El estado crítico del mundo: ¿cómo conseguir la paz? (I)

(Discurso magistral de Hazrat Mirza Masroor Ahmad, Líder mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, Simposio Nacional por la Paz, Reino Unido 2024.
Su Santidad Hazrat Mirza Masroor Ahmad, líder mundial de la Comunidad Musulmana Ahmadía, dijo:
‘Bismillahir Rahmanir Rahim (En el nombre de Dios, el Clemente, el Misericordioso).
Distinguidos invitados, Assalamu Aleikum Wa Rahmatul’lahi wa Barakatuhu (la paz y las bendiciones de Dios sean con vosotros).
Hoy, una vez más, nos hemos reunido en este evento organizado por la Comunidad Musulmana Ahmadía para discutir y reflexionar sobre cómo podemos superar la división en la sociedad y establecer una paz genuina en el mundo.
Durante más de dos décadas, he instado a los gobiernos, los políticos y todas las personas a desempeñar su papel para garantizar la cohesión social de nuestras sociedades individuales y la paz y la armonía más amplias del mundo. He expresado mis opiniones sobre cómo podemos poner fin a todas las formas de guerra, ya sean conflictos librados falsamente en nombre de la religión o aquellos que son abiertamente geopolíticos. No sólo he hablado de la necesidad apremiante de poner fin a las guerras entre naciones, sino también de abordar las frustraciones que existen localmente dentro de las comunidades y de luchar por la paz en aquellas naciones donde surgen guerras civiles o disputas internas.
Ciertamente, la historia nos enseña que los conflictos internos pueden derivar en guerras regionales, a menudo alimentadas por la interferencia y la influencia de potencias externas y fomentar la inestabilidad y la división en otros países para servir a sus intereses.
En las últimas décadas, hemos sido testigos de las devastadoras consecuencias de dicha interferencia en países como Kuwait, Irak, Siria y Sudán. Sobre todo, he advertido repetidamente que las políticas injustas de las principales potencias y los sistemas políticos, legales y económicos injustos que han prevalecido en gran parte del mundo están desencadenando una marea cada vez mayor de desigualdad, que a su vez está alimentando la inestabilidad y la inseguridad globales.
A lo largo de los años, políticos, intelectuales o miembros del público siempre han estado de acuerdo con mi afirmación de que debemos luchar por la paz. Sin embargo, muchos de ellos también expresaron su opinión, ya sea directa o indirectamente, de que estaba equivocado al creer que los conflictos existentes podrían posiblemente escalar hasta convertirse en una guerra global e incluso desencadenar el uso de armas nucleares. Muchos consideraron que era innecesariamente pesimista. Durante mucho tiempo, incluso aquellos íntimamente involucrados en los asuntos mundiales, como políticos, periodistas de política exterior o analistas, no estuvieron de acuerdo conmigo, ya sea por su idealismo y su deseo de mirar al mundo a través de lentes color de rosa o quizás debido a una incapacidad para aprender lecciones de la historia. Aparentemente ignoraron las grietas cada vez mayores que se han ido abriendo en las últimas décadas en las relaciones internacionales. Quizás simplemente no querían aceptar la realidad de lo que tenían ante sus ojos. Como dicen, la ignorancia es una bendición.
Sin embargo, hoy, mientras las guerras hacen estragos aquí en Europa, Medio Oriente y otros lugares, muchas de las mismas personas están dando la alarma sobre la amenaza de una guerra global en la que se podrían usar armas nucleares para causar una devastación inimaginable en el mundo. A pesar de entenderlo, muchos todavía parecen no estar dispuestos a considerar qué se debe hacer para poner fin a estos conflictos y siguen mostrándose reacios a escuchar las voces genuinas por la paz que existen en el mundo.
Teniendo en cuenta esto, mientras pensaba en el evento de hoy, me preguntaba si tenía algún sentido que nos reuniéramos aquí nuevamente. ¿De qué nos beneficiaría hablar de paz y justicia si aquellos con el poder y la capacidad de influir en el cambio no estuvieran decididos a escucharnos? La cruda realidad es que incluso aquellas instituciones fundadas con el objetivo principal de mantener la paz y la seguridad del mundo se están volviendo cada vez más irrelevantes.
Por ejemplo, las Naciones Unidas se han convertido en un organismo débil y casi impotente donde unas pocas naciones dominantes ejercen todo el poder e invalidan fácilmente las opiniones de la mayoría. En lugar de decidir cada cuestión basándose en los hechos y méritos, las naciones han formado alianzas y votan según sus propios intereses. En última instancia, las decisiones críticas las toman unas pocas naciones privilegiadas en cuyas manos está el poder de veto. En lugar de servir fielmente a la causa de la paz y la justicia, esgrimen su veto como una carta de triunfo allí donde estrechos intereses se ven amenazados, independientemente de si su decisión destruye la paz y la prosperidad de otras naciones y conduce a la muerte y destrucción de decenas de gentes inocentes. Por lo tanto, que quede claro que cuando existe un poder de veto, la balanza de la justicia nunca podrá equilibrarse.
Sin embargo, a pesar de estas reservas, me di cuenta de que debía aprovechar esta oportunidad para hablar, porque el Islam enseña a los musulmanes a no vacilar nunca en la búsqueda de la paz. Nos enseña a decir la verdad para que, al rendir cuentas ante Dios Altísimo, un creyente pueda afirmar sinceramente que hizo todo lo posible para salvar a Su creación de la destrucción.
Además, el Santo Profeta del Islam (sa) ha declarado que la principal forma de “yihad” (un término que constantemente se malinterpreta y se tergiversa) es hablar con sinceridad y valentía ante los propios líderes, especialmente aquellos que son duros de corazón, injustos y crueles. Ciertamente, si naciones más débiles o individuos, como yo, que no tienen afiliación política intentan hablar, rara vez lo agradecen, y quienes lo hacen pueden afrontar dificultades o arriesgarse a sanciones.
A pesar de esto, la Comunidad Musulmana Ahmadía, basándose en las enseñanzas del Islam, continúa, y siempre continuará, esforzándose seriamente por la causa de la paz y defendiendo los derechos de aquellos que son impotentes y víctimas de la injusticia. Si Dios quiere, nos esforzaremos constantemente por utilizar todos los medios que tengamos para influir en aquellos que estén a nuestro alcance, ya sean políticos, formuladores de políticas, intelectuales y otros, para establecer la paz en el mundo. De hecho, es posible que algunos de ustedes sean conscientes de los constantes esfuerzos que nuestra Comunidad está haciendo para fomentar la paz y aliviar el sufrimiento de quienes se encuentran en graves dificultades físicas o emocionales.
Por eso, después de estas palabras introductorias, deseo ahora expresar mi opinión sobre cómo establecer la paz en el mundo.
En lo que respecta a la religión, ninguno de los Fundadores de las principales religiones, ya sea el Profeta Jesús (lpD), el Profeta Moisés (lpD) o cualquier otro profeta de Dios, ni el Fundador del Islam, el Santo Profeta Muhammad (lpbD) enseñaron nunca a sus seguidores a ignorar la paz de la sociedad y a recurrir a la injusticia o a la agresión. Si bien es cierto que en ciertas circunstancias extremas permitieron el uso de fuerza limitada, se hizo únicamente con la intención de poner fin a la guerra y la opresión.
En cuanto al Islam, significa literalmente paz, y cada aspecto de sus enseñanzas refleja este nombre. Por ejemplo, en el capítulo 42, versículo 41 del Sagrado Corán, Dios Altísimo ordena que cuando una persona o nación ha sido agraviada, nunca se debe responder de manera desproporcionada ni hacerlo con el propósito de buscar venganza. Además, Al’lah dice que es mejor perdonar si eso puede conducir a la reforma. El capítulo 49, versículo 10 del Sagrado Corán, dice que si dos naciones están en guerra, las partes neutrales deben mediar entre ellas y esforzarse por establecer una paz basada en los principios de justicia y equidad. Si después de haberse reconciliado, una de las partes viola los términos del acuerdo y emprende nuevamente la guerra, otras naciones deben unirse enérgicamente contra el agresor hasta que desista de su conducta agresiva. Una vez que haya cesado, las otras naciones también deben dejar de usar la fuerza.
El objetivo siempre debe ser construir una paz sostenible sustentada en la justicia. No debe ocurrir que un tercero se aproveche de la vulnerabilidad de las partes en conflicto usurpando sus derechos para su propio beneficio. Si se observara este principio en las Naciones Unidas y otros órganos pertinentes, los conflictos se resolverían de manera mucho más amigable y rápida. Sin embargo, será imposible que surja una verdadera paz mientras las naciones, ya sea directamente o a través de sus poderosos aliados, puedan utilizar el poder de veto. Lamentablemente, debido a su inherente falta de justicia, el destino de las Naciones Unidas parece reflejar el de su fallida predecesora, la Liga de las Naciones. Y si el sistema de derecho internacional, por débil que sea, se colapsara por completo, la anarquía y la destrucción resultantes serán mucho mayores de lo que podemos imaginarnos.
Si bien hay innumerables conflictos en el mundo, los más apremiantes y peligrosos son los que tienen lugar entre Israel y Hamás y la guerra en curso entre Rusia y Ucrania. Algunas personas pueden creer, o han sido condicionadas a pensar, que el conflicto entre Israel y Palestina es una guerra religiosa. Sin embargo, en realidad se trata de un conflicto geopolítico y territorial. En cuanto a la guerra en Ucrania, es evidente que se trata de una guerra geopolítica que se libra por razones territoriales. Creo firmemente que sólo hay una manera de poner fin a estas guerras: garantizando el prevalecimiento de la justicia y que cualquier acuerdo que se alcance se base en la equidad y no en lo que sirva mejor a los intereses de las potencias externas. De lo contrario, no habrá ningún beneficio para las Naciones Unidas ni para las leyes internacionales, y la única regla que regirá será la que declara que “might is right” es decir ‘la fuerza rige’.
En cuanto a la guerra de Ucrania, Rusia tiene poder de veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, mientras que, de hecho, Ucrania también lo tiene en virtud de su alianza con aquellas naciones occidentales que son miembros permanentes del Consejo de Seguridad. ¿Cómo se puede llegar a un acuerdo si ambas partes pueden ejercer efectivamente un veto? ¿Por qué cualquiera de las partes estaría motivada a ceder aunque sea un centímetro si saben que pueden vetar cualquier acuerdo que no esté enteramente a su favor?
En cuanto a lo que está sucediendo en Gaza, aunque tanto los israelíes como los palestinos tienen sus partidarios, el poder de veto sólo se ha utilizado a favor de Israel desde que estalló la guerra actual hace varios meses. Por ejemplo, en febrero, 13 de los 15 miembros del Consejo de Seguridad de la ONU votaron a favor de un alto el fuego inmediato en Gaza, pero Estados Unidos utilizó su poder de veto y la resolución fue rechazada. ¿Cómo se puede establecer la paz cuando la opinión mayoritaria se descarta tan fácilmente? Eso no es justicia, sino un rechazo a la democracia y al principio de igualdad.
(lpbD) – que la paz y las bendiciones de Dios sean con él.
(lpD) – que la paz sea con él.
(Continuaremos este discurso en la siguiente entrega: “EL ESTADO CRÍTICO DEL MUNDO: ¿CÓMO CONSEGUIR LA PAZ? (II)”.