
“El coste de la anexión de facto se pagará con sangre”. Tal es el pronóstico que expresan siete generales israelíes en la reserva en una carta abierta, difundida justamente el mismo día que tomaba posesión el nuevo jefe del Estado Mayor de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF), el mayor general Herzi Halevi, que reemplaza al teniente general Aviv Kohavi.
Los autores y firmantes de la misiva, divulgada entre otros por el diario Haaretz, critican sin ambages las iniciativas legislativas puestas en marcha a toda máquina por la heterogénea coalición presidida por Benjamin Netanyahu. Se fijan en particular en la “Ley Smotrich”, que concede a los actores políticos la capacidad de intervenir en operaciones de seguridad. Este campo, restringido hasta ahora al primer ministro, a los titulares de Defensa y Seguridad y obviamente al ejército, ve ahora cómo los aliados más extremistas de Netanyahu se colocan en la primera línea del combate. Iniciativas tan llamativas y estridentes como la visita de Ben Gvir a la Explanada de las Mezquitas, festoneadas por declaraciones abiertamente supremacistas, dibujan un escenario de creciente confrontación tanto con la minoría árabe de Israel como con los palestinos de Gaza y Cisjordania.
Estiman también estos generales que si se inician operaciones de ataque, esto es de gran envergadura, en Judea y Samaria, además de contra la Franja gazatí, ello desembocará en una nueva realidad que por fuerza ha de conducir a una crisis social, diplomática y de seguridad. Reconocen en definitiva que la coalición presidida por Netanyahu va a anexionar de hecho toda Cisjordania, salpicada ya por numerosos bantustanes, las colonias judías que cada día ocupan más y más terreno y recursos a los palestinos.
El desafío de los aliados más extremistas del primer ministro se extiende prácticamente a todas las carteras. El propio Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas, no tenía empacho alguno en reconocer que es “un fascista homófobo”, pero al que apoyan los electores judíos “porque soy el único que no cooperó con la Lista Árabe Unida y salvaguarda la tierra de Israel para sus nietos”. Declaraciones difundidas por Ken TV, a las que respondía de inmediato el anterior jefe de Gobierno y actual líder de la oposición, Yair Lapid: “Esto demuestra cuán peligroso es Netanyahu, cautivo de los extremistas. Ya no es una cuestión de derechas o izquierdas, del Likud o de Yesh Atid, sino de si amas u odias al prójimo”.
En realidad, Lapid admite implícitamente que el respeto a las reglas de la democracia, que han convertido históricamente al joven Estado de Israel en una excepción en el magma de Oriente Medio, está en serio peligro, tanto que algunos analistas judíos estiman que Netanyahu estaría dispuesto a sacrificar la democracia en aras de cumplir su verdadero designio: edificar un auténtico estado judío con capital única en Jerusalén.
El proyecto anexionista de Israel experimentó su gran impulso bajo la presidencia de Donald Trump en Estados Unidos, con gestos tan importantes y simbólicos como el de trasladar la embajada norteamericana de Tel Aviv a Jerusalén. La Casa Blanca tampoco frenó la implantación de nuevas colonias en Cisjordania, que se multiplicaron ampliamente, al tiempo que la Autoridad Palestina veía cada día más recortados sus poderes y, en consecuencia, los argumentos para convencer a sus administrados de que algún día terminarían por disfrutar de un estado palestino independiente.
La decepción palestina actual la ha resumido Azzam al-Ahmed, del partido Iniciativa Nacional Palestina, para quién “la Administración norteamericana de Joe Biden no es mejor que la derecha que rige Israel”. Al-Ahmed reprocha al actual inquilino de la Casa Blanca el incumplimiento de la práctica totalidad de sus promesas, como la de reabrir el Consulado de Estados Unidos en Jerusalén, que hacía las veces de embajada oficiosa ante la Autoridad Palestina. Precisamente, el portavoz presidencial de ésta, Nabil Abú Rudeineh, manifestó su decepción con la advertencia de que “la ambigüedad de la Administración americana con respecto al conflicto israelo-palestino empujará a los palestinos a reaccionar de manera diferente”.
La amplificación del tono verbal palestino, más que una respuesta a las palabras y gestos del ala más radical del Gobierno de Netanyahu es una conminación a que Estados Unidos recobre el papel de árbitro y garante del fenecido statu quo. Sucede, además, tras la visita a Ramala del enviado especial norteamericano, Hady Amr, que se entrevistó separadamente tanto con el primer ministro palestino, Mohammad Shtayyeh, como con el secretario general del Comité Ejecutivo de la OLP, Hussein al-Sheik. Ambos le conminaron a que Estados Unidos ejerza una “presión real” sobre Israel para que detenga su “sangrienta escalada” contra los palestinos, en relación con las medidas contraterroristas adoptadas por el Gobierno israelí en Cisjordania, y sobre todo que levanten las sanciones impuestas por Israel a la Autoridad Palestina como castigo por haber instado al Tribunal Internacional de Justicia a que investigue la “ocupación”. Las sanciones, que retienen y confiscan casi 200 millones de dólares a la Autoridad Palestina, minan precisamente su autoridad y “destruyen toda posibilidad de establecer un estado palestino”.
El gran desarrollo de los Acuerdos de Abraham entre Israel y diversos países árabes había hecho desaparecer de la escena el sempiterno problema palestino. Ahora, una vez más, enquistado y sin resolver definitivamente, reaparece y, como advierten los siete generales israelíes en la reserva, con muy previsible derramamiento de sangre.