
En medio de una pandemia global, algunos países del sudeste asiático como Laos, Camboya o Vietnam se enfrentan a otra emergencia causada por la falta de agua en un río vital para estos Estados: el río Mekong. Las provincias de Ben Tre, Ca Mau, Kien Giang, Long An y Tien Giang que son algunas de las principales productoras de arroz de Vietnam tuvieron que declarar el pasado mes de marzo el estado de emergencia. Entre las causas de esta situación se encuentra la sequía, la filtración de agua salada y también la continua expansión de las presas hidroeléctricas tanto en la cabecera del río controlada por China como a lo largo de su recorrido.
El río Mekong es el 12º río más largo, el 7º más largo de Asia y el más importante en el sudeste asiático. Sus 4.350 kilómetros atraviesan los territorios de China, Myanmar, Laos, Camboya, Tailandia y Vietnam siendo un recurso vital y estratégico para los países ribereños. Millones de personas en el sudeste asiático dependen para su supervivencia de las aguas del Mekong ya sea para la pesca o para el cultivo de arroz o frutas, no sólo para su venta sino también para su consumo diario. Ese modo de vida se está viendo en peligro con la proliferación de presas hidroeléctricas y la consiguiente contención de las aguas río arriba lo que impide el flujo regular del río y con ello, las actividades económicas río abajo.
China ha construido once presas hidroeléctricas que retienen más de 47.000 millones de metros cúbicos de agua que deberían fluir río abajo. A su vez, Laos ha llevado a cabo la construcción de numerosas presas a lo largo de su territorio con financiación china en el marco de la Belt and Road Initiative. Ejemplos de estas presas hidroeléctricas son las presas Namlik 1 y 2, Nambeng o NamOu 6. Todas estas presas han convertido a Laos en una de las ‘baterías’ del sudeste asiático, teniendo todavía un margen considerable de ampliación de la producción hidroeléctrica. Estos proyectos han generado no solo capacidad energética para la industrialización, sino también oportunidades de crecimiento económico para las regiones donde están situadas estas infraestructuras.
Sin embargo, el problema de la construcción de presas hidroeléctricas no se basa únicamente en conseguir un correcto equilibrio entre las necesidades energéticas del país y las necesidades vitales de la población dependiente de los recursos del río. Un elemento que cada vez tiene mayor importancia es la influencia y el poder que el control de las aguas otorga a la potencia que domina la cabecera del río: la República Popular de China.
En efecto, China ha desarrollado en los últimos años una estrategia de extensión de su influencia sobre los países del sudeste asiático. A nivel bilateral, China goza de excelentes relaciones con países como Camboya o Laos cuya dependencia de la ayuda, la inversión y las exportaciones e importaciones de China es cada vez mayor. Esta dependencia se ha convertido en un activo importante para China en el sudeste asiático que ha sido utilizado, por ejemplo, para bloquear cualquier comunicado o acción de la ASEAN que pudiese tener efectos negativos sobre China y su postura en lo que se refiere al mar de la China meridional.
Desde el año 2016, China ha ido creando en la región del Mekong una estructura institucional en torno a la Lancang-Mekong Cooperation. Esta institución agrupa a todos los países bañados por el Mekong y se ha convertido en el primer foro de origen chino en la región. A través de este mecanismo, China ha ido desplazando a otras iniciativas como la Lower Mekong Cooperation, la Mekong River Commission o la Greater Mekong Subregion. La idea de China es la de usar su peso político, económico y militar para modelar la región a su conveniencia y una de las mejores formas de hacer que los países integrantes acepten ese papel privilegiado de China es la utilización de los flujos del Mekong para amenazar y castigar a aquellos países que se opongan a sus intereses. De hecho, aunque las presas hidroeléctricas de Laos tienen un gran potencial para desarrollar económicamente al país y a la región, estas dependen de la voluntad china de dejar fluir el agua en la cabecera del río para que lleguen a los embalses de los países vecinos.
La política exterior china en el sudeste asiático se ha caracterizado, en los últimos años, por la utilización de toda una serie de iniciativas con el fin de consolidar su presencia y arrastrar a los países de la región dentro de su esfera de influencia. A pesar de las declaraciones de los dirigentes chinos sobre la creación de espacios de desarrollo común en igualdad de condiciones y de cooperación pragmática lo cierto es que el Mekong se ha convertido no solo en un espacio de cooperación beneficiosa para todos, sino en un activo estratégico para asentar la hegemonía de Pekín en la región.