Marruecos en una encrucijada: el rey Mohamed VI esboza un nuevo capítulo en el desarrollo nacional

Mohamed VI
Mohamed VI
En un discurso histórico con motivo del 26.º aniversario de su reinado, el rey Mohamed VI de Marruecos pronunció algo más que un discurso ceremonial

Su discurso del Día del Trono ofreció una evaluación lúcida del progreso del país y un audaz llamamiento a la acción, replanteando el significado del desarrollo en una de las naciones más estables y orientadas a las reformas de África.

En lugar de celebrar los logros del pasado, el rey optó por destacar lo que queda por hacer. El mensaje central: el crecimiento debe ser equitativo, inclusivo y transformador. Las estadísticas económicas y los éxitos en materia de infraestructuras no significan nada, señaló, si no mejoran la vida cotidiana de los ciudadanos de a pie, especialmente en las zonas rurales y desfavorecidas.

Este cambio de tono refleja una visión política más madura. Marruecos, dio a entender el rey, debe pasar de medir el éxito en cifras a medirlo en términos de impacto. No se trata solo de un imperativo moral, sino de una necesidad estratégica en un entorno global cambiante en el que la desigualdad y las disparidades regionales pueden erosionar la cohesión social y la confianza pública.

El rey pidió un «auténtico salto adelante» en la política territorial, pasando de los modelos de desarrollo convencionales impulsados por el Estado a estrategias integradas y específicas para cada región. Instó al Gobierno a diseñar una nueva generación de programas públicos centrados en cuatro prioridades:

  • Impulsar el empleo local y aprovechar los activos regionales.
  • Mejorar el acceso a la educación y la sanidad.
  • Gestionar los escasos recursos hídricos de forma más sostenible.
  • Alinear las inversiones locales con los proyectos de infraestructura nacionales.

Estas propuestas reflejan la ambición más amplia de Marruecos de avanzar hacia una «regionalización avanzada», un principio constitucional diseñado para empoderar la gobernanza local y reducir las disparidades regionales. El discurso posiciona este principio no como una idea abstracta, sino como una herramienta práctica para impulsar una transformación nacional inclusiva.

Es importante destacar que el rey no rehuyó reconocer los retos. Hizo referencia al último censo nacional, que mostró una disminución significativa de la pobreza multidimensional, lo que supone un logro importante. Sin embargo, también admitió que algunas zonas rurales siguen siendo vulnerables y carecen de acceso a los servicios básicos. Este nivel de conciencia institucional es poco común en la región y subraya el mensaje del rey de que el modelo de desarrollo de Marruecos debe evolucionar.

En un guiño a los compromisos democráticos del país, el rey también se refirió a las próximas elecciones legislativas de 2026, en las que pidió claridad institucional y preparación política. Instó al Ministerio del Interior a iniciar consultas con los partidos políticos y a ultimar el marco electoral antes de que finalice el año, subrayando el compromiso de la monarquía con la continuidad constitucional y la legitimidad democrática.

En materia de política exterior, el rey Mohamed VI reiteró el compromiso de Marruecos con la cooperación regional y renovó la invitación abierta a la vecina Argelia para entablar un diálogo sincero. Su tono fue diplomático y personal, y enmarcó la reconciliación no solo como un gesto político, sino como una responsabilidad compartida arraigada en la historia y los lazos entre los pueblos.

En cuanto al Sáhara Occidental, piedra angular de la diplomacia marroquí, el rey destacó el creciente apoyo internacional al plan de autonomía de Marruecos, citando los recientes respaldos del Reino Unido y Portugal. Sin embargo, también señaló la apertura de Marruecos a una «solución realista y consensuada», reafirmando el enfoque pragmático del país para resolver este antiguo conflicto regional.

En esencia, este discurso del Día del Trono marca un punto de inflexión. En él se articula una visión de la gobernanza en la que el desarrollo no se juzga por su magnitud, sino por la equidad, la dignidad y la sostenibilidad. También envía un mensaje a los socios nacionales e internacionales: Marruecos se toma en serio las reformas, la inclusión y la estabilidad.

Para los observadores del norte de África y del Sur Global, el discurso ofrece una valiosa perspectiva sobre cómo una monarquía puede servir no solo como guardiana de la tradición, sino también como motor de la innovación, la cohesión y la justicia social.