
En Francia se ha desatado una gran polémica causada por la negativa de Marruecos a aceptar “la ayuda oficial” ofrecida por el Gobierno galo y el propio presidente Enmanuel Macron, destinada a socorrer a las víctimas del trágico terremoto que ha sacudido el país hace una semana y que se ha cobrado tres mil muertos y miles de heridos. Marruecos ha aceptado, como no podía ser de otra manera, las ayudas humanitarias procedentes de la sociedad civil francesa, de grupos de ciudadanos en su mayoría marroquíes, aunque también argelinos y tunecinos con nacionalidad francesa, y de múltiples asociaciones solidarias de toda Europa. Pero los ofrecimientos de ayuda oficial, los pasa por un tamiz.
En realidad, el régimen francés se siente humillado por el hecho de que su excolonia norteafricana – el Protectorado francés en Marruecos duró toda la primera mitad del siglo XX – no le haya suplicado que le ayude a hacer frente a la catástrofe.
La posición oficial de Rabat es que, viendo las experiencias de la pésima gestión de las catástrofes naturales en Haití, en Turquía, en Grecia e incluso en Italia recientemente, solo se acepten las ayudas imprescindibles para hacer frente a los primeros auxilios, que son la búsqueda y el rescate de los supervivientes. En una segunda etapa, las autoridades marroquíes declaran que evaluarán las necesidades y aceptarán en consecuencia las ayudas correspondientes.
Francia no lo ha visto así, y pone el grito en el cielo insinuando que hay discriminación, rivalidad, venganza del régimen marroquí contra el poder galo. La polémica está servida. La oposición política en general ha tomado partido en favor de Marruecos y de su pueblo martirizado, algo que por otra parte declara también la Francia oficial. Pero el poner a la vieja metrópoli en la cola de países ofertantes, no ha sido bien recibido.
Y es que las ofertas de ayuda a Marruecos se cuentan por decenas de países, y éste solo ha aceptado por el momento a cuatro, Emiratos Árabes Unidos y Catar, por parte de las monarquías del Golfo, Gran Bretaña y España, por parte europea. Estos últimos países disponen de técnicas muy avanzadas de rastreo, con equipos humanos y caninos adiestrados reconocidos internacionalmente.
Las ayudas internacionales son instrumentos de la política exterior de los países que las ofrecen. Con dos finalidades, que pueden ir juntas o separadas: mostrar las buenas relaciones con los países amigos y aliados, o buscar una dependencia del país al que se ayuda para que éste lo pague en política, en negocios o en prebendas. La ayuda nunca es desinteresada. Los países que las ofrecen quieren garantizar sus intereses, pero los que la reciben, también.
Cuestión de soberanía
Aceptar la ayuda internacional para hacer frente a catástrofes naturales (terremotos, inundaciones, incendios) supone abrir el espacio propio de soberanía nacional a las intervenciones de terceros. En Marruecos se considera que no se puede abrir el área de la soberanía nacional a los países que no la reconocen o que tienen posición ambigua respecto a la misma, como es el caso de Francia.
La cuestión del Sáhara Occidental es la vara con la que se miden las relaciones internacionales del Reino de Mohamed VI. Lo declaró él mismo hace ya dos años, y sigue en vigor. “Si Francia no acepta nuestra soberanía nacional sobre el Sahara – dicen en Marruecos – ¿por qué vamos a abrir nuestro espacio soberano a su intervención?”.
Si bien el caso más ilustrativo es el de Argelia, cuyo gobierno ofreció ayudas si Marruecos se lo pide, sabiendo que Rabat no lo aceptaría de ninguna manera, pues los dos países están enfrentados desde hace medio siglo no solo por la cuestión del Sáhara Occidental como posición ideológica (Marruecos lo considera territorio propio, y Argelia territorio aún por descolonizar), sino porque el movimiento Frente Polisario que bombardea dicha soberanía marroquí es armado, financiado y albergado por el régimen de Argel.
Esto sin contar con la no aceptación de la delimitación de fronteras terrestres, definidas en su tiempo por el presidente argelino Chadli Bendjedid y el rey Hassan II de Marruecos. Las ayudas son armas en manos de los Estados.