Europa en éxtasis

Bandera de la Unión Europea - PHOTO/FILE
Bandera de la Unión Europea - PHOTO/FILE
Se dice que vivimos en un mundo caracterizado por el desorden, el proteccionismo y la competición entre grandes potencias, un mundo diferente al que soñaron los fundadores de la Unión Europea. Se viven tiempos convulsos en Europa, la guerra de Ucrania ha disparado la tensión con Rusia que, a su vez, refuerza su relación con China. Los efectos del conflicto han llevado a los gobiernos europeos a replantearse sus políticas de defensa y de energía. 

Además, la guerra también ha provocado tensiones en el propio seno de la UE, situación que, probablemente, vaya en aumento. Una cuestión vital para Europa es definir qué papel quiere desempeñar en el mundo, si puede y desea, o no, ser un actor estratégico, convertirse en un puente entre bloques o en una zona fronteriza.

Nunca como en el presente, la UE había tenido que hacer frente a una situación internacional plagada de crisis que le plantean numerosas amenazas y retos. Quizás el principal problema a los que hace frente la UE es que tiende a considerarse como un superestado cuando, en realidad, es lo más parecido a una confederación de Estados, en que cada uno se motiva en función de sus propios intereses, mediante el ejercicio de la soberanía. El desafío básico a la integración puede identificarse con lo que se conoce, en la teoría económica y política, como “el problema de la acción colectiva”. Surge en grupos donde los actores estarían mejor si cooperasen, pero se ven disuadidos de hacerlo por incentivos individuales que van en contra de la acción conjunta. “El problema de la acción colectiva” es que todas las partes estarían en peor situación que si hubieran podido superar las barreras a la cooperación. 

En esta situación, Bruselas, no ha sido capaz de desarrollar la tan ansiada Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). De ahí también se derivan las dificultades de gestionar economías divergentes dentro de una unión monetaria en la que el Banco Central Europeo desempeña un papel esencialmente político para evitar desequilibrios rupturistas entre las diferentes economías de los Estados miembros. 

Esta situación hace que se eche de menos una verdadera política europea común que facilite la integración, lastrada por los intereses nacionales particulares, que incluso amenazan la existencia del mercado único. La realidad es que el mercado único europeo no está integrado como lo está, por ejemplo, el estadounidense. Este hecho es causa de que, en la actualidad, el bajo dinamismo en el un sector de las tecnologías de la información y la comunicación, crucial en la actualidad. Es sintomático que solo una empresa europea, ASML, figure entre las diez empresas tecnológicas más punteras del mundo. 

Nada invita al optimismo. En un contexto internacional más fragmentado y con mayores impulsos nacionalistas, incluso Alemania, que es el auténtico motor de Europa, cada vez tiene más dificultades para encontrar mercados que absorban su producción. Los elevados costes energéticos son una amenaza para su industria pesada. Y se añade el empuje de China y los avances de Estados Unidos hacia una política intervencionista y proteccionista. 

La Unión Europea se enfrenta a un contexto mundial de declive político, económico y militar. Los intereses particulares de los diferentes Estados le privan de una voz fuerte en el contexto internacional, donde habitualmente actúa supeditada a los deseos de Estados Unidos. En este contexto, la soberanía real de Europa es casi una utopía. Normalmente, las relaciones francoalemanas han oscilado según las circunstancias, ahora necesitan urgentemente un impulso, dado que los líderes nacionales dan la impresión de que no se llevan. Francia tiene un presidente, Emmanuel Macron, dinámico y elocuente, un “figura” en declaraciones audaces. Olaf Scholz de Alemania tiene fama de ser un canciller hosco con reticencias a la hora de formular políticas.

La extraña pareja corre el riesgo de convertirse en una relación incompatible, ya que perjudica la necesaria futura capacidad de la Unión Europea para hacer frente a la guerra en sus fronteras, el creciente nacionalismo de su población y una situación económica que provoca que la Unión Europea se quede cada vez más atrás de Estados Unidos y China.

A falta de compartir un objetivo con Alemania, Macron ha aceptado la situación con una serie de medidas que, según él, son necesarias para detener el declive a largo plazo de Europa. Alejada de la audiencia, la actuación silenciosa de Scholz podría producir cambios igualmente profundos para el continente.

La visión de Macron consiste prioritariamente en poner en práctica una política europea innovadora, capaz de crear un mercado de capitales mucho más eficiente e invertir mucho más con un presupuesto común como europeos y con el sector privado. Un programa regional a medida similar al conjunto de políticas industriales de la Administración Biden. A su vez, sus argumentos a favor de la “autonomía estratégica” europea en seguridad, defensa y en toda la industria también parece recibir más apoyo a medida que la rivalidad entre las grandes potencias aprieta el continente. 

El problema de Francia es que necesita a Alemania para lograr estos fines, dado que es la nación más poblada de la UE y la economía más grande, algo inevitable. La propuesta de un presupuesto común de la UE mucho mayor, financiado mediante préstamos conjuntos respaldados por Berlín, es difícil que funcione con la coalición de Scholz. 

La crisis de la coalición de Gobierno germano tuvo sus raíces en la decisión del Gobierno en la primavera de 2023 de proceder al cierre de las últimas centrales nucleares que quedaban en Alemania, en medio de una crisis energética histórica en la antigua potencia industrial de Europa, que soporta una rápida desindustrialización.  

La razón aparente fue que el cierre había sido planeado y ordenado por ley desde hacía mucho tiempo. El ministro de Economía y vicecanciller de los Verdes, Robert Habeck, afirmó que el cierre era irreversible porque los expertos le habían dicho que era imposible prolongar la vida útil de las plantas a corto plazo. En abril, un informe de investigación de la revista alemana Cicero difundía que expertos del Ministerio de Economía habían llegado a la conclusión de que las centrales nucleares podrían seguir funcionando durante varios años más sin problemas. La solución debe ser realista, pero la ideología verde tiene un lugar destacado en la corrección política.

Una certeza: la política exterior sigue siendo uno de los elementos menos integrados de la UE. Así lo demostró, por ejemplo, el canciller alemán Olaf Scholz en un viaje a China a principios de noviembre de 2022. Esta visita recibió una lluvia de críticas por parte de los socios europeos porque denotaba un unilateralismo descarnado, ya que los intereses de Alemania chocaban con los del resto de los miembros de la Unión Europea. 

El presidente de Francia, Emmanuel Macron, alude con frecuencia a la importancia de la soberanía y la autonomía. Sin embargo, cuando Macron fue el anfitrión del presidente chino Xi Jinping, hubo poca evidencia de tal asertividad europea.

En lugar de duras negociaciones sobre Ucrania y el comercio, a Xi se le ofreció un alegre programa de conversaciones para su visita, durante el cual evitó hábilmente abordar cualquier tema incómodo. Además de Francia, visitó Serbia y Hungría, dos países que probablemente ayudarán a Pekín a mantener divididas a las autoridades europeas. El viaje de Xi a Europa puede considerarse como un completo éxito desde la perspectiva de Pekín. En sus relaciones con China, los países europeos toman como referencia sus propios intereses, carecen de una estrategia europea. De esta forma, el régimen de Pekín puede neutralizar a Europa en el escenario geopolítico.

A la invasión rusa de Ucrania, junto a la amenaza que representan la dependencia energética y el cambio climático han despertado a los europeos a la necesidad de invertir tanto en defensa como en un modelo de transición energética. La era de dependencia de Estados Unidos para la defensa, de China para las exportaciones y de Rusia para la energía ha terminado. El modelo geopolítico y económico sobre el que se basó Europa desde el final de la Segunda Guerra Mundial ha desaparecido. Sin embargo, Europa también está descubriendo que esta nueva era de competición geopolítica es costosa. A pesar de haber creado una unión monetaria con una moneda común, el euro, y un Banco Central poderoso, la Unión Europea carece de una unión fiscal y una política fiscal común.