Ayoub El Hilali espera que la gente se divierta y vea con humor “Ocho apellidos marroquís”

La agenda del actor Ayoub El Hilali es un sin parar a pocos días de estrenarse la última película que ha rodado, pero busca un hueco para contar a Atalayar cómo ha sido su experiencia en “Ocho apellidos marroquís”, echar la vista atrás y recordar sus inicios, y hablar de futuro. Llega a la cita, cerca de la Puerta de Alcalá, en moto, desde allí caminamos a “Il tavolo verde”, un rincón especial donde hacemos la entrevista con un rico café.
De “Ocho apellidos marroquís” espera que la gente se divierta como él se ha divertido actuando, y que la vea con humor. También nos contó sus nuevos proyectos: la serie para TVE, “Detective Touré”, que se estrenará en marzo o la productora que ha montado con Cayetana Guillén Cuervo y Hamza Zaidi. Sonríe, porque está recogiendo los frutos del esfuerzo y la constancia, pero no olvida de dónde viene y lo que las cosas cuestan. En árabe, comenta, se dice “mejor poco y continuo, que mucho y poco”. El papel de policía que interpretó en “El Príncipe” fue clave en su carrera, una trayectoria que inició junto a su madre, “que lo es todo”, en un escenario. Quizá, por eso, no duda en afirmar que no hay nada comparable a lo que siente al levantarse el telón de un teatro. Él, que puede presumir de haber trabajado con el director de “Telma y Louise”, Ridley Scott. El Hilali también nos abrió un poco su corazón y nos mostró su mirada más social.

En unos días se estrena “Ocho apellidos marroquís”. ¿Cómo ha sido el rodaje y tu papel?
Mi personaje es Abdel, que es el primo de la protagonista, Hamida, que es María Ramos. Y comparto el elenco de primos con Hamza Zaidi, que es mi hermano, y Abdelatif Hwidar, que hace de nuestro padre. Y entre otros actores están Elena Irureta, Julián López, Michelle Jenner… El rodaje ha sido espectacular, muy divertido. Hemos estado en sitios maravillosos, como San Vicente de la Barquera, en Santander; también hemos grabado en Madrid y en Esauira. Todo el rodaje ha sido una experiencia muy enriquecedora.
Porque todo empieza cuando Carmen (Elena Irureta), para cumplir la última voluntad de su marido, viaja desde Cantabria a Marruecos…
Exactamente. El rodaje es ese viaje desde Cantabria a Marruecos. Ha sido muy guay compartir con los compañeros, porque no es lo mismo que cuando viajas con tu familia. Este viaje ha sido muy positivo a nivel artístico y humano, especial, porque creo que todos hemos descubierto cosas muy interesantes, tanto unos como otros. Estuvimos tres meses rodando. Un mes en Marruecos, mes y medio en Santander, y 15 días por Madrid, grabando cositas más pequeñas.
¿Qué expectativas tienes de esta película? ¿Crees que te abrirá nuevas puertas?
La verdad es que es una gran responsabilidad, porque es una trilogía, una saga que viene ya de atrás. Yo lo que espero de la película es que a la gente le guste, que se divierta, que se ría, que la entienda como si leyera un cómic, que piense que es una caricatura, que no se tome a pecho las cosas. Sólo ha salido el tráiler y ya hay gente que ha empezado a criticar, a decir que si hay racismo… Yo pediría que esperen a verla, que no juzguen sin saber, y que si hay críticas que sean constructivas. Yo creo que se van a llevar una sorpresa muy grande, porque es muy divertida y, hasta a los que critican, sé que les va a encantar.
¿Críticas a través de las redes sociales? ¿Todo vale en este mundo digital?
Vivimos en un mundo más superficial. Ahora, con las redes sociales, todo es más fácil. Se critica sin ver, sin saber y sin tener la información o sólo una parte. Estamos creando una sociedad cada vez más polarizada a nivel social o sociopolítico. Y creo que es a causa de las redes sociales, de los algoritmos. Pero también pienso que las redes sociales hay que tomarlas como herramientas y hacer un buen uso para que sean positivas. Con Internet, redes sociales o ahora la inteligencia artificial, lo importante es no verlos como enemigos, sino como aliados y tener claro que somos nosotros quienes las podemos utilizar para el aprendizaje en la educación, el arte, la música, en los vídeos, en los montajes... En el caso de la película, las redes sociales tienen que ser también un aliado. Y espero que lo que predomine y prevalezca sea el humor. El humor es fundamental para entender esta cinta.

Hablas de humor, aunque hay que tener cuidado… ¿Entiendes la vida sin humor?
No, la verdad es que no. Yo me río de mí mismo. Creo que es importante. Podría decirte que el humor no tiene límites, pero está también el respeto. Me considero una persona muy respetuosa. Por eso, a veces, depende. Creo que el respeto y el humor tienen que estar en el mismo peldaño. El humor negro, el humor ácido, la sátira, el sarcasmo... tienen cabida, pero dependerá de qué sensibilidad, de la situación, del contexto. No hay que hacer daño. En esta película hay mucho humor, se caricaturiza tanto a la familia conservadora española como a la marroquí, pero sin entrar en temas profundos que puedan herir como el sentimiento religioso.
Has hablado de racismo. Tú eres español y marroquí. ¿Lo has sufrido? ¿Te has sentido marginado?
¿Marginación? Bueno, alguna vez, sí, aunque quizá forma parte de... del recorrido. Es lo que me hace la persona que soy hoy en día, lo que quiero, lo que pienso, lo que defiendo.
Mira hacia atrás, ¿recuerdas en qué momento decides que quieres ser actor? ¿Hay antecedentes familiares?
Tenía 15 años. El inicio fue un poco casualidad, pero es cierto que en mi casa hay antecedentes. Fui a un casting en el instituto para hacer de figuración en una película, “Fuerte Apache”, de Mateu Adrover, hace muchos años. Y la típica historia que te presentas y te llevas a tu hermano y, al final, es él quien acaba siendo el protagonista. Esa es mi historia.
¿Tu hermano quería ser actor?
Sí. Bueno, era la primera vez que estábamos en algo así. Él tenía 10 años, era muy pequeño y le eligieron. Ahí entró el gusanillo. Podría contarte muchas cosas en paralelo, pero allí empezó todo, y decidimos formarnos. Mi hermano acabó siendo bailarín de danza urbana, breakdance. Y yo, estudiando interpretación en el Forn de Teatre Pa’tothom de Barcelona, que es una escuela de teatro social, teatro del oprimido. Acabé la carrera y presenté mi trabajo, una obra con mi madre, porque de ahí me venía a mí todo: “Amina busca feina”. Gané un premio en Cataluña (Proyecto Eureka) y tuvimos una subvención para hacer una gira. La dirigió Jordi Forcadas. Y, la verdad, fue una experiencia catártica. Mi madre era la protagonista.
Te ha cambiado la expresión al hablar de tu madre…
Mi madre es todo en mi vida. Recordar ese momento es precioso. Estaba empezando. Tendría 17 años. Fue una experiencia en la que aprendimos muchísimo. Hay un reportaje, un “Gran angular” en La 2. Lo recuerdo también con nostalgia. Hicimos una gira en centros penitenciarios. Mi hermano y yo éramos menores. Imagina el impacto, estábamos contando una historia que a todos los que estaban ahí dentro les tocaba de cerca. Lo recuerdo con nostalgia y con muchísimo cariño y amor. Y después, a raíz de esto, los compañeros de Sociología y Antropología de la Universidad de Barcelona, los del máster, hicieron un trabajo sobre Amina y sobre lo que era el trabajo social. También se publicó un libro, “Praxis de Teatro del Oprimido”, de Jordi Forcadas. Se agotó en tres días. No imprimimos más ediciones, el objetivo no era lucrativo, sino comunicar a la gente una realidad.
¿Cuál era el mensaje de esa obra?
Nosotros éramos una familia vulnerable, vivíamos en un entorno de opresión social. El libro habla de cómo poner en práctica una obra de teatro del oprimido en un entorno de gente que está viviendo lo mismo que el protagonista. La obra trata de una señora en España, con un trabajo precario, que limpia escaleras, que firma contratos entre coche y coche, que tiene un manojo de llaves de obras legales e ilegales. Entonces, se plantea el dilema sobre si tiene que ir a servicios sociales, al paro, llevar a su hijo al colegio… El final de la obra era abierto. El público podía subir y proponer su final o ayudar a Amina a encontrar un buen final, por ejemplo, con un abogado que la acompaña a ver a su jefe. Había improvisación. La obra de teatro con mi madre en cárceles es una de las mejores experiencias de mi vida. Y te lo digo ahora que he conocido a Ridley Scott y he trabajado con lo más grande de España.

Luego llegó “Otra ciudad”, “Pelotas”, “La Pecera de Eva” y el éxito con “Príncipe” en 2014. ¿Pensaste que ibas a subir tan rápido?
Mi primera película fue “Fuerte Apache”. Luego con 16 o 17 años me presenté en Madrid. Imagina, Corredera Baja de San Pablo, la Plaza de la Luna, el Teatro Lara. Llegué siendo menor para hacer teatro. La obra se llamaba “El enemigo de la clase”, de Nigel Williams, dirigida por Marta Angelat. Ahí empecé mi andadura madrileña. Nunca había estado en Madrid y de pronto ensayaba con Javier Ambrosí, Bernadette Fernández, Eloi Yebra, Críspulo Cabezas. Para mí fue un regalo y una vivencia, yo flipaba, era el más pequeño. Y de ahí salté a las series. Recuerdo perfectamente el día que fui al casting de “El Príncipe”. Estaba en Barcelona, mi representante me avisó de que buscaban a un chico joven para uno de los protagonistas, cogí un autobús y vine. Me llamó la atención que quisieran un policía de origen marroquí. Lástima que acabara siendo terrorista.
Mantenerse como actor no es fácil. Con tu experiencia, ¿qué le dirías a esos jóvenes que sueñan con serlo?
Cuando Juan Diego, que en paz descanse, me dijo que un buen actor es el que sabe esperar, pensaba que se refería a la espera de estar en un set de rodaje y tener paciencia. Pero no, él se refería al que sabe esperar en la vida, y aprovecharla. Al que sabe esperar cuando hablar, al que sabe esperar y escuchar, al que sabe esperar su momento. Eso les diría, que el buen actor es el que sabe esperar. El que piensa que ya ha llegado, por hacer algo importante o estar en la serie de Netflix de moda, no sabe que el recorrido se resumirá al acabar, cuando se vea el legado dejado. ¿Cuántas personas hemos visto en la cima y ya ni nos acordamos? En árabe decimos “mejor poco y continuo, que mucho y poco”.
En una balanza, ¿qué pesa más: la suerte, el esfuerzo, la constancia…?
Creo que la constancia. Tampoco puedes estar en tu casa sentado. La gente me dice que ha estudiado interpretación y que no le llaman. Hasta tener un representante es difícil, están ocupados. Todo va muy rápido, con las redes, los “followers”, la repercusión… Antes, la repercusión tenía otro sabor, otro carisma. Hoy no tiene esa dulzura. Por eso, hay que ser muy constante. ¿Qué es la suerte? Para mí, es saber hacer y estar en el sitio correcto con la persona correcta. Y eso tiene que ver con moverse, buscar ese sitio y a esa persona y saber decir lo que hay que decir en el momento también correcto. La suerte nunca va a llamar a tu puerta. Si te mueves, si vas a buscar tu trozo de pan… al final lo encuentras, no es suerte, o, al menos, no sólo. Rosa Estévez me eligió para “El Príncipe”, pero yo salí de mi casa, me hice un viaje en autobús hasta Madrid, me la jugué sin saber si sería uno de los 500 que estaban, di todo en el casting, preparé el personaje… Constancia, y, como decimos nosotros, hay que estar activo.
“No hay quien os entienda” es una obra para microteatro que hiciste. ¿Qué es lo que no entiende Ayoub de esta sociedad?
(Silencio). Lo malo es que lo que no entiendo, sí lo entiendo. Antes, no; ahora, sí. Y es la injusticia del mundo, esta sociedad es muy injusta. Está regida por el dinero, el poder. Yo trabajo dentro del “show business”, ¿qué lo mueve?, pues el mundo económico, la globalización, el poder... Por ejemplo, me siento mejor y más tranquilo dando una entrevista a Atalayar que haciendo una súper mega entrevista en un súper medio, porque no sé si voy a tener más limitaciones a nivel de mis libertades. Yo siempre velo por mi libertad, por hablar las cosas que me interesan. Con esta pregunta, te arriesgas a que yo te hable de mil cosas que pueden gustarte o no. Pero preguntas y yo contesto libre. La injusticia, esa sería mi respuesta.
¿Y tiene solución esa injusticia en este injusto mundo?
Quiero pensar que sí, pero pasa por algo muy complicado: que estemos todos unidos. El día que haya esa unión podremos acabar con las injusticias. La unión hace la fuerza. Si nos dividimos, seremos los perdedores ante los que quieren dividirnos.

Volvamos a la actuación. ¿Prefieres escuchar acción y empezar el rodaje o que se abra un telón y estar en el escenario?
El año pasado me nombraron académico de la Academia de las Artes Escénicas, que preside Cayetana Guillén Cuervo, a la que quiero y admiro como mujer, trabajadora, madre, compañera... Con ella hice “Puertas Abiertas”. Actuamos cara a cara. Una obra preciosa que habla sobre la injusticia del mundo, sobre abrazar la diferencia. Era una obra un poco espejo que ponías delante del público. Se basada en las noches de Bataclan en París. En Twitter hubo un hashtag, que era #portesouvertes, para que la gente que después del atentado se quedó en las calles, porque el metro estaba cerrado, no había taxis, nada, subieran a las casas y tomaran un café. Mi personaje era un chico que fue a casa de Julie (Cayetana). Fue una obra maravillosa. Yo eso no lo cambio por nada. Fuimos seleccionados para hacer el Broadway Off, es decir, el circuito de Broadway alternativo. Lo que yo siento cuando me subo al escenario, antes de subirme, cuando miro a la gente que hay… eso es impagable. Y te digo una cosa, cobro más haciendo películas y series, pero la experiencia de subir a un Teatro Arriaga, un Teatro Español, un Campoamor… no se puede describir. Es impresionante.
Si mañana te dijeran qué te gustaría hacer, qué papel y junto a quién. Eliges a…
¿Puedo elegir al director también? (Claro). Soñemos. Con una mujer directora, Blanca Portillo, he trabajado con ella en cine, pero me gustaría hacerlo en el escenario y que me dirigiera. Hombre director, Alfredo Sanzol. Me van a matar, hay tantos buenos. Y compañeros, a Cayetana, José Luis García Pérez, Carmen Machi… Me encantaría hacer teatro con Vicky Luengo, también con Andrés Lima, que me dirigiera. Hay tanta gente a la que admiro... Y el texto podría ser “Todos pájaros”, de Wajdi Mouawad, canadiense de origen libanés. Ya se hizo en España una obra de él, “Incendios”, que fue un éxito hace 10 o 15 años, me hubiera encantado hacer el casting, pero no estaba tan activo. La obra funcionó muy bien con actores españoles, a quienes admiro, pero tendrían que haberlo hecho actores árabes. El día que conozca a Mouawad le pediré los derechos y la haremos.
Volvemos a “Ocho apellidos marroquís”. Tras el estreno, ¿toca descansar o nuevos proyectos?
Las dos cosas. Hemos montado una productora Hamsa Zaidi, Cayetana Guillén Cuervo y un servidor llamada Algoritmo Producciones. Estamos muy metidos en el mundo de la inteligencia artificial, de las responsabilidades que tenemos como usuarios de las redes sociales, hasta qué punto podemos ser víctimas o verdugos. El día 15 empezamos el rodaje del capítulo 0 de una serie sobre estos temas. Somos productores y actores, coproducimos con The Other Side Films de los hermanos Prada a quienes admiramos. Además, en marzo se estrena la serie que he hecho para TVE: “Detective Touré”, que protagoniza Malcolm Sitté y dirigen Esteban Crespo y Violeta Salama, basada en las novelas de Jon Arretxe. Trata sobre un chico negro que lleva un tiempo en España, pero como nuestra administración lamentablemente tiene algunos filtros racistas, que llevamos tiempo denunciando desde las plataformas antirracistas, aún tiene temas sin solucionar.
Esta serie refleja esas cosas desde un punto de vista de humor, de sonrisa, sin victimismo y estoy orgulloso. Este chico es un detective privado, pero no legal, y en el barrio San Francisco de Bilbao, le hacen unos encargos para descubrir una serie de casos… Hay una imagen de la ciudad preciosa, con un movimiento sociocultural importante. Hemos investigado un poco para meternos en los personajes y ha sido muy interesante. Yo vengo de un movimiento antirracista, feminista, transversal de Barcelona y de Madrid y descubrir esa parte de Bilbao me ha gustado muchísimo. La serie habla de esos temas, de la especulación inmobiliaria, de los pisos de turismo… Estoy emocionado.

¿Qué personaje no has hecho y te gustaría hacer?
Me gustaría... Qué buena pregunta. Es que hay muchos. Un mercader de Venecia o un clásico en teatro, lo que pasa que hoy en día aún hay muchas reticencias a nivel de casting en el sentido de la diversidad de la representatividad étnico-racial en la escena, aunque estamos dando pasos cuantitativos y cualitativos, por ejemplo, en esta serie de la que hablábamos hacemos personajes que no hablan con acento. En ese sentido, estoy agradecido a Tornasol que es la productora con Planeta y al director Esteban Crespo que siempre ha apoyado esa propuesta.
Acabamos sin pregunta. Qué respuesta quieres para finalizar esta entrevista.
(Silencio) Sinceramente, y desde mi corazón, deseo que haya paz en el mundo.