La autoridad de los no elegidos

Cuidado, aquí está la clave, el enorme riesgo populista autoritario: "A mí me han elegido los ciudadanos y a los jueces, no". Podemos hacer historia de la cantidad de políticos que han utilizado la democracia y una de sus herramientas que son las elecciones para después degradar el sistema, romper la división de poderes: el ejecutivo, el legislativo y el judicial, y pretender que solo el ejecutivo tiene la razón y puede tomar las decisiones que quiera y hacer lo que más le convenga en cada caso.
No; la democracia se basa en un estado de derecho donde todos estamos obligados a cumplir las leyes y los jueces están encargados de velar por el buen cumplimiento de esas leyes, que han sido aprobadas, a su vez, por el poder legislativo con las mayorías correspondientes a lo largo de la historia de cada país. Y los jueces son elegidos por un sistema consensuado entre los actores principales con legitimidad y capacidad jurídica, lo que les otorga la autoridad imprescindible junto con la independencia para cumplir con su labor. Por supuesto que se someten a controles y deben responder si cometen irregularidades ante su institución correspondiente.
Tener que recordar esto de primero de democracia parece banal, pero, por desgracia, es obligatorio en estos momentos.
Es inaceptable que un presidente de los Estados Unidos, o de cualquier otro país, pretenda arrogarse la exclusividad del ejercicio del poder con la justificación de que "a mí me han elegido los ciudadanos y a los jueces, no". También eligieron a Hitler y después vino lo que vino.
Es absolutamente grosera la forma de tomar decisiones y cómo las justifica Donald Trump: "Estamos haciendo una fortuna con los aranceles". No tiene ninguna vergüenza en decirlo. Una cuestión es buscar una solución a los desequilibrios comerciales de su país y otra, imponer por su cuenta y riesgo unos aranceles que, como ha dicho el Tribunal Comercial, es un claro abuso de poder. Trump puede tener alguna razón en intentar cambiar algunas situaciones que perjudican a los intereses de Estados Unidos, pero debe hacerlo utilizando las normas y leyes que un estado de derecho y una democracia han establecido para garantizar la estabilidad, la seguridad y la convivencia entre todos. Y el problema no es solo Trump; en demasiados países y no muy lejos los populistas autoritarios pretenden actuar a su antojo.