El gas ruso que pasa por Ucrania: un maldito embrollo

Pero el Gobierno ucraniano ha declarado que no renovará el acuerdo de tránsito de gas con Rusia cuando expire en enero de 2025.
Según el acuerdo actual entre la rusa GAZPROM y la ucraniana NAFTOGAS, Rusia bombearía unos 40.000 millones de metros cúbicos (bcm) de gas al año. No obstante, desde 2022 el volumen de tránsito es menor a causa de que una de las estaciones de medición está en territorio ocupado por Rusia.
En 2023, Rusia suministró sólo 14,6 bcms de gas a través del gasoducto de tránsito ucraniano. La Unión Europea (UE) se prepara para reducir progresivamente los suministros de Moscú. La pérdida de esta ruta del gas podría intensificar la batalla de Europa con Asia por el suministro de GNL y crear nuevas dificultades para GAZPROM, que padece problemas de liquidez.
Según evaluaciones de analistas, los países de la UE serán los más afectados por el fin del acuerdo del tránsito entre Rusia y Ucrania. Sirva de referencia que, en 2021, la UE importó el 45 % de su gas de Rusia, porcentaje que se redujo al 15 % en 2023.
Por otra parte, hay que tener presente que Hungría, Austria y Eslovaquia todavía reciben la mayor parte del gas que consumen de Rusia, dado que los tres países carecen de acceso directo a puertos de GNL y dependen del suministro ruso a través del gasoducto. Además, los tres tienen acuerdos bilaterales con Rusia mediante contratos con vigencia más allá de 2025.
Alemania podría recibir GNL a través del proyecto MUKRAN LNG, que tiene dos unidades flotantes de almacenamiento y regasificación (FSRU) con una capacidad anual total de 13,5 bcms. Por otra parte, los altos niveles de almacenamiento de Europa (93 % de su capacidad) y el hecho de que las terminales de regasificación de GNL europeas están operando a una capacidad relativamente baja, alrededor del 38 %, se considera el instrumento que permitirá a “sobrevivir” a Europa durante la interrupción del tránsito gasístico por Ucrania.
La demanda europea debería poder paliar la carencia de suministro a través de Ucrania, mediante altos niveles de almacenamiento de gas que compensarían la pérdida inmediata de suministro. Por ejemplo, Austria tiene almacenado gas suficiente para un año. No se puede negar que la sustitución del gas ruso puede resultar más cara y se estima que, en caso de una interrupción repentina del tránsito ucraniano, los precios aumentarían hasta un 20 % en un período de dos a cuatro meses.
¿Qué gana Ucrania al recortar el tránsito?
El objetivo geopolítico de Ucrania es terminar lo antes posibles sus vínculos económicos con Rusia y limitar los ingresos del gas que percibe el Kremlin. Sin embargo, desde el punto de vista económico, Ucrania tampoco se beneficiaría del corte del tránsito gasístico, aunque sus pérdidas serian menores que las de los Estados de la UE.
De esta forma, Ucrania perdería las “tarifas de tránsito” que, en 2023, ascendieron a unos 800 millones de dólares. A su vez, las instalaciones de producción y consumo de gas de Ucrania no siempre están situados convenientemente, por lo que el gas “físico” ruso se traslada a algunas zonas del país empleando la red de tránsito, a cuenta de lo que han solicitado empresas extranjeras y son ello los encargados de abonarlo a GAZPROM. Esto no quiere decir que Ucrania sufriría un shock por la cancelación del tránsito ruso.
La guerra ha afectado al consumo energético de Ucrania, pasando de 27 bcms en 2021 a 19,3 bcms en 2022, antes de aumentar ligeramente a 19,8 bcms en 2023. Esto permite a Kiev cubrir la mayor parte de sus necesidades energéticas con gas de producción nacional, con una pequeña fracción importada del extranjero. Sin embargo, Kiev necesitará modificar su sistema de acueductos y estos problemas podrían agravarse si la economía ucraniana se recupera y requiere más energía.
¿Qué pasa con Rusia?
Rusia parece haber aceptado la pérdida de los mercados europeos para su gasoducto. En cambio, quiere incrementar el consumo interno, aumentar las exportaciones por gasoducto a Asia Central y China e invertir en GNL, que puede transportarse en buques cisterna y, por lo tanto, depender menos de los “estrangulamientos” de la infraestructura terrestre. Sin embargo, estos planes requieren infraestructura adicional cuya construcción llevará años.
Por ello, lo ideal sería que GAZPROM mantuviera abierto el tránsito ucraniano el mayor tiempo posible hasta que se construyan nuevos enlaces de gasoductos con China y Asia Central. Ya que la pérdida del tránsito ucraniano podría costarle a GAZPROM el 15 % de sus ingresos, agravando su situación financiera ya que las exportaciones por oleoductos, desde Rusia a China, no pueden compensar los ingresos de Europa, y se espera que los precios en China para 2024 sean alrededor de un 20 % inferiores a los de Europa, además de la disminución del volumen de exportación.
Con ánimo especulativo, habría que preguntarse si se podría evitar todo esto. La respuesta, en teoría, es afirmativa. Tanto Rusia como de UE han apoyado públicamente el continuo tránsito de gas ruso a través de Ucrania, y se informa que están en ciernes negociaciones con Azerbaiyán para encontrar posibles soluciones.
El plan podría contemplar el mantenimiento del tránsito ucraniano mediante un denominado acuerdo de intercambio entre Moscú y Bakú. En la práctica, esto significa que Azerbaiyán pagaría las tarifas de tránsito de Ucrania y entregaría gas a Europa, pero seguiría siendo el gas ruso físico el que pasaría por el sistema de gasoductos ucraniano.
A cambio, Rusia recibiría dinero por vender volúmenes similares de gas azerbaiyano a otros lugares, como Turquía o incluso a sus consumidores nacionales. Pero el trato es complejo.
En primer lugar, Rusia podría no estar dispuesta a vender gas azerbaiyano a precios mucho más bajos que los que viene vendiendo su propio gas a Europa. En segundo lugar, Azerbaiyán podría no ser físicamente capaz de exportar gas para igualar el tránsito de Rusia a través de Ucrania debido a cuellos de botella, según un informe del Centro de Política Energética de la Universidad de Columbia. En tercer lugar, existen riesgos para la reputación de la UE y Ucrania, que se habían fijado el objetivo de poner fin a su dependencia del gas ruso.