Política frente al terror

La atrocidad cometida por Hamás en Israel el 7 de octubre ha situado a Estados Unidos en el epicentro del orden internacional. La Casa Blanca y el Pentágono han reaccionado de manera fulminante para ofrecer respaldo político a Israel y garantías de seguridad a la región con el envío de dos portaaviones y otras medidas de apoyo.
Joe Biden ha respondido de manera coherente a la tradicional alianza estadounidense con Israel y además ha trasladado, personalmente a Benjamín Netanyahu y a través del secretario de Estado, Antony Blinken, a otros aliados y líderes regionales, el compromiso con la legitimidad de la respuesta, instando a maximizar la prudencia y minimizar los efectos sobre la población y a la apertura de vías de ayuda humanitaria en Gaza.
La única potencia que ha sido capaz de promover un orden regional más estabilizado en Oriente Medio y de construir canales de negociación tan determinantes como los acuerdos de Camp David en 1979, así como impulsar procesos como el de Oslo en los años 90 que derivó en la creación de la Autoridad nacional Palestina, ha vuelto a asumir la responsabilidad de ejercer una política exterior activa, propia de un país que ha liderado el orden liberal durante décadas y que ahora lidera la transformación de ese orden en el nuevo entorno de competición entre potencias.
Los máximos dirigentes ruso y chino, Vladimir Putin y Xi Jinping, mantuvieron estos días pasados su 42ª reunión, bien lejos de Oriente Medio, en Pekín. Para hablar del proyecto de la Ruta de la Seda y de otros temas bilaterales, aunque lógicamente aprovecharon para emitir sendos comunicados en favor de la reducción de la violencia en Israel y Gaza. Similares en la distancia y la vacuidad a la de otros países, igualmente preocupados por los hechos según sus comunicados, pero inactivos frente a ellos, a la vista de sus decisiones. Europa ha reaccionado con celeridad para condenar la acción de Hamás y algunos de los líderes de sus principales potencias, Reino Unido, Alemania o Italia, se han trasladado a Israel y la región para mostrar una línea coincidente con la norteamericana. La Unión Europea ha participado institucionalmente en la Cumbre de El Cairo junto a países árabes y Naciones Unidas, aunque los resultados de la reunión han sido muy débiles. Pedro Sánchez asistió como presidente de turno del Consejo.
Los países limítrofes con Israel mantienen una tensa atención ante la posibilidad de una escalada regional del conflicto y, entre ellos, Egipto ha asumido una parte importante de responsabilidad en materia fronteriza y de ayuda a los civiles palestinos en el sur de Gaza. Irán, por el contrario, se ha vuelto a posicionar en el escalón más alto y ruidoso de la inmoralidad en su apoyo a la acción terrorista.
En el actual orden de potencias, grandes unas y pequeñas otras, la política exterior y su vinculación a la compleja dinámica internacional, necesita de acciones además de soflamas y otros mensajes incluso indecentes de dirigentes muy menores. La solidaridad ante un conflicto no solo se manifiesta con un gesto o un exabrupto, sino que necesita recursos y acciones coordinadas. Con una base de principios y valores que permitan identificar al agresor y diferenciarlos del agredido, tal y como ocurrió en Ucrania hace poco más de dos años. La decisión de Estados Unidos de mantenerse a la cabeza de las democracias y al lado de Israel en la lucha contra el terrorismo es una garantía para el orden internacional que determinados grupos criminales y líderes enloquecidos quieren subvertir y doblegar.
Ante la desoladora guerra en Israel, la inmensa mayoría de los ciudadanos en la inmensa mayoría de los países estamos consternados con el sufrimiento de las civiles y con la muerte de inocentes. Igual de consternados que los miles de manifestantes que expresan su reclamación de los derechos de los palestinos. Igual de abrumados ante la muerte de niños inocentes. Al igual que hemos contemplado con perplejidad y angustia, las imágenes de una guerrilla terrorista asesina, violando, matando y secuestrando a civiles y niños el 7 de octubre, cuando por ese motivo atroz, comenzó esta guerra.
El apoyo a Israel de Joe Biden no significa una carta blanca para la respuesta militar dura y definitiva. Sino el apoyo para actuar con firmeza contra el terror mientras se continúa avanzando en construir un Oriente Medio estable y capaz de coexistir en paz. Israel tendrá que ser una pieza política esencial en esa futura reconstrucción de la convivencia. El terrorismo de Hamás nunca podrá serlo.