Opinión

Las incógnitas del incendio de Notre-Dame

Víctor Arribas

Pie de foto: Las incógnitas del incendio de Notre-Dame.

Los parisinos no olvidarán la Semana Santa de 2019. Miles de ellos captaron con sus celulares la imagen de la aguja de Notre-Dame derribándose envuelta en llamas, y el testimonio de haber estado allí inmortalizando la catástrofe se difundirá durante décadas. Francia ha comprobado una vez más su vulnerabilidad, incluso en el mandato del confiado y vigoroso Macron. La capital del mundo, Nueva York mediante, luchó durante horas por contener a un enemigo que avanzaba raudo hacia la destrucción de uno de los símbolos parisinos, junto a la Torre Eiffel, la Ópera y la basílica Sacré-Coeur. Imaginar lo que un fuego de similares características hubiera provocado en la torre gigante de hierro sobrecoge, más aún tal vez que los zarpazos de las llamas en la catedral de la Île de la Cité. Durante esas horas de angustia el mundo entero se preguntó si los franceses serían capaces de evitar la destrucción total del tesoro arquitectónico, y en la lucha contra el feroz enemigo parece que lograron contener el destrozo absoluto. Lo cual, además de aliviar al mundo entero, eleva la idea general de admiración hacia el pueblo francés.

¿Cómo ha reaccionado la Francia laica ante la tragedia? Anoche vimos en directo, al otro lado del Sena, decenas de ciudadanos consternados, pero esgrimiendo banderas tricolor, todos a una, con una sensación de hermandad ante la adversidad que algunos otros países echamos de menos en momentos así. Un anónimo Je Suis Notre-Dame anidó rápidamente en la ciudad y ha mantenido la vigilia hasta que con las primeras horas de luz los bomberos han confirmado que la catedral ha resistido a duras penas el episodio. Las grandes fortunas parisinas comienzan a anunciar el músculo financiero que reconstruirá la parte dañada de la catedral, de forma que cuando sea visitada dentro de unas décadas los guías podrán explicar qué partes son posteriores al incendio de 2019. La alcaldesa de París va más allá, al plantear que esto no sea un problema sólo de los franceses sino de la humanidad entera. Una conferencia de donantes internacional propuesta por Anne Hidalgo podría dar la oportunidad a filántropos y multimillonarios a demostrar su grado de implicación con la cultura universal.

¿Cómo han tratado las portadas el desastre? La variedad de definiciones sobre el monumento siniestrado ha pasado en los rotativos españoles de expresiones como “la memoria cristiana de Europa” o “el símbolo del cristianismo”, a las más asépticas como “símbolo de la cultura europea”, o “uno de los símbolos de la cultura universal”. Es curioso como algunos medios se esfuerzan en tapar o esconder el carácter católico de grandes logros de la humanidad como este, dando la espalda para sus lectores a toda una tradición cristiana sin la cual es imposible entender la historia del continente. En Francia han sido más chauvinistas, y han preferido calificar de drama sin exclusiones lo ocurrido, añadiendo una letra R al Notre-Dame que todos conocemos. Y en Italia ha habido quien en la portada ha elegido el titular “El 11 de septiembre de la Europa cristiana”, llevándolo al otro extremo opuesto.

¿Debe reconstruirse la Catedral? La cuestión sobre si tiene sentido o no rehacer lo que el fuego ha destruido parece más técnica que política. Pero sospecho que hay todo un país, e incluso toda una Europa detrás de la idea de urgencia del presidente francés para que empiece la operación de reconstrucción del símbolo del orgullo patrimonial. Macron ha podido recoger en estas últimas horas una imagen de unidad ante sus primeros movimientos que le hacen olvidar la reciente división en la Francia de los chalecos amarillos, y a esa carta se va a agarrar igual que Schroeder se calzó las botas para achicar agua en las inundaciones. Una reconstrucción hoy duraría mucho menos que en los siglos que tardó en finalizarse Notre-Dame. Todo va más rápido y serían muchos los que querrían llevar a su terreno el éxito de una rehabilitación. Pero el debate estará ahí, será inevitable, y habrá opiniones en ambos sentidos.

¿Por qué ha vuelto tras el fuego el sentimiento anticatólico en España? Una escultura de Juan Pablo II se erigió junto a la grandiosidad de Notre-Dame. Nadie que haya estado delante de la fachada con las dos torres ha podido evitar encontrársela. Y el Papa polaco es uno de los demonios del anticatolicismo en España, que venera sin embargo a Francisco. Ya se podrá chistear en redes sociales una y mil veces, con mayor o menor ocurrencia, que por siempre el arte europeo estará ligado al hecho religioso. Los más conspicuos ateos del Viejo Continente son los más asiduos visitantes de templos como la catedral de Burgos, la de Milán, la de Florencia o la de San Marcos de Venecia. Es algo similar a lo que observamos estos días de pasión y fervor religioso en España y en el mundo, donde las televisiones más abiertamente anticatólicas dedican generosos minutos de sus informativos a dar cuenta de las procesiones con su masiva afluencia de fieles. Por sus contradicciones les conoceréis.