Opinión

Los grandes retos de una Europa agotada

PHOTO/FILE - Bandera de la Unión Europea
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Ampliación y/o avances sustanciales en su integración. Son los dos desafíos, la clave de bóveda de una Unión Europea cuyo modelo de éxito, único en la historia, da síntomas de agotamiento. Ambos van de la mano, de manera que de verdad o se aborda decididamente la cuestión o el modelo corre grave riesgo de implosionar. 

A muchos kilómetros de distancia, pero casi simultáneamente, se presentaban dos informes que incidían en esta cuestión: el primero en Bruselas, es el de la evaluación que la Comisión Europea hace sobre los progresos realizados por los países aspirantes a la adhesión a la UE, y especialmente Ucrania y Moldavia, que a su vez anhelan el estatus de candidatos. El otro informe, presentado en la Oficina de la Comisión Europea en Madrid, es el que la Fundación Alternativas y la Friedrich-Ebert Stisftung elaboran anualmente, y en el que examinan más ampliamente los grandes retos que la UE afrontará tras las elecciones de junio de 2024. 

Desde los primeros seis miembros firmantes del Tratado de Roma en 1957, el club europeo ha experimentado siete ampliaciones hasta 28 miembros, y un abandono, el del Reino Unido, un Brexit por cierto con bastantes consecuencias negativas. Ahora los 27 encaran una nueva ampliación. Hasta siete países más han llamado a las puertas de la UE; alguno como es el caso de Turquía lo hizo hace ya 24 años. Se hace difícil pensar que Ankara y Bruselas vuelvan a retomar las conversaciones de adhesión tras haberlas interrumpido en 2018, a menos que el presidente Recep Tayyip Erdogan vuelva a la senda de la democracia, la libertad y el Estado de derecho, epígrafes inamovibles del acervo comunitario. 

PHOTO/PEDRO GONZÁLEZ - Fundación Alternativas
PHOTO/PEDRO GONZÁLEZ - Fundación Alternativas

Según la evaluación, no lo tienen difícil tres de los países balcánicos: Albania, Macedonia del Norte y Montenegro. No es el caso de Serbia ni de Bosnia Herzegovina, ambos con fuertes divergencias entre sí. Belgrado, además, mantiene su propio contencioso con Kosovo. Aunque un poco más lejos territorialmente, Georgia también busca la protección de la UE y de la OTAN, con parte de la flota rusa fondeada en las costas de su separada región de Abjasia, convertida en un peón al exclusivo servicio de Rusia. 

Simultáneamente, la Comisión ha adoptado un nuevo plan de crecimiento para los Balcanes Occidentales: 6.000 millones de euros, que se abonarán solamente una vez introducidas las reformas acordadas. El objetivo es acelerar la convergencia socioeconómica de los socios, de forma que intensifiquen las reformas e inversiones y agilicen en consecuencia el proceso de ampliación.

Los casos de Ucrania y Moldavia son especialmente delicados para una UE que, según la presidente de la Comisión, Ursula von der Leyen, tiene como horizonte natural ampliarse, tanto por lógica económica como geopolítica. La invasión y devastación de Ucrania por las tropas rusas y la amenaza de Rusia de extender las operaciones a Moldavia forzaron que la UE les prometiera el pasado mayo que algún día, a no tardar mucho, formarían parte del club comunitario. 

Justo es reconocer los denodados esfuerzos del presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, por cumplir con las exigencias europeas en medio de la enorme tragedia de la guerra. Estiman los evaluadores de la UE que el país aún no logra el aprobado respecto de la corrupción, el dominio de la economía por los oligarcas y el respeto a las minorías húngaras, eslovacas y polacas; las rusas no cuentan. 

PHOTO/PEDRO GONZÁLEZ - Fundación Alternativas
PHOTO/PEDRO GONZÁLEZ - Fundación Alternativas

Situación parecida es la que presenta la Moldavia de Maria Sandu, si bien, aunque amenazado, el país no sufre la guerra y devastación a que Rusia somete a la martirizada Ucrania. En todo caso, y por duro que parezca, soportar una guerra no ha de convertir automáticamente a un país en candidato a ser miembro de la UE. Hay que ayudarle económicamente y con todos los medios posibles al alcance, ya que además está poniendo los muertos en la lucha por la libertad. Pero tan encomiables méritos no han de dispensarle de cumplir los exigentes requisitos que exige la pertenencia a la Unión Europea, so pena de que se quiera que todo el edificio colapse. 

Por su parte, en el debate suscitado en Madrid a propósito del citado informe de la Fundación Alternativas, se hizo gran hincapié en que tal necesaria ampliación de la UE acarreará más daños que beneficios si no se aborda previamente o, en el peor de los casos, simultáneamente la imprescindible reforma de los tratados, y con perentoria urgencia la supresión de la unanimidad. 

Se ha acumulado ya demasiada experiencia negativa de interposición de vetos, que impiden el avance de la UE en un mundo cada vez más descarnadamente competitivo. Los vetos y bloqueos ya hacen imposible llegar a acuerdos en situaciones que exigirían un mayor dinamismo, o bien se acuerdan con tantos matices y excepciones que quedan muy descafeinados, por mucho que haya numerosos partidarios de conversaciones eternas sobre galgos o podencos cuando nuestros rivales nos están ocupando el terreno a pasos agigantados. 

Y si esto sucede con 27 miembros, es lógico pensar en la ingobernabilidad de una UE con 33 ó 35 países, todos ellos con derecho de veto, sean cuales sean su tamaño y aportación a las arcas comunitarias. Eso y la tradición de que cada país tenga un ciudadano en el Colegio de Comisarios, que a la postre no deja de ser un embajador de facto de su propio país, facilitarían el camino para el agotamiento del gran experimento histórico que es la Unión Europea. 

Tan descomunales retos, además de medidas para la eficiencia energética, la industrialización, la agenda social y la desbordante inmigración ilegal, estarán en la mesa del Consejo Europeo de diciembre, con el que también terminará la presidencia rotatoria española. Por largo y tenso que resulte tal encuentro de los jefes de Estado y de Gobierno de la UE, no puede concluir en recetas de meras cataplasmas.  Elecciones europarlamentarias al margen, la supervivencia misma de la UE dependerá de que se tomen o no las decisiones que se imponen.