Desmontando mitos: una respuesta a la tergiversación de Carnegie del conflicto del Sáhara Occidental

Bandera marroquí en la ciudad de Dajla - PHOTO/ARCHIVO
Bandera marroquí en la ciudad de Dajla - PHOTO/ARCHIVO

Cuando se habla de la cuestión del Sáhara Occidental, la precisión, el contexto histórico y las realidades geopolíticas son importantes

  1. La reivindicación histórica de Marruecos: no es una cuestión de conveniencia 
  2. El Frente Polisario: un movimiento de “liberación” fabricado 
  3. Desarrollo económico y el futuro del Sáhara 
  4. Por qué es importante el reconocimiento de EE. UU. 
  5. El camino a seguir: autonomía, no separatismo 
  6. Conclusión: es hora de reconocer la realidad 

Por desgracia, la Fundación Carnegie para la Paz Internacional publicó recientemente un artículo, “¿El acuerdo del siglo menos conocido de Trump? Resolver el conflicto del Sáhara Occidental”, que falla en los tres frentes. 

Escrito por Sarah Yerkes y Natalie Triche, el artículo está plagado de tergiversaciones, omisiones selectivas y una adopción acrítica de la narrativa de Argelia, lo que en última instancia confunde a los lectores sobre una de las disputas más minuciosamente fabricadas y mantenidas de África.

Por lo tanto, es necesario analizar las suposiciones erróneas y corregir las distorsiones que dan forma a su argumento. El Sáhara Occidental no es un territorio “en disputa” en el sentido que sugiere el artículo; es una parte integral de Marruecos, recuperada tras el fin del dominio colonial español, y reconocida como tal por un número cada vez mayor de países. El llamado Frente Polisario, un movimiento separatista armado con sede en Argelia, nunca ha representado las verdaderas aspiraciones de las poblaciones saharauis, y sus reivindicaciones de soberanía se basan en una política anticuada de la Guerra Fría, el oportunismo geopolítico y la manipulación deliberada de la historia.

La reivindicación histórica de Marruecos: no es una cuestión de conveniencia 

Uno de los principales conceptos erróneos del artículo de Carnegie es la idea de que la soberanía de Marruecos sobre el Sáhara Occidental es una maniobra geopolítica contemporánea y no una realidad histórica profundamente arraigada. En realidad, el Sáhara Occidental nunca fue “terra nullius” (tierra que no pertenece a nadie), ni fue una entidad separada de Marruecos antes de la colonización española. El fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de 1975, que los autores citan de manera engañosa, afirmó que las tribus del Sáhara tenían lealtad histórica a los gobernantes de Marruecos, un hecho que debería haber resuelto la cuestión. 

Sin embargo, el artículo no reconoce que este fallo no fue un respaldo al separatismo, sino más bien una afirmación de los lazos históricos de Marruecos con la región. La Marcha Verde de 1975, en la que 350 000 civiles marroquíes desarmados reclamaron pacíficamente el territorio, no fue una ocupación militar, como sugiere el artículo. En cambio, fue un acto monumental de descolonización, que puso fin a la ocupación española sin derramamiento de sangre. La descripción que hacen los autores de esta marcha como “simbólica” revela un profundo malentendido de su propósito o un intento deliberado de distorsionar la historia.

El Frente Polisario: un movimiento de “liberación” fabricado 

Gran parte del artículo de Carnegie se basa en una falsa equivalencia entre Marruecos y el Frente Polisario, presentando a este último como un movimiento de independencia orgánico liderado por los saharauis. En realidad, el Polisario no es un representante legítimo del pueblo saharaui, ni ha sido elegido democráticamente. Es, más bien, una facción armada creada, financiada y controlada por Argelia como parte de su rivalidad geopolítica más amplia con Marruecos. Los autores ignoran convenientemente las voces de la mayoría de los saharauis que viven en Marruecos, que han abrazado la soberanía marroquí y participan activamente en la gobernanza, el desarrollo económico y el progreso social. La afirmación de que los saharauis están de alguna manera privados de derechos o sin voz contradice la realidad de los consejos regionales electos, la inversión en infraestructura, educación y salud, y una calidad de vida mucho más alta que la de los saharauis atrapados en los campos de refugiados de Tinduf en Argelia, administrados por el Frente Polisario.

Lo que el artículo tampoco menciona es el papel de Argelia en impedir deliberadamente la identificación y repatriación de estos refugiados, por temor a que un censo preciso revele que muchos de ellos ni siquiera son saharauis, sino migrantes económicos del Sahel. La negativa de Argelia a permitir que las Naciones Unidas realicen un censo de población en Tinduf durante más de 40 años debería ser motivo de alarma, pero los autores pasan por alto convenientemente esta importante violación del derecho internacional.

Desarrollo económico y el futuro del Sáhara 

El artículo de Carnegie da a entender que la inversión de Marruecos en el Sáhara Occidental es explotadora, centrándose en los recursos fosfóricos y las posibles reservas de petróleo. Se trata de una tergiversación atroz. El desarrollo del Sáhara por parte de Marruecos no está impulsado por la extracción de recursos, sino por una estrategia nacional más amplia de integración económica regional. 

En las dos últimas décadas, Marruecos ha invertido miles de millones de dólares en proyectos de infraestructura en la región, entre ellos:

  • La autopista Tiznit-Dajla, una importante carretera que une el Sáhara con el resto de Marruecos. 
  • El puerto atlántico de Dajla, un proyecto de 1.000 millones de dólares para transformar la región en un centro comercial que conecte África con Europa y América. 
  • Inversiones masivas en energías renovables, incluyendo parques solares y eólicos que convierten al Sáhara Occidental en un actor clave en el futuro energético de África.

Si el único interés de Marruecos fuera la explotación económica, no gastaría mucho más dinero en infraestructura, educación y servicios sociales de lo que gana con los recursos naturales de la región. Los depósitos de fosfato en el Sáhara Occidental representan solo el 2 % de las reservas totales de fosfato de Marruecos, y todo se reinvierte en proyectos locales de desarrollo social, lo que hace que el argumento de que Marruecos se aferra al Sáhara para obtener beneficios económicos sea, en el mejor de los casos, ridículo. 

Por qué es importante el reconocimiento de EE. UU. 

El artículo de Carnegie discrepa del reconocimiento por parte de EE. UU. de la soberanía marroquí sobre el Sáhara Occidental bajo la Administración Trump, sugiriendo que fue una decisión precipitada e imprudente. Esto ignora el hecho de que la soberanía de Marruecos es cada vez más reconocida por la comunidad internacional, incluyendo más de 20 países que han abierto consulados en El Aaiún y Dajla, lo que indica un reconocimiento de facto del dominio marroquí. Desde la decisión de EE. UU., naciones europeas clave (España, Alemania y Francia) también han cambiado su postura hacia el apoyo al plan de autonomía de Marruecos, validando aún más la medida. La decisión de EE. UU. no fue una apuesta geopolítica imprudente; más bien, fue una corrección largamente esperada a una política que había ignorado la realidad sobre el terreno durante demasiado tiempo. 

El camino a seguir: autonomía, no separatismo 

La única solución viable para la cuestión del Sáhara Occidental es el Plan de Autonomía de Marruecos, que ofrece a los saharauis un autogobierno bajo soberanía marroquí. No se trata de una promesa abstracta, sino de un marco realista respaldado por las Naciones Unidas, la Unión Africana y las principales potencias internacionales. Sin embargo, los autores de Carnegie descartan este plan sin ofrecer una alternativa creíble. No reconocen que un estado saharaui independiente no es viable ni deseable, ya que sería una entidad frágil e ingobernable, completamente dependiente de la ayuda exterior y respondiendo al régimen militar de Argelia. Si los autores estuvieran realmente interesados en una resolución pacífica, abogarían por el regreso de los saharauis atrapados en los campamentos de Tinduf gestionados por el Polisario, donde han permanecido en el limbo durante décadas, privados de sus derechos básicos. En cambio, el artículo repite acríticamente la propaganda del Polisario, ignorando el coste humanitario de prolongar este conflicto. 

Conclusión: es hora de reconocer la realidad 

La cuestión del Sáhara Occidental ha persistido durante décadas, no porque la posición de Marruecos sea ilegítima, sino porque Argelia sigue utilizando el separatismo como arma para sus propias ambiciones regionales. El artículo de la Fundación Carnegie perjudica el análisis fáctico al presentar un relato incompleto y sesgado del conflicto. Es hora de que el mundo reconozca la realidad: el Sáhara Occidental es parte integral de Marruecos, y la única solución que garantiza la estabilidad, el desarrollo y la dignidad del pueblo saharaui es la autonomía dentro de la soberanía marroquí. La era del separatismo fabricado ha terminado. Marruecos está construyendo el futuro, mientras que el Polisario y Argelia permanecen atrapados en el pasado.