
La cumbre de la OTAN, celebrada el pasado 14 de junio, generó mucha expectación al ser la primera desde que Biden tomara posesión de la Casa Blanca. Tras unos años en los que las relaciones transatlánticas no estuvieron exentas de tensión, los líderes de la Alianza se reunieron con ánimos de renovar sus relaciones y recuperar una confianza que se había perdido. Fue también la oportunidad de poner sobre la mesa temas desestimados por la Administración Trump, como es el caso del cambio climático, un asunto que vuelve a obtener la relevancia que merece.
En marzo de este mismo año, la Alianza adoptó la Agenda sobre Cambio Climático y Seguridad, que se implementará a través de un Plan de Acción sobre el cual se discutió durante esta cumbre en Bruselas. Según el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, la Organización tiene tres deberes: entender el cambio climático y los retos que presenta, adaptar las operaciones militares, y reducir el impacto medioambiental de las mismas. En este sentido, se pretende reducir la dependencia de recursos fósiles y promover el uso de energías renovables y biocombustibles en las diferentes bases y equipamiento militar, con el objetivo de lograr la neutralidad en las emisiones de carbono para el año 2050.
La UE también adoptó una perspectiva similar en diciembre de 2020. El Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE) presentó una guía sobre la necesidad de adaptar las misiones militares a los retos que plantea el cambio climático, incluyendo sus recomendaciones para el medio y largo plazo. Ambas organizaciones adoptaron por tanto una perspectiva común: la importancia de modernizar sus sistemas de defensa para hacerlos más sostenibles. Sin embargo, la relación entre seguridad y cambio climático tiene una doble cara.
El nexo entre seguridad, defensa y cambio climático no se limita al impacto medioambiental que pueda tener un ejército o una operación militar, ni a la importancia de adaptar las misiones a un clima cambiante, sino a los riesgos en materia de seguridad y defensa que surgen del cambio climático. La subida de la temperatura global, y los consiguientes fenómenos climáticos que derivan de ella, suponen un acelerador de los conflictos a escala mundial, que suponen una amenaza para la paz y la seguridad global.
El cambio climático tiene un impacto directo sobre la producción de alimentos y el acceso al agua, rindiendo algunos hábitats completamente inhóspitos. El cambio climático ya está dando lugar a tragedias humanitarias como hambrunas, sequías y plagas, incrementando así los flujos migratorios. La pobreza y el hambre están forzando a muchas personas a abandonar sus hogares en busca de nuevas oportunidades, una realidad que pone en peligro las vidas de hombres, mujeres y niños de todo el mundo.
La negación de derechos tan fundamentales como son el acceso a agua y comida son además un caldo de cultivo para la violencia, el crimen y conflictos violentos. Las regiones más afectadas han observado un incremento del clima de inseguridad. La falta de recursos y de la perspectiva de un futuro digno ha abocado a muchos jóvenes a radicalizarse y unirse a grupos extremistas. Es un ejemplo el caso de Somalia. Con unos 2 millones de personas en riesgo de inanición y un 70% de la población que depende directamente de las condiciones climáticas para hacer frente a sus necesidades más básicas, los niveles de violencia se han disparado en el país africano. Las rivalidades entre clanes, así como el impulso que ha tomado el grupo extremista Al-Shabaab, han contribuido a generar un clima de inestabilidad y violencia en Somalia. Aunque esta situación tiene diversas causas, no se puede obviar el impacto que ha tenido el cambio climático en el cuerno de África.
Es fundamental reconocer esta relación entre seguridad y cambio climático, y abordar esta problemática desde todos los ángulos, incluyendo la perspectiva geopolítica y militar. La OTAN, al igual que otras estructuras nacionales y supranacionales de defensa, deben tener la seguridad climática como una de sus prioridades, al ser esta una amenaza que no dejará de aumentar en las próximas décadas. Deberán incrementar la cooperación internacional para hacer frente a todos los riesgos que habrán de surgir de este incremento inexorable de la temperatura global.