La autonomía del Sáhara: una solución realista para un conflicto anacrónico

Campo de refugiados saharauis de Smara, en Tinduf - REUTERS/BORJA SUÁREZ
Campo de refugiados saharauis de Smara, en Tinduf - REUTERS/BORJA SUÁREZ
El conflicto del Sáhara, que perdura desde la retirada española en 1975, ha sido utilizado y distorsionado durante décadas por actores interesados en perpetuar la tensión en lugar de resolverla
  1. Un conflicto manipulado por intereses ideológicos
  2. ¿Autodeterminación? Sí, pero viable
  3. España debe mirar hacia adelante, no hacia atrás

Marruecos, consciente de la necesidad de una salida política viable, ha propuesto desde hace años un Plan de Autonomía que ofrece una solución de compromiso, realista, y respetuosa con la identidad saharaui, dentro del marco de su soberanía nacional. 

Esta propuesta, lejos de ser una imposición, representa una vía razonable para poner fin a un conflicto que ya no tiene sentido en el siglo XXI. 

Un conflicto manipulado por intereses ideológicos

Muchos europeos, y particularmente algunos sectores en España, siguen interpretando el conflicto con una lente romántica propia de los años 70, desconectada de la realidad actual del Magreb. 

Esta visión, anclada en la retórica de la descolonización y el “derecho a la autodeterminación” como si se tratara de un manual escolar, ignora por completo la evolución geopolítica de la región y la instrumentalización del conflicto por parte de Argelia, cuyo objetivo no ha sido nunca la libertad de los saharauis, sino debilitar a Marruecos y mantener una tensión regional que justifique su propio autoritarismo. 

¿Autodeterminación? Sí, pero viable

La autodeterminación no es un concepto absoluto. No existe un derecho automático a la secesión. En muchos casos, la solución ha sido —y sigue siendo— la autonomía dentro de un Estado-nación. 

El modelo marroquí propone exactamente eso: una amplia autonomía que garantice a los saharauis el control sobre sus asuntos locales, su identidad cultural, sus recursos, y su representación institucional. Todo ello dentro del marco de la soberanía de Marruecos, país que ha invertido miles de millones de dirhams en infraestructuras, servicios públicos y desarrollo económico en la región sahariana. 

La llamada “República Árabe Saharaui Democrática” no existe sobre el terreno. Es una entidad ficticia sin control territorial efectivo, gestionada desde campamentos en Tinduf bajo la vigilancia del régimen argelino. No tiene instituciones democráticas, ni transparencia alguna. ¿Se puede realmente hablar de un proyecto de Estado serio en estas condiciones? 

España debe mirar hacia adelante, no hacia atrás

España tiene una responsabilidad histórica con la región, pero esa responsabilidad no puede ser confundida con una deuda perpetua. En lugar de alimentar narrativas polarizadas, debe favorecer una solución política que garantice la estabilidad regional, proteja los intereses estratégicos de ambos países y brinde a los saharauis una vida digna y en paz. La propuesta marroquí de autonomía es, hoy, la única opción posible y sensata. 

El apoyo a esta solución no es un gesto de sumisión ni una renuncia a principios democráticos, sino una muestra de madurez política y de comprensión profunda del contexto. Seguir defendiendo una independencia utópica es, en el fondo, defender el inmovilismo, y condenar a generaciones de saharauis a seguir viviendo en campamentos bajo tutela militar. 

La solución del conflicto del Sáhara no pasa por seguir anclados en el pasado, ni por adoptar posturas ideológicas que ignoran la realidad geopolítica. Marruecos ha puesto sobre la mesa una propuesta concreta, viable, y con garantías. Es hora de que Europa, y España en particular, deje de lado “el romanticismo inútil” y apueste por una solución pragmática: la autonomía del Sáhara bajo soberanía marroquí. 

Samir Moudi, hispanista, profesor y traductor