A vueltas con la dichosa bomba

El sistema de misiles tácticos rusos 9K720 Iskander, con capacidad de portar ojivas nucleares, es uno de los que Lukashenko ha autorizado el despliegue en territorio de Bielorrusia - PHOTO/Russian Ministry of Defense
El sistema de misiles tácticos rusos 9K720 Iskander, con capacidad de portar ojivas nucleares - PHOTO/Russian Ministry of Defense
La amenaza nuclear rusa es como el Guadiana, que aparece y desaparece en función de los intereses de Putin en cada momento

Ahora le interesa, a rebufo de las conversaciones entre Biden y Starmer sobre si permitir que los ucranianos utilicen misiles aliados de largo alcance contra objetivos dentro de Rusia. Putin ha dicho que eso tendría consecuencias porque nos implicaría en la guerra, y el locuaz Dimitri Medvedev añadía color al tema diciendo que dejarían a Kiev planchada como “una mancha gigante gris y derretida”.

Según los servicios de Inteligencia americanos, en octubre de 2022, el riesgo de que Rusia usara armas nucleares en Ucrania era de un escalofriante 50%. Ahora debe ser más.

Regresa el lenguaje bélico, aumentan los presupuestos de Defensa y vuelve el servicio militar a algunos países. Y regresa también la amenaza nuclear porque se han interrumpido los contactos entre americanos y rusos que aseguraron la paz durante la Guerra Fría: se ha denunciado el Acuerdo Nunn; lugar para inspirar confianza, y también los tratados de Cielos Abiertos y NIF (sobre misiles de medio alcance en Europa), y rusos y americanos han dejado también en suspenso el Tratado START II sobre misiles balísticos intercontinentales, lo que es particularmente grave cuando cada uno tiene 1.600 cabezas y ambos están modernizando sus stocks. China, por su parte, que “solo” tiene 300 las está aumentando a buen ritmo y espera tener mil en 2030. 

O sea, cada vez hay más bombas y cada vez hay menos control. Por si fuera poco, Rusia ha renunciado al axioma de no ser la primera en usar el arma nuclear, y Trump ha dicho que si es elegido volverá a autorizar las pruebas nucleares terrestres, las que se hacen fuera de laboratorio, que prohíbe expresamente el CTBT (Comprehensive Nuclear Test Ban Treaty) que han firmado 187 países, pero que no ha entrado en vigor porque Washington y otros aún no lo han ratificado.

Trump abandonó unilateralmente el Tratado Nuclear con Irán aumentando la inestabilidad en Oriente Medio que luego Israel, Hamás, hutíes, Hezbolá y el mismo Irán se han ocupado de llevar al límite. Había unas discretas conversaciones indirectas entre americanos e iraníes en Omán para un nuevo tratado, pero los “asesinatos selectivos” de Tel Aviv y la respuesta de Teherán en forma de misiles y drones sobre Israel lo han frustrado como probablemente deseaba Jerusalén. 

Hoy Irán está enriqueciendo uranio sin control y por encima de los límites permitidos por la Agencia Internacional de la Energía Atómica, lo que le acerca peligrosamente a poder dotarse del arma nuclear y eso es para Israel un inaceptable riesgo existencial pues Teherán no renuncia a su objetivo de destruir “la entidad sionista”. Además, si Irán se hace con la bomba, los turcos, saudíes y egipcios querrán tenerla también y eso provocaría una indeseable carrera de armamentos en Oriente Medio. Los iraníes dicen que ellos no la quieren, pero sería muy ingenuo creerles, sobre todo cuando ven cómo Corea del Norte se ha convertido en intocable tras cruzar el umbral nuclear.

Kim Jong-un, el sátrapa que rige sin controles un paraíso de autómatas comunistas en el que la gente se muere de hambre, se burló de Donald Trump en un par de reuniones en las que ganó legitimidad internacional a cambio de nada, y hoy es una potencia nuclear intocable con misiles cada vez más potentes que ya pueden alcanzar las costas norteamericanas, mientras que, al igual que Irán, suministra armamento a Rusia para su “operación militar especial” en Ucrania. Allí lo tienen claro: más cañones y menos mantequilla. No hay que descartar que coopere con Irán y le ayude a cruzar el umbral nuclear para entrar así en el selecto club en el que ya están también países envueltos en conflictos como Israel, otros que se llevan muy mal como Pakistán e India y los europeos Francia y Reino Unido. Ya son demasiados. 

Y eso le plantea un problema serio a Europa que sin el escudo nuclear americano que le da la OTAN puede quedar a merced de una Rusia expansiva si Trump gana las elecciones y hace lo que dice: no ayudar a los europeos que no gasten suficiente en Defensa e, incluso, abandonar la OTAN (imposible porque nunca reunirá los votos necesarios), o vaciarla de contenido negándole armas y financiación (algo perfectamente posible). 

Una autonomía europea en Defensa no es creíble sin el arma nuclear y tras el Brexit solo la tiene Francia en toda la Unión Europea. No hay más remedio que hablar del asunto por espinoso que sea y por poco que guste a nuestros políticos.

Jorge Dezcallar, embajador de España