
¡Qué tío! ¡Qué campeón! Cuánta euforia has provocado en miles de tus correligionarios que, apiñados y dando vivas a tu excelsa figura, te aclamaban en la noche del 28 de mayo ante las puertas cerradas a cal y canto de la sede federal de tu partido en la calle Ferraz de Madrid.
No existe otra figura política en el mundo entero tan querida por sus compatriotas como la tuya, inconmensurable Pedro Sánchez que, permíteme que te diga, acabas de dejar patidifusos, desconcertados y huyendo a la desbandada a tus contrincantes de la arena política. Parece ser que algún que otro madrileño ha encontrado tirados en mitad de la calle a una desconsolada Isabel Díaz Ayuso y a un amargado José Luis Martínez-Almeida ¡Ver para creer!
Todos los españoles nos hemos quedado atónitos del inmenso triunfo morganático que el PSOE ha obtenido a escala nacional. Ha logrado la victoria gracias a tu decisiva e incuestionable contribución como Duce de las pizzas de las madrugadas del Palacio de La Moncloa, Gran Capitán de las huestes progresistas hispanas, Caudillo de las esencias de la II República, Condotiero de los fontaneros de Ferraz y Führer castigador de los escasos díscolos que, a hurtadillas, osan poner en duda tu indiscutible mando absoluto en el partido.

Menos de una semana después de conocerse los resultados de los comicios municipales y autonómicos del domingo, 28 de mayo, gracias al pegamento de la marca “Leña al mono y al trapecio” que utilizas, el PSOE está hoy más unido que nunca. Ni una sola voz discrepante. Nada de mostrarse cabizbajos, compungidos o deprimidos ¡A santo de qué!
Fidelidad inquebrantable a prueba de bombas, como testimonian los aplausos de agradecimiento y los abrazos de cariño que el 31 de mayo te han dispensado todos los diputados y senadores del grupo parlamentario socialista. Estaban convocados a toque de silbato por tu fiel portavoz, Patxi López, para agasajar al héroe de la jornada histórica del 28M, el amado líder que ha sabido derrotar a una imaginaria hidra de siete cabezas: tú y sólo tú.

Besos, abrazos y sonrisas
Eres consciente que un grupo bastante numeroso de los que hasta hace unas horas te aplaudían temen que desencadenes una versión española de la matanza del día de San Valentín en Chicago, la del año 1929 ¿Recuerdas? O que pongas en práctica una variante low cost de la sangrienta Noche de los Cuchillos Largos, ordenada un 30 de junio de 1934 por el siniestro tío del bigotico.
Mientras se plantean el momento más adecuado para tener un desahogo al estilo del que Marco Bruto capitaneó contra Cesar allá por el año 44 antes de Cristo, tus correligionarios en el Congreso y Senado se han prodigado en besos, abrazos y sonrisas a discreción.
Eso sí, lo han hecho con moderación, para no despertar las sospechas de Patxi, el hombre que empleas de “corre, ve y dile” y al que también le tienes haciendo las veces de comisario del KGB Bis. Me dicen que alguna senadora ha susurrado “Pedro, queremos un hijo tuyo”, pero lo ha dicho “por lo bajini”, para no destapar los celos de Begoña.

Todos los presentes en el conclave, incluso los cobardes diputados y senadores que te critican “sotto voce”, pero que votan en los plenos del Congreso y Senado las órdenes que les transmites desde Ferraz o la Moncloa, estaban atentos a un leve gesto de Patxi. Esperaban su señal para alzar el puño cerrado y, como otras tantas veces, arrancarse a entonar a voz en grito “La Internacional”. Olvidan que tienes prohibidos ambos desahogos si vistes de traje y corbata a juego, como mandaba la ocasión.
Pedro, sé que eres consciente que tienes muy preocupados a muchos de tus aristócratas y pesos pesados del partido. Sobre todo a los que debido a tu abrazo del oso en la campaña electoral se han visto desembarazados de su pesada carga de presidentes de comunidades autónomas ‒como el aragonés Javier Lambán, el extremeño Guillermo Fernández Vara o el valenciano Ximo Puig‒, de diputaciones provinciales y alcaldías, como el de Valladolid, Óscar Puente, o el de Sevilla, Antonio Muñoz.

En la OTAN se parten de la risa
Tampoco les cabe la camisa en el cuerpo a los miles de asesores, enchufados y altos cargos florero de empresas institucionales que tenías recolocados. Están sumidos en la desesperación, porque no tienen ni idea del puesto que les vas a asignar en las nuevas listas para las elecciones generales que tus jenízaros ya han empezado a confeccionar.
Tenlos en cuenta porque, mientras la mayoría empieza a arrastrarse para implorarte y recoger los premios de consolación a modo de migajas ‒aunque algunas migas son suculentas‒ que, como hombre magnánimo estás dispuesto a concederles, otros comienzan a maquinar nada bueno para tu salud.

¡Pelillos a la mar! En la sala del Congreso donde has reunido a la nobleza que hace leyes de tus caprichos, ‒con el apoyo de tus aliados comunistas, separatistas y algún que otro pistolero reconvertido‒, todo eran rostros sinceros de satisfacción, de inmensa alegría, de reconocimiento a la labor de Conducator que ejerces. Ya la puso en práctica Nicolai Ceaucescu, que durante más de 20 años se mantuvo repartiendo caramelos con manos de hierro bañadas en sangre al frente de la República Socialista de Rumanía.
Pero tú, Pedro Sánchez, no aspiras a estar 20 años en la Secretaría General del PSOE. Has hecho correr la voz de que pretendes ser secretario general de la OTAN. Todavía se están partiendo de risa Biden, Macron, Scholz y la mayor parte de los jefes de Estado y de Gobierno de los países de la Alianza Atlántica.

Por si acaso, te sugiero que prestes atención a otra posibilidad. Queda vacante el puesto de decano de la prestigiosa Facultad de Económicas de Pyongyang, donde podrías gozar del paraíso socialista en su máxima expresión y aprovechar para sacarte otro doctorado. Además, los miles de kilómetros que separan a la capital de Corea del Norte de Madrid te darían la ocasión de utilizar el Falcon… o de volar con Aeroflot.