Opinión

Seremos menos y más viejos

photo_camera Crecimiento demográfico

El actual crecimiento demográfico mundial es insostenible y amenaza al nicho ecológico que nos sustenta. Así de claro. De un millón de personas en todo el mundo hace 12.000 años, cuando se inventaron las ciudades, pasamos a 200 millones en la época de Jesús, a 1.000 millones en 1800, 2.500 millones al final de la Segunda Guerra Mundial, 6.000 millones en 2000, y 7.600 millones hoy. Cualquiera que tenga 70 años ha visto triplicarse la población mundial durante su vida. Es una barbaridad, aunque afortunadamente hay signos de un cambio de tendencia a medida que suben el nivel de vida y la educación. Aun así, a corto plazo la población crecerá 2.000 millones en los próximos 30 años y, de ellos, 1.300 millones nacerán en África, que doblará su demografía. Egipto gana un millón de habitantes por año y Nigeria, con 190 millones, rozará los 400 millones en 2050 y sobrepasará a China a fin de siglo. Mucho me temo que la etapa de las grandes migraciones está sólo comenzando.

Este crecimiento tiene un impacto muy grande sobre la ecología, pues destruye el medio ambiente al aumentar los gases de efecto invernadero y esquilma recursos que no son ilimitados. Ya hay "refugiados ecológicos" expulsados de su hogar por la sequía en el Sahel, y por la subida de las aguas en Kiribati, una isla-país que habrá desaparecido bajo las aguas a finales de siglo. Sus pocos habitantes buscan un lugar donde poder trasladarse. Igual suerte pueden correr Vanuatu, Tuvalu, Nauru, Maldivas y Solomon. También crece la competencia por recursos escasos. Se estima que en 2050 el consumo de alimentos crecerá un 50%, el de energía un 60% (hoy 600 millones de africanos no tienen electricidad), y el de agua otro 50%, que es el problema más grave a corto plazo. Según la ONU una de cada tres personas (2.200 millones) no tiene acceso a agua potable y dentro de diez años la mitad de la población vivirá en zonas con escasez de agua, especialmente en África (Sahel, Cuerno de África), Oriente Medio (Afganistán, Yemen, Tayikistán) y Sudeste Asiático (Camboya, Myanmar).

Por eso es una buena noticia que el desarrollo socioeconómico esté alterando la fertilidad, lo que hará que la población mundial comience a decrecer hacia finales de siglo. Junto a ese descenso se producirá un envejecimiento generalizado que hará enloquecer las pirámides demográficas tal y como las conocemos porque en Europa la población que tiene más de 65 años subirá del 9% actual al 19% en 2050, y peor será en China, donde a fin de siglo habrá el mismo número de personas con 18 años que con 85. Según la revista The Lancet, sobre un total de 195 países, 183 tendrán en 2100 tasas de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo, estimado en 2,1 hijos por mujer. En algunos lugares el proceso ya ha comenzado y se prevé que China que tiene una tasa de 1,6 bajará de 1.400 millones de habitantes hoy a 730 millones en 2100 y por eso ahora anima a tener tres hijos por matrimonio. En Corea del Sur, con la tasa de fertilidad más baja del mundo (0,92 en 2019) las universidades pelean por los alumnos, en Japón se venden más pañales para adultos que para niños, en Italia cierran las maternidades, en Suecia se desvían recursos de escuelas a hogares de ancianos, y en España, con una tasa de 1,3, se vacía el campo y se estudia elevar la edad de jubilación. Y aunque una población puede significar salarios más altos, menos emisiones de carbono a la atmósfera y quizás un nivel de vida más alto, también plantea muchos otros problemas como el mantenimiento de las pensiones y el estado social de bienestar, un menor dinamismo y creatividad, hasta llegar a afectar al mismo peso internacional del Estado. Por eso Alemania y Francia han comenzado a tomar medidas fiscales (ayudas) y sociales (guarderías) para estimular los nacimientos, y otros países como Canadá procuran atraer inmigración.

No cabe duda de que este cambio de tendencia causará sus propios problemas que habrá que resolver. Pero debemos darle la bienvenida porque el planeta no podía seguir soportando mucho tiempo más el crecimiento demográfico enloquecido experimentado desde la primera revolución industrial.

Jorge Dezcallar
Embajador de España.