarse la re-islamización de Turquía con Gulen, se lleva puesto al estado, al ejército, a la educación y a la justicia, para acomodarse bien en la presidencia.
He aquí la otra cara de la misma moneda: el islam moderno multicultural, inserto en una economía capitalista con solidaridad social propia del mensaje religioso, ocupando su lugar en el mundo globalizado.
Entre fundamentalistas y los insertos en los “beneficios” de la economía global, el nuevo orden mundial festeja. El problema es el otro islam, el revolucionario, es Irán y sus aliados, quienes piensan un Medio Oriente como bloque autónomo de poder, y sin Israel.
Si la guerra es la continuación política por otros medios, también lo es el terrorismo. Es principalmente un brazo armado de una de las partes: la OTAN, sus servicios de inteligencia y sus aliados.
Los intereses nacionales, regionales y la disputa por el nuevo orden mundial están en juego cada vez que se produce un atentado terrorista. Los gobiernos pueden cambiar su política exterior luego de un atentado terrorista. Entonces, quizás se pueda forzar a algunos países a cambiar su estrategia. La Argentina, la AMIA y Nisman son ejemplos contundentes.
Compleja y delicada situación internacional. Quizás estemos en la tormenta de un mundo que se termina, mientras el amanecer de un mundo nuevo empieza a salir.