Cinco cosas que subyacen a la ansiedad que se apodera de la nación

Sin embargo, reflejan una ansiedad social mucho más amplia. No se limita a los que están en el umbral de sus vidas. Yo destacaría cinco causas de esta ansiedad:
-Las elecciones presidenciales.
-El cambio climático.
-El miedo a una guerra más amplia en Europa y Oriente Próximo.
-El efecto de la inteligencia artificial en todo, desde la pérdida de puestos de trabajo hasta distinguir lo real de lo falso.
-El empeoramiento de la escasez de vivienda.
Las elecciones afectan a todas estas cuestiones. Existe la sensación de que la nación se dirige hacia un choque de trenes, gane quien gane.
El presidente Biden y el expresidente Donald Trump son conocidos. Y ahí está el problema. Biden es un anciano que no ha sabido transmitir fuerza ni contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ni contra el movimiento prorruso en el Congreso.
Biden ha liderado la lucha contra el cambio climático, pero no ha sabido contarlo. Ha sido incapaz de utilizar el púlpito intimidatorio de su presidencia y trazar, con una retórica clara y convincente, hacia dónde debe dirigirse la nación y cómo la conducirá hasta allí.
Y si su salud se deteriora aún más, existe la posibilidad de que la vicepresidenta Kamala Harris tome el relevo. Ella se ha distinguido por abandonar cada misión que Biden le ha encomendado, en una nube de risas. No tiene base, sólo el apoyo de Biden.
Trump inspira a esa parte del electorado que constituye su base, principalmente trabajadores que tienen un sentimiento de pérdida y descontento. Realmente creen que Trump, el hombre más improbable que jamás haya escalado las murallas de la política estadounidense, arreglará milagrosamente su mundo.
Más censurables son los miembros del Partido Republicano que temen a Trump, que han enganchado su carro a su estrella porque le temen y les encanta aferrarse al poder a cualquier precio.
Los conocerás por su negativa a reconocer que las últimas elecciones fueron honestas y o a comprometerse a aceptar el resultado de las próximas elecciones. Con ello, apoyan una plataforma silenciosa de insurrección.
El calor del verano ha llegado pronto, y no es el verano de nuestros recuerdos, de vientos suaves, sol cálido y playas maravillosas.
El sol del verano se ha convertido en un feo y aterrador presagio de un clima futuro que no soportará la vida que hemos conocido. Antes de que acabara mayo, el calor y los tornados relacionados con él se cobraron vidas y sembraron la destrucción en Texas y otros lugares.
Me pregunto por los niños que tienen que permanecer en casa todo el verano en partes de Texas, el Sur y el Oeste, donde uno puede quemarse al tocar un automóvil y donde los deportes deben practicarse al amanecer o después del anochecer. Eso debería inquietarnos a todos sobre el cambio climático y la solidez y seguridad de la red eléctrica, ya que cada vez dependemos más del aire acondicionado 24 horas al día, 7 días a la semana.
Las guerras en Europa y Oriente Próximo nos preocupan de nuevas maneras, más allá de la carnicería, el sufrimiento incalculable y los edificios y hogares caídos por las bombas y los obuses.
Nuestra creencia de que la paz había llegado a Europa para siempre ha caído. Seguramente, como los rusos marcharon hacia Ucrania, seguirán marchando a menos que se les detenga. ¿Quién los detendrá? El aislamiento tiene un electorado estadounidense que no ha tenido en 90 años.
En Oriente Medio, la guerra continúa, el sufrimiento es industrial e implacable en su terrible volumen, y los peligros de un conflicto más amplio han crecido exponencialmente. ¿Habrá alguna vez una paz duradera?
La inteligencia artificial está minando nuestra capacidad de contemplar el futuro. Es tan vasta en sus posibilidades, tan desconocida incluso para sus aficionados, y una amenaza tal para el empleo y la veracidad que es como una frontera de antaño donde la gente temía que vivieran demonios. El empleo cambiará, y la batalla por la verdad contra lo falso será épica.
Por último, está la vivienda: la crisis silenciosa que mina las expectativas. No hay suficientes casas.
Una nación que no puede alojarse a sí misma no está realizada. Sin embargo, la clase política está tan ocupada con sus propios quehaceres domésticos que ha perdido de vista la necesidad de soluciones habitacionales.
Hay consecuencias económicas que se dejarán sentir con el tiempo, la mayor de las cuales podría ser la pérdida de movilidad laboral, siempre uno de los grandes puntos fuertes de Estados Unidos. Seguimos a los empleos. Ahora nos quedamos quietos, preocupados por el refugio en caso de mudarnos.
Esta es, en definitiva, la década de la ansiedad, sobre todo porque es una década en la que sentimos que estamos perdiendo lo que teníamos. Es hora de que nos pongamos las pilas.
En Twitter: @llewellynking2
Llewellyn King es productor ejecutivo y presentador de “White House Chronicle” en PBS.