China: un tenso verano ante un otoño caliente

Xi Jinping

La desaceleración económica y la lucha contra la COVID-19 alimentan los rumores sobre tensiones en el liderazgo.

Hace justo una década, la ciudad más poblada del planeta, Chongqing, en el centro de la populosa China, vivía el episodio más oscuro de la lucha de poder que finalmente entronizó a Xi Jinping, quien ha amasado tanto poder que se prepara para conseguir a finales de año mantenerse otros cinco al frente del mismo, un periodo sin precedentes. Entonces la lucha fue cruel, dejando cadáveres y detenidos por el camino. El perdedor fue el secretario general del partido en la gran ciudad del interior, Bo Xilai, que pagó junto a su mujer con la cárcel, mientras aparecía muerto el presunto amante de la esposa o testaferro de los negocios, un ciudadano británico.

¿Estaremos ante una nueva batalla política de envergadura? El momento económico de clara desaceleración –en el comercio, el empleo y la productividad– y la dudosa eficacia de la política de “COVID cero” han incrementado las especulaciones sobre tensiones en el liderazgo. Xi encabeza una posición oficial de menos dependencia exterior, aun cuando China pudo mantener sus décadas de oro gracias al comercio internacional. Ahora anima a sus técnicos a un desarrollo tecnológico propio. De la misma manera que busca un apoyo en los países de la Ruta de la Seda e incluso Rusia para no aumentar su dependencia de los capitales del área occidental liberal.

Los aires autárquicos del discurso político oficial contrastan sin duda con la realidad de los beneficios alcanzados por el gigante asiático en estas décadas de globalización. China ha hecho claros progresos para independizar su economía en sectores estratégicos como el de la energía –apostando claramente por desarrollos en la energía solar, o en el de las baterías de automóviles eléctricos.  Pero lo cierto es que en un área clave como es la de la aviación su dependencia de componentes de fabricación occidental es casi absoluta.

Tampoco ha conseguido despegarse China de la dependencia del valor del dólar o el euro en el mercado, como muy escasa penetración del yuan como divisa de trabajo al menos en los mercados asiáticos. Unidos estos datos a la caída de la productividad, la menor actividad económica por las restricciones impuestas a la población y las empresas por el COVID cero y el creciente desempleo sobre todo entre los jóvenes, el panorama económico ni es halagüeño, ni permite mucho margen de acción para explorar caminos inéditos.

Los analistas asiáticos miran con interés el doble lenguaje que empieza a apreciarse en los comentarios públicos del líder supremo Xi, frente a los del primer ministro Li Keqiang. El realismo del que hace gala el número dos al hablar de “mayores dificultades en algunos aspectos de la economía”, su posición más permisiva o cercana a las tesis de colaboración con el mundo occidental, así como su menor disposición a favorecer el peso del Partido Comunista en la dirección de la economía permiten hablar de una divergencia de modelos que podrían confrontarse el próximo otoño si la economía sigue dando síntomas de debilidad.

Círculo Economía China

Los cuadros económicos recién publicados en España sobre la economía china, elaborados por el Círculo de Economía, son contundentes. Crecimiento en 22, un 4,4%. Casi tres puntos menos que la media de la década 2011-19. La venta de edificios comerciales cae un 29, 5% interanual, frente a un crecimiento del 68% en enero y abril del año anterior. La tasa de paro juvenil sube al 18,2%, tres veces más que la media general del 6,1 de paro, muy por encima de la media de los Estados Unidos de América por ejemplo.

Según el Círculo, “la política COVID cero, con restricciones a la movilidad y confinamientos en grandes ciudades, impacta en la economía china al evitar la recuperación del consumo y la inversión y frenar las exportaciones, su principal motor de crecimiento. Se modera el crecimiento del PIB a pesar de los estímulos fiscales. Las exportaciones se desaceleran hasta el 3,9% interanual en abril, resultando en 11,1 puntos menos que la media del primer trimestre de 2022. Caída de actividad, principalmente en el sector servicios, en un contexto de incremento de restricciones. Con una inflación en el entorno del 2%, la política monetaria se centra en evitar una fuerte desaceleración”.

La conclusión es que “China ralentiza su crecimiento por la incertidumbre interna”. La razón principal y pública se achaca a las restricciones impuestas por la política del COVID cero, pero que han empezado a trasladar inquietud y desasosiego entre la población (especialmente en Shanghái y Hong Kong). Crece la sensación de que las medidas meramente autoritarias ni solucionan la situación, ni permiten actuar con una lógica más cercana a los intereses de la población. Como si el interés mayor fuese el de preservar una estabilidad del poder a toda costa de cara al obligado cambio del próximo otoño.

El primer ministro Li, que ya estuvo en la pugna del poder cuando se estableció el liderazgo actual hace una década, debería dejar su puesto en primavera, después de que se haya consagrado la permanencia de Xi al frente de la todo poderosa secretaría general. Como en aquel desagradable caso de Chongqing, que acabó con las aspiraciones de Bo Xilai, degradado y encarcelado, Xi ha impuesto una batalla contra la corrupción que se dice ha afectado ya a cerca de cuatro millones de cargos, y en concreto a unos cuatrocientos en altas posiciones. 

La política de control absoluto, puede resultar tan efectiva como levantar toda una tormenta revanchista que no permita a Xi Jinping mantenerse sin tensión en el poder cinco años más en el ya próximo 20 Congreso del Partido Comunista chino (PPCh). En este volátil mundo actual, con la guerra de Ucrania en marcha y las alianzas mundiales en entredicho, la situación de China se torna tan crucial como enigmática.

Javier Martín-Domínguez es periodista y fue corresponsal en Estados Unidos y Japón