África, puerta entreabierta a una nueva prosperidad

Cierto es que tal visión, heredada de una larga relación colonial, no es fácil de erradicar, y menos aún trocarla por un trato de igual a igual, con respeto a la personalidad y los intereses del otro.
Es ya la segunda vez que Madrid alberga un foro España-África, destinado fundamentalmente a cambiar esa visión anquilosada de los europeos sobre los africanos. Lo ha hecho bajo el impulso de una institución privada, One Africa Forums, ideada y puesta en marcha hace ya veinte años por un empresario marroquí, Hassan M. Alaoui, que la ha convertido en una plataforma múltiple de diálogo e intercambio entre los líderes políticos, económicos y sociales del continente africano y sus homólogos españoles, especialmente empresarios y financieros.
A lo largo de tres jornadas, más de un centenar de estos líderes han debatido, en público y en privado, sobre la ingente cantidad de oportunidades de cooperación que África ofrece a las empresas e instituciones españolas. De esta orilla norte del Mediterráneo ha habido más receptividad que en el primer foro, celebrado apenas hace tres años. Es un destello positivo del Gobierno español, que demuestra así que aún conserva reservas de lucidez para apoyar plenamente las jornadas. Con ello, ratifica su apuesta por multiplicar su presencia y contactos con el continente, voluntad expresada en la Estrategia España-África 2025-2028. Obviamente, esa estrategia pasa por ahondar aún más las relaciones de todo tipo con Marruecos, deshaciendo de paso los clichés negativos que persisten en una parte al menos de la población española respecto del vecino del sur.
Como no se cansa de repetir la embajadora marroquí en España, Karima Benyaich, la implantación de empresas respectivas en el otro país no cesa de crecer al socaire de la cascada de proyectos que no sólo afectan y se desarrollan en Marruecos, sino que también implican a cada vez más países de la fachada atlántica, desde el reino alauí hasta Nigeria.
En un momento en el que, por diversas razones, Francia sufre un indiscutible cuestionamiento de su política poscolonial en África, que ha llevado a la expulsión de sus bases militares permanentes e incluso a la ruptura total o parcial de relaciones diplomáticas, España intenta tomar el relevo, desprovista su actuación de cualquier veleidad de tipo neocolonial, con ánimo de incrementar las relaciones personales, tan decisivas a la hora de hacer negocios en África, y, en consecuencia, los niveles de confianza interempresariales.
Acción coordinada y perspectiva realista, que no excluya al conjunto de la Unión Europea, con el objetivo de alcanzar y compartir la prosperidad en que deberían desembocar las actuaciones de cooperación empresarial entre ambos continentes.
Como indicara uno de los oradores más brillantes del foro, Abdou Diop, de la consultora Forvis Mazars, África no necesita más que un impulso positivo para recoger los frutos de unos activos que no todos alcanzan a ver: una población de más de 2.000 millones de personas a mediados del presente siglo, con la fuerza de estar mayoritariamente compuesta por jóvenes menores de 25 años; un crecimiento económico medio del 5 %; unos recursos mineros que suponen el 30 % del total mundial; la mayor reserva de tierras fértiles susceptibles de convertirse en industrias agrícolas y agroalimentarias hasta convertir al continente en el nuevo granero del mundo; centenares de grandes infraestructuras, capaces de vertebrar el continente y comunicarlo entre los dos océanos que lo bañan y, en fin, potencialidades indudables en los campos de la energía, el aprovechamiento de las aguas, la industria del deporte y el turismo, componen un paisaje de ventanales múltiples de oportunidad.
África puede, pues, asimismo convertirse en un socio fundamental para afrontar los grandes desafíos a escala planetaria, sea el cambio climático o la preservación y expansión de las rutas comerciales. Por supuesto, no hay que obviar las dificultades que suponen el terrorismo e incluso las luchas tribales que aún persisten en numerosos rincones del continente. Nada que no pueda subsanarse si se crean oportunidades para una población explosivamente joven y susceptible de generar cantidades ingentes de talento, que en un mundo globalizado como el nuestro pueden colmar el importante déficit de capital humano en una Europa envejecida.