Cuidar a los vecinos del este y sur de Europa

La invasión rusa de Ucrania ha trastocado la marcha y los planes de la Unión Europea, que ha debido emplear la mayor parte de sus energías en contrarrestar las consecuencias de una guerra, cuyo final no se atisba en el horizonte inmediato, al tiempo que consolida su desenganche de Rusia, iniciado en 2014, a raíz de que el presidente Vladímir Putin se apoderara de la península de Crimea. Sin embargo, los nuevos escenarios geopolíticos derivados de todo ello no debieran dejar que la UE se desentendiera de su inmediata vecindad en el este y sur, con quién mantiene fuertes lazos económicos, que desgraciadamente no se traducen en una equivalente influencia política. 

Tal es la primera conclusión de un extenso y profundo estudio realizado por la Fundación Bertelsmann y el Instituto de Estudios Económicos de Viena (wiiw), presentado en Madrid en colaboración con el Real Instituto Elcano, en un tan intenso como profundo debate. 

Dos son las áreas en las que se fija el informe: Turquía y los Balcanes, incluyendo claro está la propia Ucrania, con los que la UE mantiene una fuerte interconexión en cinco capítulos fundamentales: comercio, finanzas, tecnología, infraestructuras y movilidad laboral. Pero, pese a ello, se detectan importantes lagunas, que están siendo aprovechadas por China para fijar e incrementar su influencia, de tal manera que minen la de la UE e incluso hagan menos atractivo el señuelo de una próxima incorporación a la Unión Europea de países que siempre vieron tal integración como su máxima aspiración política. El caso más emblemático es el de Turquía, el país que más tiempo lleva esperando a que Bruselas reanude unas conversaciones hoy prácticamente abandonadas tras el enroque del presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, en implantar un régimen presidencialista islamista, cada vez más alejado del acervo comunitario, en especial el insoslayable rubro de la libertad de expresión. 

Expertos de la Bertelsmann como Christian Hanelt y Miriam Kosmehl, o el director adjunto del wiiw, Richard Grieveson, señalan en el informe que ha perdido mucho atractivo la “zanahoria” que la UE presentaba a los países candidatos a la adhesión en la década de los ochenta y noventa, en los que, a cambio de radicales transformaciones políticas, era cierta la promesa de prosperidad, doblada de la fuerza que proporcionaba la pertenencia a una unión poderosa, para quienes se convertían en miembros de pleno derecho. 

unión-europea-geopolítica-bertelsmann Sin embargo, la propia UE ha debido modificar sustancialmente sus cláusulas de condicionalidad y aumentar la desconfianza hacia candidatos que prometen aceptar la totalidad del acervo comunitario, pero, una vez integrados, han declinado con los hechos el acatamiento total de aquel, véanse los casos de Hungría y Polonia. 

Los firmantes del extensísimo estudio recomiendan a la UE que, salvaguardando sus intereses colectivos, haga valer su innegable influencia económica para aumentar considerablemente su influencia política. Para ello, pide que la UE acentúe al máximo el comercio con Turquía y los Balcanes; utilice su privilegiada posición financiera para favorecer cambios positivos en tales países; desarrollar su competitividad tecnológica para conseguir tanto una mayor integración como su armonización con la normativa europea; favorecer la implantación de infraestructuras regionales en tales regiones de la inmediata vecindad para impulsar su transición energética, y conseguir, a través de un diálogo reforzado, una nueva política común respecto de la inmigración. 

Al mismo tiempo, la UE debería también reforzar su alianza con Estados Unidos (sin descartar prepararse para quedarse sola), reequilibrar la gran asimetría que mantiene con China y finalizar su relación de dependencia energética con Rusia, y en última instancia su desenganche total. 

El debate suscitado en Madrid tendrá a buen seguro mucha continuidad en Bruselas y demás capitales europeas. Ello, porque, como ya se apuntó en la sede madrileña de la Bertelsmann, hay muchos que piensan que Turquía no entrará nunca en la UE, y menos si Erdogan revalida su mandato, y los que dudan en romper por completo con Rusia, incluso con un Putin en el poder, impune por los crímenes cometidos en Ucrania.    

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