
La crisis que se está viviendo en un mundo dividido y enfrentado, como reflejan las dos guerras que amenazan a la paz actualmente, será el centro de atención de la cumbre que Joe Biden y Xi Jinping protagonizarán este miércoles en San Francisco (California). Hacía un año que los dos gobernantes más poderosos en la política internacional no se veían (la última vez fue en noviembre del año pasado en Bali, Indonesia) y, en este tiempo, lejos de mejorar, las tensiones no han cesado de aumentar en los cinco continentes.
“Ha habido que hacer juegos malabares para conseguir reunirlos en un momento como este”, comentó confidencialmente un alto cargo de la Casa Blanca. La ocasión la facilitó la 34ª reunión de la APEC, Foro Económico de Cooperación Asia-Pacífico, que este año girará en torno a la paz y el desarrollo mundiales. La agenda incluye la situación internacional, pero, como es lógico imaginar, se centrará de manera especial en las relaciones de las dos potencias que no atraviesan su mejor momento.
La portavoz del Gobierno chino, Mao Ning, anticipó que se tratará de un diálogo profundo en torno a la paz y el desarrollo mundial, pero al referirse a las relaciones entre los dos países se mostró más frontal y advirtió que China no pretende cambiar a los Estados Unidos, por lo tanto, los Estados Unidos no pueden intentar cambiar a China.
Por su parte, la portavoz de la Casa Blanca, Karine Jean-Pierre, definió con pocas palabras la idea general del encuentro con el objetivo de lograr una “gestión responsable de la competencia”. Se sobreentiende la competencia entre las dos potencias tanto en el ámbito político como militar y económico.
Es obvio añadir que tanto la guerra de Ucrania-Rusia como la de Israel contra Hamás también ocuparán unos minutos de la conversación, que se calcula se prolongará dos horas, pero menos que el tema más espinoso: el presente y el futuro de Taiwán, que China reivindica como territorio propio, mientras que los Estados Unidos estarían dispuestos incluso a ir a la guerra para defender su independencia.
El año próximo hay elecciones en la Isla y Biden pedirá a Xi que Pekín no interfiera en su desarrollo tanto en la campaña como en el resultado. Será difícil que lo consiga, la inteligencia china es normal que se vuelque en convencer a los votantes de la necesidad de llegar a la integración y para conseguirlo deben apoyar a los partidos que la propugnan. En cualquier caso, la inmensa mayoría de los taiwaneses no están por la integración, no comparten el sistema comunista y su esperanza es seguir contando con el respaldo militar estadounidense que garantiza su estatus independiente, aunque prácticamente sea una independencia tecnológica y comercial que diplomáticamente apenas es reconocida por catorce países extranjeros, todos ellos de escasa influencia internacional.