
Magdi A. Mofadal - Chargé d'affaires ad interim de la Embajada de Sudán en Washington DC, EEUU
Pie de foto: Los sudaneses, que ondean banderas nacionales, celebran la firma de la declaración constitucional, por la que se inicia oficialmente el periodo de transición.
Los sudaneses, pioneros en el mundo árabe con la primera Primavera Árabe en octubre 1964, sorprendieron una vez más al planeta el 11 de abril de 2019 con su tercer gran levantamiento popular. Derrocaron con éxito el régimen de Omar al-Bashir, quien había llegado al poder en junio de 1989 a través de un golpe militar.
Los actores principales en la actual transición son el Consejo Militar de Transición (CMT o TMC, por sus siglas en inglés) y las Fuerzas de la Libertad y el Cambio (Forces of Freedom and Change o FFC, en inglés). El 17 de julio iniciaron el acuerdo de la creación de las estructuras e instituciones del período de transición de tres años. Estas instituciones gobernarán el país durante su cuarto período de transición, momento en el que se celebrarán elecciones generales libres y justas. Las negociaciones sobre el acuerdo constitucional, que han determinado las prerrogativas de las instituciones de transición y la relación entre ellas, se han suspendido y reanudado constantemente.
La salida del depuesto régimen prendió las esperanzas de que el país se adentrara en una nueva era marcada por la libertad, la paz, la justicia y la prosperidad. De todas maneras, esta transición navega hacia aguas turbulentas. El hecho de que les llevó al CMT y las FFC más de tres meses de duras negociaciones, subidas y bajadas, para llegar al acuerdo testifica los retos en el camino. Sudán se enfrenta ahora a grandes desafíos económicos, políticos, sociales, de seguridad y diplomáticos, cualquiera de los cuales puede amenazar la naciente democracia.
La economía del país está por los suelos con una serie de enormes dificultades que van desde unas altas tasas de inflación, la depreciación del Peso Sudanés y una deuda externa insostenible, a unos altos niveles de déficit presupuestario y de balanza comercial. Estos retos solo se pueden sobrellevar a través de un apoyo económico sustancial de los 'partners' regionales e internacionales de Sudán.
En cuanto a la política, existe un nivel de fragmentación en los partidos políticos sudaneses sin precedentes, representados ahora por más de cien. Algunos de ellos entrarían en esta nueva administración democrática sin mantener sus convenciones nacionales por más de tres décadas. Además, el ambiente político está muy polarizado y cargado de amargura, rencores y emociones negativas que podrían suponer una amenaza real para la emergente democracia.
Un proceso comprensivo de reconciliación nacional, la cicatrización y la justicia están incluidos entre las principales prioridades del período de transición. A este respecto, el país puede beneficiarse de experiencias exitosas como los de Sudáfrica y Ruanda. Construyendo y manteniendo la confianza entre todos los actores en el período de transición es de suma importancia. Además de preservar la unidad y la cohesión de las FFC, los componentes no se pueden enfatizar demasiado.
Socialmente, el país está sufriendo de un desempleo generalizado especialmente entre los jóvenes recién graduados. Los números de personas internamente desplazadas (IDPs, por sus siglas en inglés) en las áreas afectadas por el conflicto. Están en extrema necesidad de que sean reasentados y que se les dé la oportunidad de empezar una nueva vida. Los niveles de desigualdad de ingresos también son altos en el país y amplios sectores de la sociedad sienten que han sido olvidados en el poco desarrollo socio-económico logrado desde la independencia de Sudán en 1956.
En el área de seguridad, son necesarios muchos esfuerzos para controlar el flujo de armas pequeñas y ligeras además de modernizar las instituciones de seguridad y mejorar sus capacidades. Los esperados acuerdos de paz en Darfur, Kordofán del Sur, y Nilo Azul (Blue Nile) incluirán temas de seguridad que necesitan una aproximación y ejecución cuidadosa. También existe un entorno de seguridad fluido en algunos de los países vecinos de Sudán que pueden poner en peligro la transición en Sudán.
Además de estas dificultades internas a las que se enfrenta Sudán, hay un ambiente regional poco propicio que puede suponer una amenaza real a la transición democrática en Sudán. La tensión y polarización en el vecino Golfo Pérsico puede tener sus impactos negativos sobre Sudán. Esto debe ser manejado con cuidado para prevenir que Sudán se pueda convertir en el campo de batalla de otros conflictos.
Así, está claro que Sudán está en la encrucijada. En este momento decisivo de su historia el país necesita los coherentes y constructivos esfuerzos de todos sus 'partners' regionales e internacionales. Toda la muy apreciada asistencia política, humanitaria, económica o diplomática preciada a Sudán estará en peligro a menos que no trabajen de manera conjunta para apoyar la cuarta, y ojalá que última, transición democrática del país. Cualquier revés en Sudán, Dios no lo quiera, tendrá sin duda consecuencias nefastas para una región ya volátil.