Añoranza de Putin en la Alemania del Este

Un manifestante con una máscara del político alemán de extrema derecha Maximilian Krah del partido Alternativa para Alemania (AfD) sostiene una bandera china y otra rusa y tiene un cartel fijado en el pecho que dice Alternativa para dictadores - AFP/  SILAS STEIN 
Un manifestante con una máscara del político alemán de extrema derecha Maximilian Krah del partido Alternativa para Alemania (AfD) sostiene una bandera china y otra rusa y tiene un cartel fijado en el pecho que dice Alternativa para dictadores - AFP/  SILAS STEIN 
Vladímir Putin, teniente coronel del Comité de Seguridad del Estado (KGB), estuvo destinado en la República Democrática Alemana (RDA) desde  1985 hasta 1990, y fue repatriado tras la caída del Muro de Berlín.

Utilizaba el alias de “Platov” para hurgar a su guisa en los archivos de la temible Stasi, el Ministerium für Staatssicherheit. Desempeñaba su trabajo en la ciudad de Dresde, a la que se adaptó pronto, tanto en el dominio de la lengua alemana como en su apetencia por la cerveza, principal responsable de que se volviera a Moscú con doce kilos más y una lavadora que les regaló un vecino a él y a su mujer.

No todos los alemanes le han olvidado, en especial los de las organizaciones Alternative für Deutschland (AfD), la pujante extrema derecha, y la más reciente Alianza Sahra Wagenknecht (BSW), radicada en la extrema izquierda como su propia fundadora. 

Ambos partidos extremistas se presentan a las elecciones regionales de Turingia, Sajonia y Brandeburgo, las dos primeras el domingo 1 de septiembre, y la otra tres semanas más tarde. A tenor de los sondeos, no van de comparsas, puesto que ambas podrían concitar las simpatías de entre el 40 y el 50% de los sufragios, según recopila la Deutsche Welle, que al mismo tiempo preconiza el hundimiento de los socialdemócratas del SPD. 

Donde se tocan precisamente estos extremos es en su actitud frente a la guerra desencadenada por el presidente Putin al invadir Ucrania. Tanto, la lideresa de la BSW como el candidato de la AfD por Turingia, Björn Höcke, considerado el más radical de su partido, propugnan el cese inmediato de la ayuda germana a Ucrania. Y, aunque los comicios regionales no tienen vela que alumbrar en la política exterior de la República Federal de Alemania, su abierta toma de postura en favor de Rusia, produce un innegable efecto sobre todos los demás temas de debate nacional. Höcke, que aspira a ganar y ser el presidente del gobierno regional, ha llegado a afirmar, en una conversación con otro político de AfD, Maximilian Krah, que “Putin representa la esperanza para quienes defienden un mundo de Estados libres y soberanos sin influencia hegemónica”. 

Su colega del otro extremo del espectro político, la citada Sahra Wagenknecht, ha llegado a afirmar que los responsables de la guerra en Ucrania “son los Estados Unidos y la OTAN, una alianza militar cuya potencia líder ha invadido cinco países violando el derecho internacional en los últimos años y ha matado a más de un millón de personas en estas guerras”. 

Estas afirmaciones son compartidas cada vez por más alemanes del este, en los que se ha ido difuminando el sentimiento de la falta de libertad y las penurias padecidas bajo el régimen comunista de la RDA, apareciendo en su lugar la nostalgia por un régimen que dé más seguridad. Así lo revela un amplio estudio realizado por la Universidad de Leipzig, que concluye en que “se extiende el anhelo por un líder fuerte y autoritario [como Vladímir Putin] que solucione los problemas, sobre todo los de carácter social, donde los cambios operados en los últimos años en materia de inmigración, el tratamiento con el islam y los nuevos derechos concedidos al movimiento LGTBIQ+ son rechazados tanto por la extrema derecha como por la extrema izquierda. 

El director del informe, Oliver Decker, señalaba en su presentación que “estas formaciones se ofrecen como el ‘partido fuerte que una sociedad ablandada precisa’, que por fín tomará medidas enérgicas contra la inmigración masiva, la locura ‘woke’, el ‘terror de las turbinas eólicas’ y “los medios de comunicación mentirosos”.  

Estas tendencias, además de causar la correspondiente división social en una parte al menos de Alemania, viene también a apoyar la heterodoxa postura del líder de Hungría, Viktor Orban, cada vez más alejado de la postura oficial del conjunto de la Unión Europea. 

Por otra parte, estos partidos extremistas, los más estridentes en su condena de la inmigración ilegal y desordenada, han obtenido nuevo combustible con el reciente ataque terrorista en Solingen del refugiado sirio Isa al Hassan, autor del asesinato de tres personas y de causar heridas a otras nueve. Reivindicado por el Daesh, el atentado ha obligado incluso al presidente de la CDU, Friedrich Merz, a pedir al Gobierno semáforo presidido por Scholz, que se deje de interminables debates estériles y trabaje con la oposición para tomar decisiones urgentes, como hacer más difícil las naturalizaciones, y evitar el masivo recurso a la doble nacionalidad de muchos peticionarios de asilo y refugio.