Alcaraz remata en Wimbledon el cambio de guardia del tenis mundial

El rey Felipe VI le preguntó a Carlos Alcaraz tras levantar el torneo de Wimbledon qué había sentido en los últimos momentos del partido. El chaval le respondió que se había acordado de una de las derrotas más dolorosas de la historia de Federer, con remontada incluida en el tie brak. Un partido de esos que solo tienen espacio en la cabeza de los profesionales y del que tiran cuando las cosas van bien para no confiarse.
Felipe VI, junto al príncipe Guillermo, Kate Middleton, Brad Pitt, Hugh Jackman o Daniel Craig, asistió en el All England Club a un partido épico de más de cuatro horas con un juego que se fue a más de media hora. Alcaraz y sus 20 años frente a Djokovic y sus 36 años en los que ha ganado siete veces la copa de Wimbledon.
Ese Alcaraz no era el mismo que se retiró de Roland Garros hace unas semanas por unos dolores que no se sabe aún si fueron más físicos que mentales. El propio jugador murciano dijo que todo había cambiado en este tiempo y que se había enamorado de la hierba, un terreno que nunca ha sido apto para los tenistas españoles.

La final estuvo al más alto nivel, digna de un veterano como Djokovic que suma 35 finales de Grand Slam pese a que su postura ante la COVID le costó que le deportasen de Australia o que le impidiesen jugar en Indian Wells y Miami a principios de 2023. Eso frenó su proyección y nunca sabremos qué sería de su exitosa carrera si le hubieran dejado defender los títulos.
Enfrente Carlos Alcaraz, una nueva especie de tenista. Criado en la academia de Juan Carlos Ferrero y con una educación deportiva más cercana al Big Three (Federer, Nadal, Djokovic) que al resto de niños malcriados que han llegado al circuito para hacer más ruido que para levantar títulos.
Hubo puntos legendarios que sus protagonistas celebraron con el puño en alto mirando a sus equipos. Pero también errores que Alcaraz digirió mejor que Djokovic que llegó a estampar su raqueta con el palo de madera que sujetaba la red. La raqueta quedó deformada, la madera marcada para siempre y se llevó un aviso del juez para que no volviese a pagar sus errores con el material del selecto club de tenis inglés.

Hablar de la proyección de Carlos Alcaraz es una lotería. Todo indica a que es el nuevo icono deportivo de España. La prensa ya se pliega a su talento, pero es mejor ir disfrutando en cada torneo de este chaval de Murcia que, poco a poco, va conquistando a las grandes firmas de publicidad según despliega su potencial en las pistas.

Londres ya conoce a Carlos. Ahora queda ir a Australia y presentar sus respetos a París, tierra de Rafa Nadal, ese tenista inalcanzable al que Alcaraz mira de reojo.