Trump y sus desastrosos planes de paz

Trump

Podríamos decir que Donald Trump es el hombre que alardea de tener mano de hierro con el que se opone a sus deseos, de cumplir todas sus promesas electorales y de traer a casa a los miles de soldados que los EEUU tienen desplegados por el mundo en largas y tediosas guerras, en las que no son bien recibidos y que, muchas de ellas, son ajenas a su voluntad o con poco agrado en la participación.

Un presidente, que quizá, envidioso de que su antecesor, al que odia y trata de humillar en todo momento por sus políticas contrarias y por haber sido galardonado con el Premio Nobel de la Paz, incluso con carácter preventivo, no consigue tras tantos baldíos esfuerzos ser ni siquiera nominado para tamaño galardón.

Por ser sincero, debo decir que en mi humilde opinión, Obama no mereció tal título, porque con muchos de sus actos lo desprestigió, actuó de cara a la galería en sus baños de masas y no hizo mérito alguno de auténtica seriedad y efectividad lo verdaderamente suficiente para que se le otorgara. Pero, adelantándome a la conclusión final de este trabajo, también debo decir que en el caso de Trump, tampoco se lo merece ya que todo lo que propone dice y hace está destinado a un sonoro fracaso; fracasos que no son pocos y que desprestigian a la nación y a sus fuerzas armadas por: los muchos y grandes esfuerzos regalados en tierras lejanas, por constituir un  auténtico despilfarro de muchos miles de vidas, miles de millones de dólares invertidos en personal, despliegues, apoyos logísticos, material, sobornos, prebendas, inteligencia y compras de voluntades a todo nivel tanto político como militar.  
Al igual que nos ocurre con el ínclito presidente español, Sánchez, su egoísmo y narcisismo es supino ya que nadie, ni siquiera el presidente de EEUU se puede erigir y considerar que es el único, sin escuchar a nadie más, que tiene la solución y la razón suficiente para atajar y arreglar todos los problemas, entuertos y disparates que hay en su país y en este caso, en el mundo entero, por muy graves y complejos que estos sean. 

En esta ardua y nada sencilla tarea, Trump se echó a las espaldas la misión de poner en vereda y diluir el conflicto del programa y las aspiraciones norcoreanas sobre los avances en la mejora y producción del arma nuclear y los avances con los misiles de largo alcance e intercontinentales.  Pensó que tras reunirse con su líder, Kim Jong-un y ofrecerle apoyos y comprensión, sin definir ni cuantificar; pensando que el otro interlocutor; zorro, astuto y voraz se convertiría en un caniche que le bailaría el agua con solo chasquear los dedos. Tras tres espectaculares y vistosas reuniones y encuentros bilaterales de alta tensión e intensidad entre ambos, el problema sigue enquistado, Corea del Norte ha recomenzado y mejorado su programa nuclear, sigue probando sus mejorados misiles, la seguridad en la zona no está garantizada ni mucho menos, y la amenaza alcanza otra dimensión más grande e internacional. 

Con Irán hizo algo similar; tras abandonar voluntariamente en 2018 el Pacto sobre el Programa Nuclear de iraní de 2015; no sin razón, pero sin consenso internacional ni con un plan coordinado, intensificó las presiones y restricciones a las personas, las ventas de crudo, la compra de determinados suministros y de armas para acogotar al máximo la economía del país e intentar que, a raíz de esta sobrepresión, la reprimida y exhausta población civil se levantara contra su gobierno y autoridad espiritual y les obligaran a entrar en las razones y exigencias norteamericanas sin más dilación.
Los hechos, tozudos como son, han demostrado que verdaderamente el pueblo llano se ha lanzado varias veces a la calle a protestar por la insostenible situación económica del país, que ha provocado un vuelco en las pasadas elecciones; pero las autoridades del país, se han enrocado, la población ha sido reprimida fuertemente en más de una ocasión y, lo que es peor, hayan decidido unilateralmente, abandonar los límites marcados por dicho pacto y ahora su producción de Uranio enriquecido y la velocidad para lograrlo sea muy superior a las conocidas ante de del mencionado pacto. 

La Comunidad Internacional (CI)  liderada en este caso por la UE, Rusia, China, Francia, Reino Unido y Alemania al igual que el Organismo Internacional para la Energía Atómica (OIEA) -que es el encargado de controlar y medir estos procesos de instalaciones y enriquecimientos de material nuclear- se encuentran estancados y sin saber cómo actuar ya que el brazo de hierro, el amigo Trump, que había prometido muchas veces la necesaria mano muy dura contra Irán y sus desmanes en este tema; ahora, se retranca, deja de presionar por dicho lado y fía todo tipo de esfuerzo a la presión económica e industrial a la espera de que cual manzana madura caiga el gobierno del manzano en el que se encuentra instalado.

No se ha atrevido a actuar militarmente, a pesar de haberlo hasta prometido públicamente en más de una ocasión, ni siquiera ante el hecho de que Irán haya derribado un costoso dron norteamericano; que siga manteniendo el terror en y sobre las inmediaciones del Estrecho de Ormuz al paso de los petroleros de la CI; que haya derribado impunemente un avión de pasajeros ucraniano tras su despegue del aeropuerto de Teherán, repleto de ciudadanos canadienses y que sus topas Quds mantengan en vilo los restos de guarniciones aliadas, lideradas por EEUU, que aún permanecen en Irak. 
El mismo asesinato del general iraní jefe de los Quds, Soleimani, en un ataque con drones en el aeropuerto de Bagdad a principios de enero de este año en una decisión tomada personalmente por Trump, ha puesto en peligro la estabilidad mundial aunque, por otro lado, ha demostrado que ninguno de los dos países está en condiciones o con voluntad de entrar en un conflicto total y solo son de esperar diversas actividades de diferente calado, formato y entidad, conocidas como de zona gris.  

Recogió el guante de su antecesor para aumentar su papel como látigo de castigo y artífice de la extinción del Estado Islámico en Siria e Irak; para ello tuvo que mover muchos peones en el tablero de ajedrez para ir convenciendo a unos y otros -propios y extraños de la zona- de que su implicación en el conflicto, era importante para combatir a dicha lacra, que como escisión o sucesión de Al Qaeda solo traería dolor y destrucción al mundo occidental. No dudó en buscar todo tipo de compañeros de cama oficial  o extramatrimonial y hacerse amigo de países o grupos étnicos cómo los kurdos a los que, a cambio de dinero, instrucción y apoyos en material, inteligencia e información los usaron como carne de cañón contra aquella lacra, hasta que, de pronto, un día se cansó.

Decretó la culminación de la misión, la total derrota de los terroristas yihadistas, dio por terminada la operación y se embarcó en una rápida retirada de sus tropas de Siria e Irak, transfiriendo la, liderada por EEUU, misión de coalición internacional -en la que figura España- para endosársela a la OTAN para que sea su colectivo paraguas protector el que mantenga la misión y garantice su seguridad. Situación esta, en la que aunque sean ellos los que más pongan en la parrilla de asar, siempre podrán descargar la responsabilidad y las decisiones a tomar de forma colegiada. 

Tras esta operación unilateral de retirada, disfrazada de fin o cambio de misión, dejó a los sirio-kurdos a merced de los caprichos, masacres y persecuciones del todopoderoso y muy ambicioso Erdogan; quien busca cada vez un mayor protagonismo zonal tanto en Siria como en Libia. Un poco escrupuloso mandatario que entre sus sueños de grandeza figura evitar la centenaria aspiración de los kurdos -actualmente repartidos entre cuatro países de la zona (Turquía, Irak, Irán y Siria)- de reunificarse en un único y gran Kurdistán; para ello, pretende alcanzar el mayor exterminio de los sirio-kurdos, por considerarlos responsables de sus problemas con los turco-kurdos que nutren y alimentan las acciones del PKK (declarados como terroristas por Turquía),  quienes ponen en jaque a las fuerzas turcas como fuerzas militares y que como partido político, cada vez adquieren mayor relieve e importancia tanto y en la vida cotidiana como para el futuro de Turquía, oponiéndose firmemente así a las aspiraciones del dictador, que en su punto más álgido, pretende recuperar total o parcialmente el esplendor del viejo Imperio otomano.      

Con referencia a Turquía, Trump sostiene una posición ambigua, vulgarmente conocida como la “del palo y la zanahoria”. Los escarceos trucos de aliarse o alinearse con Rusia, irritan a Trump y a la vez, ponen el peligro el futuro de la propia OTAN dado que Turquía es el aliado que más fuerzas y material aporta a la Alianza tras EEUU y su posición geoestratégica cierra el paso a los rusos al Mediterráneo a través de los estrechos del Bósforo y los Dardanelos. 

Los citados escarceos son varios, nada banales y se vienen arrastrando desde hace años; fundamentalmente, consisten en la compra de material antiaéreo, los famosos S-400 que son totalmente incompatibles para integrarse en el sistema de defensa aérea de la OTAN porque delatarían es propio sistema y podría inutilizar los sistemas de mando y control de los modernos F35; punto que ha creado muchas tensiones entre Turquía y EEUU y a nivel personal entre ambos mandatarios. 

El otro punto de gran fricción se deriva de los acuerdos para la puesta en marcha del gaseoducto TurkStream, un gaseoducto que es estratégico para Moscú; evita el paso del suministro del gas ruso a través de Ucrania; por lo que este país, pierde el control del preciado e importante abastecimiento de gas a Europa y por ende, disminuye su interés a la atención internacional; mejora las condiciones de suministro de Turquía y les une mucho más para futuros planes económicos y comerciales de importancia como puede ser el levantamiento de varias centrales nucleares en Turquía con materiales y tecnología rusa, lo que además les dará acceso al potencial combustible nuclear de posible uso militar. Situación, que supondría una mayor ventaja u opción a Turquía para disputar por el liderazgo zonal. 

A estos puntos de fricción con EEUU hay que unir el papel adoptado unilateralmente por Erdogan de intervenir e invadir una franja de territorio en la parte fronteriza con Siria, en la que se asientan mayoritariamente los mencionados kurdo-sirios. Invasión llevada a cabo bajo la excusa de crear una zona de seguridad (buffer zone) para evitar o prevenir todo tipo de ataques por dicho flanco. Ocupación, que en estos días ha originado problemas de suma importancia con las fuerzas leales a Al asad y de rebote con Rusia, su permanente y fiel aliado; mantenedor del dictador durante años en el poder y que, en caso de un elevado incremento de la tensión,  podría derivarse hasta en la invocación a la aplicación del Artículo 5 de la Alianza (no es la primera vez que Erdogan lo ha hecho); lo que, de ser tomada en consideración, hasta podría enfrentarla con Rusia.           

Tradicionalmente, la obtención de paz en Israel y en su zona aledaña constituyen para la Casa Blanca uno de los objetivos prioritarios y por ello, son numerosos los esfuerzos al respecto llevados a cabo por varios presidentes norteamericanos en diferentes épocas  al amparo o como consecuencia de una mayor o menor tensión zonal.  Al respecto, hace tan solo unas semanas escribía y publicaba “Quizá sea por esa malsana o presuntuosa costumbre que tiene Trump de ser el protagonista en todo, no podía pasar por alto o perder su oportunidad al respecto. Una vez más o quizás con mayor escándalo, si cabe, hemos sido testigos del estrepitoso fracaso cosechado por el Plan de Paz de Trump para Oriente Medio (Israel-Jordania), también conocido o bautizado eufórica y rimbombantemente por él mismo como el “ACUERDO DEL SIGLO” que fue presentado oficialmente el pasado 28 de enero a su estilo muy sui géneris (solo frente a una de las partes en conflicto); un acuerdo, que ha pasado casi desapercibido para una inmensa mayoría y que desde su mismo nacimiento y presentación estaba dirigido a no fructificar  y a  crear inmediatas reacciones en su contra como tal, Israel y EEUU.” 
Tensiones pronosticadas que se hicieron realidades patentes en cuestión de horas o días y que levantaron a las masas en la zona y pusieron en un mayor peligro si cabe, tanto la seguridad como la estabilidad del propio Israel, que antes de tan desastrosa iniciativa. 

En este recorrido de breves reseñas sobre iniciativas de paz traídas y propiciadas de mano del magnánimo y a la vez enérgico Trump llegamos a su último y muy reciente intento fallido, esta vez en Afganistán; de nuevo, a todo bombo y platillo y tras varios años de análisis, estudios tanteos y propuestas -otra vez no presentadas al mismo tiempo o ni siquiera de forma sucesiva a todas las partes o fuerzas militares implicadas- hace muy pocos días intentó vender a la CI, al gobierno afgano y a los talibanes un idílico plan, que al igual que el de Israel era totalmente inviable y aunque, a pesar de haberse firmado tapándose la nariz para ello, no ha durado en pie ni 24 horas y ya no queda ni la tregua que se había dado para estudiarlo. En breve, anunciará su repliegue y Afganistán pasará a engrosar la ya muy larga lista de Estados fallidos provocados por la creación sin necesidad, la participación precipitada y/o el abandono posterior a toda prisa de los Estados Unidos de América.

En esta ocasión habrá tirado por la borda miles de millones de dólares, miles de bajas y muchos años de esfuerzos solos o en coalición desde que tras el 11-S de 2001, los EEUU fueron golpeados por el terrorismo yihadista de Al Qaeda en el corazón de Nueva York y el mismo Pentágono, constituyendo con ello la segunda ofensa externa que, de nuevo, cebó sus mentes y corazones y por ello decidieron perseguirles hasta y en aquellas tierras tan inhóspitas que ya demostraron anteriormente que son invencibles por las grandes potencias y sus potentes maquinarias militares por mucho que estas las intenten dominar solas o en coalición. Tanto esfuerzo individual y colectivo no ha servido para nada.      

Imagino que Trump persigue ir cerrando conflictos por varios motivos: lo prometió en su campaña electoral y acaba de comenzar la larga carrera para su única reelección posible; debe compensar ciertos malos tragos, aunque asegure lo contrario, que le proporcionó su famosos impeachment; su “America first” le persigue hasta en los mejores sueños y no quiere ver malgastar sus tropas, dinero y otro tipo de esfuerzos allí donde los norteamericanos no son bien recibidos; necesita ahorrar fuerzas, medios y dinero para cubrir nuevas realidades y capacidades geoestratégicas mucho más acuciantes y de interés nacional -el Ártico, la defensa de Asia Pacífico, la Fuerza Aeroespacial de reciente creación y el desarrollo de las tecnologías punteras en drones armados y las potentes capacidades cibernéticas-; interna y externamente quiere ser considerado como un hombre de paz y capaz de conseguirlo, aunque de momento no ha podido sellar definitivamente ninguna y la espinita del premio Nobel de su antecesor no se la puede quitar de la mente lo que le sigue atormentado y llevando a tan infructuosos intentos.

Para ello, no le importa abandonar viejos y nuevos aliados como los kurdos, Iraq, los turcos, afganos y hasta la OTAN entre otros, si fuera preciso, y no le temblará el pulso en hacerlo. El honor, la responsabilidad y la gloria que deberían acompañar y engrandecer a quien se erige en el verdadero líder democrático mundial, que quiere acabar con todo tipo de abusos y terrorismo quedan muy lejos de este estrambótico y peculiar personaje que o bien no ha entendido su papel, no escucha a sus muchos y buenos asesores o definitivamente, es incapaz de desarrollarlo como debe.