Ely Schlein y las elecciones europeas

Las elecciones para el Parlamento Europeo que acaban de celebrarse han supuesto una grata sorpresa para el centroizquierda, y es que el Partido Democrático (PD), con su nueva líder Ely Schlein a la cabeza, ha logrado ser la segunda más votada tras su rival de centroderecha, la romana y actualmente presidenta del Consejo de Ministros Meloni. Unas cifras que deben ser escrutadas de manera meticulosa, ya que las elecciones europeas son algo, por lo general, muy particular: baste con recordar que, entre 1946 y 1992, todas las elecciones de ámbito nacional fueron ganadas por la ya extinta Democracia Cristiana (DC), con una excepción. ¿Saben cuál fue? Las europeas de 1984, la única vez en que el también extinto Partido Comunistas de Italia (PCI) se impuso a su rival democratacristiano. En 1987 volverían a celebrarse elecciones generales (allí llamadas “políticas”) y, una vez más, ganó la Democracia Cristiana. Un triunfo que repetiría en 1992, para luego ser disuelta en enero de 1993 por los numerosos casos de corrupción que inundaban el partido.
Por otra parte, es en las europeas donde se registra mayor grado de abstención: en este caso, se ha pasado de un 54% en 2019 a un 48% de 2024. Eso lo sabía muy bien la “premier” Meloni, al frente de un partido, Hermanos de Italia, con muy poca vocación europeísta y cuya base es el centralismo romano. De ahí que ella misma decidiera encabezar la candidatura de su formación, como también lo hicieron Tajani (Forza Italia), Renzi (“Con Emma Bonino por los Estados Unidos de Europa”), Calenda (Azione) y la misma Schlein (PD). Pero no por ello el 24,1% de los votos logrados por la joven dirigente de centroizquierda dejan de ser relevantes: con esa cifra supera ampliamente la dolorosa derrota de las generales de 2022 (donde sólo logró un 19% de sufragios) y la pobre cifra obtenida en las europeas de tres años antes, en 2019 (21,5% votó al PD).
En un partido tan acostumbrado a las derrotas (desde su fundación en octubre de 2007 sólo ha sido capaz de ganar las generales de 2013 y las europeas de 2014), y claramente dividida en corrientes internas (una a cargo de Nicola Zingaretti, otra bajo control de Guerini, otra más bajo la tutela de Andrea Orlando, y así unas cuantas más), superar la barrera del 24% de los votos y quedarse a sólo 4,7 puntos de una Meloni que está en el mejor momento de su carrera política debe ser tomado, cuando menos, en cuenta.
La clave, en el caso de Schlein, es lograr llevarse el voto de un Movimiento “Cinco Estrellas” que va de derrota en derrota: ha sido el tercer partido más votado, pero con la muy pobre cifra del 10%. Y es que sus votantes comienzan a perder la esperanza de lograr su añorada “renta de ciudadanía”, un sistema de compraventa de votos que le valió ganar las elecciones generales de marzo de 2018, pero que ahora no va a ningún lugar porque la Unión Europea no piensa aceptar eso como un capítulo de gasto en los Presupuestos Generales del Estado (PGE) de cada país miembro de la Unión Europea.
En un país cada vez más envejecido, con más de 16 millones de pensionistas sobre un total de 59 millones de habitantes, resulta muy difícil para una formación de centroizquierda hacerse con el control de la presidencia del Consejo de Ministros. Pero se puede lograr: todo pasa por esperar a que lleguen los efectos del desgaste del centroderecha, que gobierna la tercera economía de la eurozona desde septiembre de 2022. Pero no es menos cierto que, con la funesta reforma laboral puesta en marcha por las autoridades comunitarias, que no ha hecho más que inundar los países de contratos a tiempo parcial, temporales y lamentablemente pagados, hay “caldo de cultivo” para atacar al centroderecha.
Y es que Meloni, como ya le sucedió en su momento a Matteo Renzi (primer ministro entre febrero de 2014 y diciembre de 2016), tiene bien controlado el cuadro macroeconómico: prima de riesgo a niveles bajos (muy cercana a la de los tiempos del Gobierno Draghi), deuda pública estable y reducción del déficit. Justo lo que busca el Fondo Monetario Internacional (FMI), el Banco Central Europeo (BCE) y la Comisión Europea. Pero la realidad es que, en una democracia, no votan los miembros de la llamada “troika”, sino las economías domésticas, y lo cierto es que con Meloni como “premier” el italiano medio ha pasado de asumir una deuda “per cápita” de 46.000 euros a otra de 48.000 euros. Los jóvenes cada vez tienen peores sueldos, la clase media va empobreciéndose, y el exilio forzoso de los trabajadores más cualificados sigue como una auténtica hemorragia interna (sólo entre España y Reino Unido juntos suman más de 900.000 trabajadores de origen transalpino).
Porque Meloni hace lo mismo que gobiernos anteriores: subir impuestos, asegurarse del pago de las pensiones cuando el grupo de los jubilados es el de mayor poder adquisitivo, y postergar la agenda reformista. Casi dos años después de convertirse en “premier”, sigue sin haber reforma del sistema de elección del presidente del Consejo de Ministros; sigue sin haber reforma de la Justicia; y el puente que debe unir la Italia peninsular con Sicilia (esto es, ambos lados del estrecho de Messina) no sólo no se ha comenzado, sino que aún no cuenta siquiera con un informe sobre los efectos de la sismicidad en una zona, la del mar Mediterráneo, bastante dada a sufrir terremotos.
Ahora que los votantes se han dado un “baño de realismo” y ven que lo de la “renta de ciudadanía” no va a ningún lugar, puede ser el momento de pensar que, a través de políticas sociales, el centroizquierda sea capaz de dar un impulso hacia una mayor estabilidad e igualdad socioeconómica del país. Eso sí, Schlein no puedo rehuir una realidad, y es que debe afrontar el mismo problema que tuvieron en su momento Renzi o Meloni: la abultadísima deuda pública, que apenas dejar margen para innovar en lo social.
Schlein, por otra parte, es una persona bastante preparada: hizo Derecho con las máximas calificaciones en la prestigiosa Universidad de Bolonia, ciudad que vio nacer la primera universidad del mundo allá por el siglo XI. Lo que no es poco en el momento actual: sus rivales son, además de Meloni, un Salvini sin carrera universitaria; un Renzi con licenciatura en Derecho por la Universidad de Florencia lograda con aprobado raspado (y, además, más bajo de popularidad que nunca); y un Tajani licenciado en Ciencias de la Información. En otras palabras, Schlein tiene la capacidad de alumbrar una idea inteligente a la algunos de sus rivales ni se acercarían, con lo que, en un país harto del bajísimo nivel de sus representantes políticos, es un elemento que puede reforzar su posición, sobre todo si no se va hacia posiciones demasiado escoradas a la izquierda.
Así, el liderazgo de Schlein entra en el año y medio decisivo; el que transcurrirá entre julio de 2024 y febrero de 2026. Más allá de convocatorias municipales, durante este tiempo tendrá lugar el reparto de puestos tanto en el Gobierno en la Unión Europea como las elecciones para el gobierno de hasta nueve regiones en total de las veinte que integran el país. Vayamos, así, por partes.
En el reparto de puestos del Gobierno de la Unión Europea (presidente/a de la Comisión, presidente/a del Consejo Europeo, presidente/a del Parlamento Europeo, dirigente/a de la diplomacia europea y los encargados/as de llevar las hasta 27 comisarías que existen), no es Schlein quien debe negociar en nombre de la tercera economía de la eurozona: eso le corresponde a la actual presidenta del Consejo de Ministros (Meloni). Pero es igualmente cierto que este reparto de puestos va a nacer de un pacto entre la familia “popular” (o conservadora, como se prefiera), la socialista y la liberal. Y, en el caso de los socialistas, que son los segundos en importancia, Schlein juega, junto con el español Pedro Sánchez, el papel más importante: teniendo en cuenta el descalabro de los socialdemócratas en Alemania (quedaron terceros tras democratacristianos y la extrema derecha), y que en Francia hace años que los socialistas desaparecieron, e igualmente que tanto en Italia como en España el socialismo se ha situado como segunda fuerza más votada (Schlein con el citado 24,1% de los votos, mientras Sánchez con el 30.4%), será importante ver la habilidad negociadora de Schlein, que tiene como principal punto débil el haber conocido sólo la vida parlamentaria (si exceptuamos el año y medio que fue Vicepresidente de la Región de Emilia-Romagna, entre febrero de 2021 y octubre de 2022): no sabe qué es ser ministra, ni viceministra, ni subsecretaria.
Así, de cara a su candidatura a la presidencia del Consejo de Ministros en unas elecciones que, como muy tarde, se celebrarán en septiembre de 2027, Schlein deberá competir con el centroderecha por las siguientes regiones: cinco en manos de sus rivales (Trentino-Alto Adige, Calabria, Las Marcas, Veneto y Sicilia), y cuatro bajo control del centroizquierda (Emilia-Romagna, Toscana, Campania y Puglia). Y ahí sí se encuentra Schlein con una dificultad: en todas las regiones bajo control del Partido Democrático, sus respectivos líderes (Bonaccini, Giani, De Luca y Emiliano), y a diferencia de algunas controladas por el centroderecha, están agotando su segundo mandato. Y la realidad electoral dice que, aunque lo normal es el que quien gobierne una región normalmente revalide mandato, también es cierto que resulta muy difícil que un mismo partido gobierno tres lustros consecutivos una misma región, salvo los llamados “bastiones de suelo electoral”: el Veneto es tan de la Lega como Emilia-Romagna es de la izquierda, pero en otras, como el Lazio, la derecha se ha turnado en el poder con el centroizquierda, y así en otras muchas.
Vamos a ver qué sucede con la elección de candidatos por parte de una Schlein que, por primera vez, se encuentra con la capacidad de designar libremente sus apuestas electorales: Bersani está retirado de la política; Renzi está fuera del partido desde septiembre de 2019 (al igual que Calenda); Zingaretti fue un fiasco como secretario general y ahora no pasa de parlamentario raso; Orlando bastante carrera política ha hecho con su bajísimo nivel intelectual (varias veces ministro por increíble que pueda llegar a parecer); y Civati decidió marcharse hace mucho tiempo del PD, además de que ya no es ningún “jovencito”, a diferencia de cuando se presentó a las primarias del PD en diciembre de 2013.
Dejemos claro, antes de concluir, que la romana Meloni está en su mejor momento político; que domina por completo la coalición de centroderecha; y que, como señaló el veterano y muy popular periodista Bruno Vespa, destaca por su enorme “capacidad de resistencia”. Pero es igualmente cierto que, a diferencia de febrero de 2023 (cuando el PD se le “pegó” en las elecciones tanto al gobierno del Lazio como de Lombardía), y también de los últimos meses (por una pírica victoria de Schlein en Cerdeña se llevó dos auténticos batacazos en Basilicata y Umbria), ahora la joven dirigente boloñesa comienza a adquirir mayor relevancia y debe ser tomada más en cuenta.
El centroderecha tiene bien controlados los resortes del poder y goza de una amplia “maggioranza”, pero también está ya cerca de iniciar el tercer año de gobierno y el desgaste en el poder constituye una máxima insoslayable. Lo cierto es que Schlein comienza a estar al alza, pero igualmente tiene ante sí una enorme dificultad: que una sociedad crecientemente conservadora por motivos de edad sea capaz de votar a una dirigente de izquierdas. ¿Acabará sucediendo? El tiempo lo dirá.
Pablo Martín de Santa Olalla Saludes es profesor en la Universidad Camilo José Cela (UCJC) y autor del libro “Italia, 2018-2023. De la esperanza a la desafección” (Madrid, Líber Factory, 2023).